Sábado, 04 de Mayo 2024
Martes, 12 de Agosto del 2014

La escuela, mejor en casa

Jorge y Mariana decidieron hace un tiempo de sacar a sus niños del sistema educativo formal y educarlos en su propia casa. Una tendencia que crece.

Florencia Segata / InfoFunes
"¿Por qué no podemos estudiar con vos en casa si a la maestra no le entendemos y a vos sí?". Eso fue lo que le planteaban sus pequeños hijos a Mariana Quintero. Y ella no sabía que responderles. 

Todo empezó una vez que Paz, su hija de 11 años, no entendió la explicación que su maestra le dio el día que quiso enseñarle a dividir. En la casa de la familia Mensur-Quintero, Mariana desplegó todo su esmero para ensañarle como era eso de las divisiones. "¿Por qué a vos te entiendo y a la profesora no?", le preguntó. Para colmo, Ian y Teo, los mellizos de 9 años, que estaban en la misma mesa, también aprendieron a dividir, en su caso prematuramente. 

Esas cosas fueron las que comenzaron a hacer pensar a Jorge Mensur y a Mariana Quintero en la posibilidad de sacar a sus niños del sistema educativo formal y educarlos en su propia casa. "Yo hasta ese momento desconocía la opción de poder educar a tus hijos en casa. Fueron dos años de tortura, de búsqueda, hasta que encontré que la opción podía ser posible y no dudé un instante", cuenta Mariana. 

Esos dos años a los que hace referencia fueron los dos primeros de los mellizos en la escuela primaria. "Empezaron primer grado con una emoción impresionante y el primer día salieron de ahí y me dijeron: <<No queremos venir más>>. Fueron dos años de llorar todas las mañanas para ir a 
la escuela, no querer ir nunca, no querer hacer la tarea, el mínimo esfuerzo. Entonces yo dije: hasta acá llegue. Yo me dedico a ellos desde siempre y la hora de las tareas era un esfuerzo titánico", cuenta.
 
Desde siempre habían intentado mandar a sus hijos a colegios con formatos educativos alternativos, tipo Waldorf, o con pedagogías como las usadas por las hermanas Cossettini, más ancladas en lo humano y lo artístico. Pero nunca lo habían encontrado. Su desconfianza hacía el 
sistema formal venía de largo. 

"Yo me horrorizaba cuando veía los cuadernos de plástica, ¿vos qué entendés? Plástica, dibujo, pintura… que la maestra le de papel, lápiz, pinturitas y que creen, un tema a lo sumo, investigamos sobre los árboles y dibujamos. No, la maestra venía con la casita recortadita en cartoncito y ellos 
lo que hacían era cortarle el cuadradito a la puertita y pegaban. Entonces los mellizos, que iban a distintos grados, tenían el mismo trabajo hecho en distintos cuadernos, en distintas aulas. Entonces vos decís, ¿qué está pasando acá? No puede ser, porque ellos son completamente 
diferentes, no pueden tener el mismo cuaderno", explica Mariana una de las aristas de su disconformidad.
 
Todos estudiaban en la Fiscal 125 hasta que este año abandonaron la educación formal para pasar a ser educados en su casa, algo que se conoce como homeschooling (educación en el hogar). Según Mariana en todo el país hay al menos mil familias que han decidido volver a las fuentes, educar como se hacía antaño, cuando no existían las escuelas. 

Dentro del homeschooling hay distintas modalidades: están quienes enseñan las mismas curriculas que las escuelas y a fin de años hacen rendir libres a sus hijos, y en el otro extremo están quienes no siguen ninguna currícula académica. En este último sector del espectro se ubica la familia 
Mensur-Quintero. 

Su hija más grande, Luz, que tiene solo 13 años, terminó la primeria el año pasado y este año comenzó a estudiar para ser chef en una escuela de cocina rosarina. Para aceptarla, en el instituto solo exigieron una autorización de los padres, es que ella es la única menor del curso. "Mirá, no 
me busques más escuelas porque yo no voy a ir a ninguna. Quiero estudiar cocina", fue lo que les dijo Luz el año pasado, cuando sus padres ya se habían exprimido los sesos pensando en que escuela "depositar su cerebro". 

En este hogar la educación es libre, Mariana, que se dedica exclusivamente a sus hijos, no "baja" contenidos, todo surge a partir de la exploración, de los juegos, de las inquietudes propias de las niños; tampoco hay horario de aprendizaje, es constante, el juego no se distingue del aprender. 
"Es todo el tiempo haciendo, no es teórico. La huerta, por ejemplo, es una fuente de aprendizaje", cuenta. "Generalmente arranca uno y después se enganchan todos por igual", dice Jorge. 

"A pesar de la diferencia de edad cada uno hace lo que puede de acuerdo a sus posibilidades, entonces se ayudan entre ellos, arman un equipo de trabajo perfecto. Que esa es otra de las cosas que le falta a la escuela, porque el grande se siente importante cuando puede ayudar al más 
chiquitito y deja de haber competencia, porque lo estoy ayudando, le estoy mostrando lo que se. Y el chiquitito lo mira al grande y dice: guau, cuanto que sabe", cuenta Mariana, que esta semana terminó su mandato como tesorera del Fondo de Asistencia Educativa (FAE) por parte de la 
cooperadora escolar. Fue viendo el sistema desde adentro que dice haberse convencido del gran problema de la educación formal ("al Estado no le importa que los chicos piensen", dice). 

Pensando a futuro dicen no tener miedo de los requisitos de certificados de estudios que exige la universidad en el caso de que sus hijos quieran estudiar una carrera. "Pueden estudiar en un Eempa si es necesario, hay muchas formas. No me preocupa porque sé que cuando necesiten el 
conocimiento puntual, por ejemplo si alguno quiere ser arquitecto va a necesitar saber de medidas, matemática… se va a sentar y lo va a estudiar ¿Por qué? Porque lo necesita porque quiere ser arquitecto", dice Mariana. 

"Los resultados los vamos a ver a largo plazo, ahí veremos si resultó bien", dice. ¿Será complicado cuando los chicos transiten la adolescencia y encuentren necesario revelarse de sus padres, que en este caso serán también quienes estén al frente de su educación? Se verá. Por ahora los chicos son la envidia de sus ex compañeros de escuela.