Domingo, 10 de Noviembre 2024
Sábado, 05 de Octubre del 2024

"No sabía lo que había hecho, de casualidad que no se mató él también"

Esta semana se cumplieron 21 años del doble crimen perpetrado por Tulio Adorna, el caso policial más estremecedor de la historia de Funes.

Esta semana se cumplieron 21 años del doble crimen que estremeció a Funes. La noche del sábado 4 de octubre de 2003 Tulio Adorna, cansado del maltrato que le ocasionaba su padre (principalmente) lo mató sin mediar palabra. Hizo lo mismo con su hermano, cuando ambas víctimas estaban sentadas en el sofá del living de la casa preparados para ver por televisión el partido entre Newell`s y San Lorenzo.

Luego de perpetrar el ataque fue a la cocina y atacó a su madre y a su abuela, pero ambas resultaron heridas y sobrevivieron tras ser trasladadas al Hospital Centenario de Rosario. En su derrotero Tulio también se topó con su hermana, a quien sin mediar palabra le pasó por al lado. Luego se marchó. El estremecedor silencio de Tulio quedó eclipsado por los desesperados gritos de dolor y conmoción que reinaban en su casa.

La familia Adorna vivía en San José al 2400 de Funes. Una familia de clase media, quizás “acomodada” como suele decirse, de la que sus vecinos apenas sabían cosas. Alberto de 50 años era el padre de familia y junto a su esposa, Alica Travagliante, habían tenido cuatro hijos. Nadia era la más grande y al momento del doble crimen tenía 19 años. Tulio y Leandro, mellizos, tenían 17. Germán, el más chico de la casa, tenía 16. En la misma vivienda vivía la abuela de los chicos, Catalina Dártoli.

Tulio tomó esa noche un arma que su padre tenía en la pieza, una Bersa 22 que guardaba en la mesita de luz. De la pieza fue al living y sin mediar palabra ultimó a su padre y a su hermano menor. Tras herir a su madre y abuela y toparse con su hermana, a quien no atacó, se fue. Fue encontrado al mediodía siguiente “en estado de depresión y semiinconsciencia”, según relató en una crónica anterior este mismo medio, en una casa abandonada en Elorza y Dorrego

Jorge Bedouret tomó el caso siendo un joven abogado de la ciudad. “La madre golpeó la puerta de mi estudio mientras se estaban velando los restos de su esposo y de su hijo en la sala de calle Moreno. Me pidió que buscara a Tulio y pude dar con él según los datos que me dieron algunos de sus amigos. Luego de unos minutos de charla pude convencerlo de que se entregue”, recordó.

“No se mató él mismo de casualidad”, diría luego el abogado para describir el estado en que se encontraba Tulio en ese momento. Sobre el momento del crimen, el abogado dijo: “Él no sabia qué había hecho, tenía una nube, no se acordaba de nada, sólo una idea lejana, estaba enojado con él, con la vida”.

Tulio recuperó su libertad tras un extenso proceso que incluyó una autopsia psicológica al padre. Fue un trabajo inédito para la zona, a cargo del abogado y con ayuda de un cuerpo de psicólogos y psiquiatras. “El estudio arrojó resultados siniestros. Allí pudimos saber sobre la personalidad del padre, la persecución, lo poco que valoraba a Tulio y cómo lo agredía diciéndole barbaridades y degradándolo, sólo por mencionar algunas agresiones”, recordó Bedouret.

Pasaron 21 años de aquella noche que marcó para siempre la historia moderna de la ciudad de Funes. Tulio rehízo su vida, trabaja y mantiene contacto periódico con su familia.

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