Domingo, 28 de Abril 2024
Martes, 10 de Mayo del 2016

De aquí, de allá, de todas partes

<p>Helena Barbosa nació en Porto Alegre, Brasil. Pero eso es sólo una anécdota. Su espíritu aventurero la llevó por un largo periplo hasta que, hace años, ancló en Funes. </p>

Vanesa Fresno - InfoFunes

Con la parsimonia de la mujer que ha vivido mil vidas en una vida, Helena abre la puerta de su casa y nos prepara un lugar en el patio para la charla, patio que conoce y disfruta hace casi cuarenta años, cuando vino a vivir con su marido apenas se casó a Funes, cuando esta ciudad fue el punto final de una travesía de casi quince años. Esta es la historia de Helena Beatriz Barbosa.

 

“Nací en Porto Alegre, un lugar muy lindo, campestre, mucho campo, casas de madera, un lugar que de un momento para otro empezó a crecer, como en Funes”, dice esta oriunda del estado de Río Grande do Sul. “Yo vengo de familia humilde, no de familia pudiente. Mi vieja trabajaba como doméstica, era muy buena cocinera, la contrataban para banquetes, lo que son los chefs de ahora. Mi papá era jubilado, había tenido una orquesta de los 30 a los 60 años, era un viejo que se las traía. A los 60 dejó la orquesta, pero todos los instrumentos eran de él, y como tenía un collar de hijos atrás, a cada uno le dio un instrumento, como una herencia”.

 

Por recomendación de una empleadora de su madre fue que comenzó a estudiar piano. “Cuando empecé piano enseguida mi vieja no sé cómo hizo con sus ahorritos y la jubilación de mi papá me compró un piano”, pero a los años, los gustos cambiaron: “Me gustaba el piano, pero en una fiesta vi un chico con la acordeón y dije ´ese es mejor, yo si voy a una fiesta no puedo llevar el piano en la espalda´. Y le dije a mi mamá”. Luego de una negociación, logró convencerla de cambiar de instrumento.

 

Helena siguió estudiando, se recibió de maestra de música, pero el acordeón fue la que le abrió las puertas a una larga travesía: “Terminé la escuela, me agrandé y formé un conjuntito, con un muchacho que tocaba la guitarra y otro la flauta. En aquella época venía un circo al pueblo, se hacían espectáculos y la gente iba, y ahí empecé a tocar para el público. La primera vez que fui tenía un miedo tremendo, tenía miedo de caerme del escenario que era precario. Pero tuve suerte, tocábamos un ritmo medio nordestino, fácil con el acordeón”, cuenta, y agrega que su primer aventura fue una gira a Uruguaiana con una orquesta argentina manejada por Johnny Ventura, que la dejó sola, sin plata y sin acordeón. Pero eso no la desanimó, ya que buscó la revancha, primero en Uruguaiana y luego en otro grupo que terminaba su gira en Corrientes, en pos de lograr su objetivo de conocer Buenos Aires y conocer a la mujer que la deslumbraba desde las revistas: Eva Perón

 

Desde Corrientes llegó a Buenos Aires, pero tarde: “"En ese interín había muerto Eva Perón. Yo veía que la gente lloraba pero no entendía por qué porque no entendía el idioma". Volvió a Brasil y al año, por medio de un representante, volvió a Buenos Aires, y ahí ya comenzó a trabajar. “Resultó ser un buen representante que me metió en un lugar muy lindo donde trabajé mucho tiempo. Luego, me mandó a Perú, de ahí enganché otro representante que me llevó hasta la frontera de México”. Esos años fueron de gira permanente para Elena.

 

Hasta que se cansó de viajes: “Llegué a Santa Fe con un conjunto brasileño, y Santa Fe me pareció Río de Janeiro en Argentina, toda gente joven, chicos altos, mujeres rubias, y ya estaba cansada de viajar, así que decidí viajar cerca. Así caí en Rosario, y me encontré con músicos amigos que me llevaron a probarme al barco Ciudad de Rosario. Ahí decidí quedarme. Puse una peluquería y salón de belleza, traje todo el modernismo de Brasil, porque donde voy tengo que aprender algo y me largué a estudiar peluquería. Me fue muy bien, porque había aprendido a hacer brushing en Brasil y aquí nadie hacía, y se extendió por todos lados que yo peinaba distinto, ¡hasta me mandaban a buscar en avión para que vaya a peinar a las novias! Un hombre compró el depósito de alimentos de enfrente, y lo vi mirándome por debajo del delantal. Me dije ´me las va a pagar´. Terminó siendo mi marido, y por él me vine a vivir a Funes”. Allí terminaron las aventuras de Helena viajera. Pero quieta no se quedó.

 

“Fui la primera guardafaunas de Funes”, cuenta Helena. ¿Cómo es eso? Su marido, Fernando Jorge Ahumada, formaba parte de la Federación de Vecinales, y ahí fue Helena para no aburrirse. “Él estaba en la Federación, y yo tenía que encontrar algo para no quedar bajo el mando de todos los hombres de ahí. Y viendo a los cazadores por acá, que no había nada, se me ocurrió. Hice el curso de guardafaunas (tengo la manía de estudiar porque dicen que estudiar rejuvenece) y terminé dando clases en el monte tucumano. Cuando volví empecé a tomarle el gustito a enseñar, a educar para que no destruyan la fauna, ni los árboles, y fundé una biblioteca ecológica que luego destruyeron los de la Federación. Pero siempre estuve cuidando, si veía a alguien con una gomera se la sacaba, me metía con la policía a buscar a los cazadores. Eran buena gente pero no tenían noción de lo que era cuidar el medioambiente, no era como hoy”, explica.

 

Van a cumplirse casi cuarenta años de residencia casi ininterrumpida de esta música-peluquera-guardafaunas nacida en Río Grande do Sul, de esta mujer de 81 años que no los parece para nada y que en su tonada brasileña se le escapa un ”mi vieja”, cuando se refiere a su mamá. “Elegí Funes porque me casé con Fernando, y lo terminé queriendo. Antes no me aceptaban, pasaba por la calle y escuchaba los portazos, pasaba por la municipalidad y corrían las ventanas para verme, y esas son cosas que te lastiman, pero me terminaron aceptando. Me gusta, yo me quiero quedar acá, si me ofrecen tres departamentos en Rosario me quedo acá”