“He tenido la suerte de arreglar muchas cosas entre los vecinos”
Fue Jueza de Paz de Funes durante 32 años hasta su jubilación, hace 8 meses. En está nota, Mabel Morán recuerda sus primeros años, cuando el Juzgado funcionaba "en un garaje al lado del dispensario" y su rol como amigable componedora de conflictos entre vecinos.
Pasaron 8 meses desde aquel emotivo día en que Mabel Morán dejara de habitar las oficinas de General Paz y Moreno. Mucho recuerda Mabel aquellos días de congoja en que la comunidad la homenajeo con una misa. Después de 32 años al frente del Juzgado de Paz y el Registro Civil de la ciudad es lógico que se sienta extraña sin desarrollar la labor de amigable componedora. Pero para ella terminó el tiempo del trabajo y empezó el tiempo de la familia.
"Yo jamás di una nota en 32 años", avisa Mabel al iniciarse la charla. Enseguida recuerda el mes de noviembre del año 79, cuando ingresó al juzgado con tan solo 27 años. "El juzgado funcionaba en un garaje que nos había proporcionado la municipalidad, al lado del dispensario. Teníamos un lugarcito atrás, con un saloncito chiquito, donde era mi despacho y en la parte de adelante hacíamos los casamientos". En ese mismo lugar se guardaba la ambulancia y dormía el ambulancista. "No teníamos baño, íbamos al de la municipalidad", cuenta.
De todas las funciones que debió cumplir al frente del juzgado su preferida era la de amigable componedor, arreglar conflictos entre vecinos. "Unís a las partes, a los vecinos y llegás a un acuerdo. Al Juzgado de Paz llega todo, si tienen problemas los vecinos, si el árbol le cae las ramas a la pileta, cuestiones con la medianera, problemas de familia. Entonces uno trata de realizar la mejor tarea posible. He tenido la suerte de arreglar muchas cosas entre los vecinos. Siempre tratando de hablar, inclusive en las parejas, una palabra de aliento, un consejo…"
También disfrutaba los casamientos. "A mí siempre me gustaron, aparte porque conocía a la gente, conocía a los chicos de chicos. Sentía un afecto especial", agrega. Hay un hecho que marca su larga trayectoria: en los últimos tiempos llegó a casar a los hijos de parejas que había casado mucho tiempo atrás.
Hoy, mientras la ciudad sigue aguardando el nombramiento del nuevo juez, Mabel agradece el permanente reconocimiento que recibe cada vez que un vecino la cruza por la calle. Ella ya quedó en la historia de la comunidad: fue la primera juez mujer y también la primera en celebrar un matrimonio igualitario. Pero seguramente será más recordada como la jueza que siempre estaba. "El pensamiento que a mí me rigió siempre es el servicio a la comunidad, eso fue a lo que yo siempre me aboque", dice orgullosa.
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