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Viernes, 25 de Noviembre del 2016

Vida de Circo

<p>El detrás de bambalinas es aún más entretenido que lo que se observa arriba del escenario ¿Cómo es el detrás de escena de un espectáculo pensado para sorprender?</p>

Vanesa Fresno - InfoFunes

Vivir, viajar, volar. Reír, rodar, soñar. La vida de circo detrás de bambalinas es, ¿por qué no?, más entretenida que arriba de sus escenarios ¿Cómo es el detrás de escena de un espectáculo pensado para sorprender?

“Payasitos! Copos! Garrapiñadas!”, a coro reciben a los que ingresan a la carpa. No, no son vendedores ambulantes. Son los artistas del Cirque XXI, quienes tomaron la plaza Don Bosco, que al comienzo de cada función se encargan de dar la bienvenida a las familias. Y es que en un circo todos hacen todo.

Los payasos y acróbatas del XXI preparan horas antes de cada función todo lo necesario para que los chicos (y los grandes) pasen un mágico momento. Maquillados para salir a escena, los habitantes de esta pequeña “ciudad rodante” se encargan de que todo esté listo. Una acróbata prepara los algodones de azúcar, la directora artística limpia y ordena la boletería, una pequeña gimnasta ordena las golosinas mientras que un payaso prepara los panchos.

Son siete familias las que conviven en el circo que llegó a la ciudad hace unas semanas, parejas con sus hijos, familias circenses que recorren todo el país llevando su arte a cada rincón. Y con su arte llevan también sus vidas, en permanente mudanza. Los más chicos llevan en sus trailers, junto con sus vestuarios, mochilas y guardapolvos para asistir a clase en la escuela más cercana de la ciudad que les toque llegar. Son alumnos “golondrina” que participan de la educación formal de manera “itinerante”, asistiendo a clase en distintas escuelas al año.

En el Cirque XXI dos niñas están en esta situación: una de ellas fue a durante estas semanas a la escuela Antonio Berni y otra a la Fiscal. Ambas viven junto a sus familias en el circo y la menor es también artista del espectáculo.

Mía tiene 10 años y es una pequeña gran acróbata nacida en el circo. Paola es su mamá, tercera generación de cirqueros. Los tíos y la abuela de Mía son también acróbatas en distintos circos que recorren el país y una vez al año se reúnen en un punto acordado del mapa nacional para reencontrarse. Mía y Paola hacen juntas un número de acrobacia en telas y dejan a los espectadores boquiabiertos y con las palmas ardiendo de tanto aplaudir.

Paola contó con total naturalidad cómo es nacer y vivir en un circo. “No lo cambio por nada”, expresó tajante. Cuando terminó la secundaria, la acróbata decidió que era su momento de hacer pie en algún punto fijo y se anotó a la carrera de abogacía en la ciudad de La Plata. Pero al tiempo sintió que era necesario volver a rodar (mejor dicho a volar) y que el punto fijo tenía que seguir siendo una de las telas de las que se cuelga a metros de altura.

La jovencísima acróbata es también fan del circo en el que vive. “A ella le gusta el circo y se aburre cuando se queda mucho tiempo en un mismo lugar”, contó su mamá. El movimiento de sus cuerpos es una necesidad, que evidentemente se lleva en la sangre.

La vida de las familias que conforman al Cirque XXI transcurre cotidianamente dentro de cada una de sus casas rodantes. Cuando se “estacionan”, recorren las ciudades en las que van parando, hacen compras, pasean en sus ratos libres y conviven de manera individual y grupal. Al costado de la gran carpa se estacionan en ronda los vehículos: dos camionetas, diez remolques, ocho casas rodantes y un avión. En el centro queda un gran “patio” en el que sucede la vida en tribu.

Pero estos excelentes artistas no sólo deben ocuparse de entrenar y ensayar. Cada uno de los integrantes del circo cumple una función en el aceitado proceso que ensambla una puesta en escena gigante: El lanza cuchillos es capataz de montaje, el malabarista es el representante comercial, la bailarina principal es la directora artística y un retirado acróbata de la cama elástica es quien comanda el espectáculo.

Payasos, magos y trapecistas tienen a su cargo las tareas cotidianas previas a la función y el mantenimiento de las instalaciones móviles. No es tarea menor desplegar un espectáculo con dos funciones diarias desde hace 16 años.

Una vez que se apagan las luces comienzan las risas y la magia. El espectáculo dura dos horas y en el intervalo los mismos artistas salen de “civil” a acomodar las redes u ofrecer comidas y bebidas. Los adultos de la familia circense se destacan por su destreza y coleccionan aplausos. Pero los más chicos se lucen y sorprenden: la más peque del Cirque XXI ronda los tres años y se sube al escenario con una simpatía que enternece: baila y sonríe sin perderse ni medio paso en la coreografía. Ella sólo baila pero, al parecer, también hace magia.