El silencioso trabajo de las cooperadoras escolares
Son fundamentales para sostener la estructura de las escuelas públicas del país. Para entender su compromiso, valorar su esfuerzo y conocer su funcionamiento, InfoFunes dialogó con los presidentes de las cooperadoras de las escuelas 125, 398, 1061 y 1388.
Para entender el funcionamiento de las cooperadoras escolares en primera persona, InfoFunes dialogó con los presidentes de las cooperadoras de las cuatro escuelas públicas de la ciudad: Mariana Villanúa, de la 1388; Pedro Otero, de la 1061; Graciela Ruiz Díaz, de la 398; y Mariana Quinteros, de la 125. Todos coinciden en definir a las cooperadoras como un espacio que "acompaña a los docentes y los niños", que tiene como objetivo "que el paso por la escuela sea lo más lindo y cómodo posible".
La tarea fundamental de las cooperadoras es ayudar a las escuelas en el funcionamiento propio de la institución, cubriendo necesidades en forma más rápida y efectiva que el propio Estado. Las actividades mencionadas por los presidentes van desde "pintar paredes exteriores e interiores", hasta "equipar el laboratorio, el gimnasio y la biblioteca".
Y puesto que el funcionamiento de este tipo de asociaciones es netamente solidario, los medios económicos para solventar las distintas necesidades parten de los padres de la escuela. En todos los casos mencionados, las cooperadoras cobran una cuota mensual que se fija una vez al año en asamblea y, además de este ingreso de dinero, tienen a su cargo la organización de un gran evento anual: rifas, bingos, un té canasta, o hasta una feria que incluye la venta de productos artesanales.
"El Estado ayuda mucho y siempre está. Pero tiene otros tiempos y si nosotros pedimos algo quizás llega de un año para otro", mencionó Ruiz Díaz. Por su parte, Villanúa mencionó que "su función es acompañar al Estado para que la escuela se mantenga y funcione".
Cada escuela tiene una realidad particular y es tarea de todos ayudar. La 1388, cuenta Villanúa "es una escuela vacía, es una escuela nueva". Pero nada los detuvo y en poco tiempo desde la cooperadora, la "segunda casa de los chicos" se fue equipando con todo lo necesario para funcionar. "Trabajamos desde la solidaridad y enseñando a compartir. Gracias a eso pudimos comprar todo lo que los chicos necesitan: juegos didácticos, mapas, artículos de limpieza, arreglos de cosas que se van rompiendo", señaló Villanúa.
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