Viernes, 29 de Marzo 2024
Lunes, 07 de Septiembre del 2020

Ganar la batalla, seguir adelante: vivir después del coronavirus

María del Carmen eligió InfoFunes para contar su experiencia. Es una de las sobrevivientes del covid 19 de Funes. En primera persona, realiza un extenso relato sobre cómo vivió la enfermedad.

María del Carmen eligió InfoFunes para contar su experiencia. Es una de las sobrevivientes del covid 19 de Funes. En primera persona, realiza un extenso relato desde el momento en que se enteró que estaba enferma hasta el esperado día después. Jura que por momentos los dolores eran tan fuertes que prefirió morir a seguir sintiéndolos. El drama de ver a los suyos contagiados y el miedo a no poder superar la pandemia. 


Y así, sin avisar y de forma atrevida es cómo el CoronaVIDA no aguardó e ingresó a nuestras vidas, sin esperarlo aún pero con la certeza de que llegaría al fin. Dolores intensos desde la punta de la cabeza hasta la punta de los pies, dolores que con 41 años nunca viví… esos que hubiese preferido no tener nunca en la vida. Momentos en los que hubiese preferido morir antes de sentirlos; dolores que no cesaban con la toma de mis analgésicos habituales.

Y así, sin avisar sobrevino el primer registro de temperatura. Detonante perfecto para encender todas las alarmas de que algo no estaba funcionando del todo bien en mi organismo. Un llamado a la emergencia médica para que constate mi malestar y un diagnóstico presuntivo que indicaba la seria posibilidad de que estuviese infectada con COVID 19.

Entre la parálisis de la sospecha y la desesperación de contar con un diagnóstico que arrojara lo más rápido posible un resultado, tomé mí vehículo y me dirigí a mi prestador de salud privada, donde inmediatamente me indicaron un hisopado y el aislamiento necesario y obligatorio. Salir de allí entre la molestia del hisopado y mil preguntas y dudas que iban surgiendo a medida que me acercaba nuevamente a casa, sabiendo que allí estaría mi familia con un alto porcentaje de que también ellos hayan sido alcanzados por este “bichito”.

Ya en casa, más relajada por el hecho de que estaba con los míos, pero no menos angustiada por la situación los dolores cada vez se intensificaban más. Retorcida en una silla sin saber cómo ponerme y con el miedo de no saber si en algún momento cesarían. Con la ansiedad lógica de esperar un resultado favorable para mi salud, pero con la certeza firme de que mi cuerpo gritaba que algo no andaba bien, llegó el momento en que bastó un llamado telefónico para escuchar lo que nunca hubiese querido: “Sos positivo”.

El mundo se te desmorona en una milésima de segundo y vos en un desmayo te caes con él, milésima de segundo donde lo primero que se te viene a la mente es toda la información que estuviste viendo y escuchando desde el 20 de marzo pasado, cuando comenzamos con la cuarentena, información muchas veces distorsionada pero no por eso menos impactante para cualquier lector inquieto que se mantuvo activo.

Una hijita de 3 años y un esposo, los cuales seguramente ya estaban contagiados. Una angustia que dolía mil veces más que esos dolores intensos en el cuerpo los cuales parecían clavos enterrados en lo más profundo. Así sobrevinieron las primeras líneas de temperatura de ellos dos. Visitas consecutivas de la ambulancia durante dos madrugadas para controlar a la pequeña. El miedo extremo y la vulnerabilidad de la situación.

Un mueble que soportaba encima, tres bolsos con mudas para cada uno… ante la espera de las tan temidas internaciones que gracias a Dios jamás llegaron. La falta de apetito sumada a la pérdida del olfato y del gusto se incrementaba cada día. El primer herpes labial en mi vida se hacía visible y doloroso. La fiebre ya no existía, pero los dolores en mí cuerpo no cesaban. Aparecen las tan detestables náuseas que por fin logro calmar.

Otro día más. Me siento confundida. El sentimiento de angustia sobrevuela mi mente, lejos de mis afectos sin poder contarles lo que nos está pasando para evitar preocuparlos. Gracias a Dios, hacía dos semanas aproximadamente que no teníamos contacto.

El descanso se hacía rogar, los teléfonos no paraban de sonar con mensajes de aliento y buenos deseos. Continúa el dolor; menos intenso pero se le suma un cansancio inexplicable con las ganas de dormir un año entero.

El apetito va resurgiendo de a poco, aún sin poder oler y degustar los alimentos. Una tos seca y leve, por momentos molesta se presenta sobre todo con los esfuerzos. 

La noche se entre corta entre mi respiración y un llamado a la emergencia, la falta de aire se hace presente a mitad de la madrugada. La visita en persona, de los médicos de la emergencia despeja mis miedos y me deja seguir durmiendo. tal vez más relajada y tranquila. 

El quinto día llegó. Los dolores van desapareciendo de a poco, el cansancio y la confusión siguen. Siento que estoy en una tormenta en el medio del océano y no puedo ver el fin. 

Ya pasó una semana desde mis primeros síntomas, aquellos dolores intensos que parecían clavos enterrados en lo más profundo de mí ser. Recién hoy Domingo veo como aquella tormenta en el medio del océano se está disipando y está dejando pasar los rayos de luz entre las nubes oscuras. 

El cuerpo ya casi no duele. La tos se está calmando. Aún no puedo oler el perfume de las flores. La angustia y la desesperación se están aplacando. Después de 8 días de iniciados los primeros síntomas, los dolores ya son un mal recuerdo del paso del covid por mi organismo. 

La cabeza ya no duele, los perfumes y el tan ansiado aroma a café se está haciendo sentir de nuevo. Los médicos me dicen que falta cada vez menos para el alta. Ya me siento cada día mejor. 

Hoy es viernes. Ya casi terminando mi aislamiento, sin síntomas y con muchas ganas de volver a mi rutina. Ansiosa, aguardando el momento justo donde los médicos me indiquen la aptitud necesaria para poder donar plasma para aquellos que no están logrando salir a flote de tan semejante tormenta marina. 

El CoronaVIDA pasó por nuestras vidas… dejando una sensación amarga y a su vez una sensación de fortaleza capaz de luchar contra el más temido de los monstruos. Casi como en una ruleta, la rueda gira y no sabemos hasta que pare quienes serán los próximos que tendrán que batallar con esta enfermedad y con qué tanto éxito saldrán victoriosos.

Acá estamos, dispuestos y al pie del cañón para quienes estén pasando por este angustiante momento y necesiten contar con un par de orejas. Qué mejor consuelo la experiencia de alguien que ya transitó este viaje.


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