Viernes, 29 de Noviembre 2024
Viernes, 19 de Agosto del 2022

Una vacuna para el alma

Nota de opinión, por Jorge Cánepa.

UNA VACUNA PARA EL ALMA

Una de las mayores tragedias de este tiempo es haber perdido la confianza en el prójimo.

Que la palabra haya desaparecido como firma, que las promesas no se cumplan y que el engaño sea moneda corriente entre los que nos piden el voto, nos llevó a un estado de incredulidad generalizada, de desilusión y de duda permanente.

Es posible mentir sin pagar las consecuencias?. Parece que si.

El regreso repetido de personas que aseguraron que iban a hacer mucho, que hicieron muy poco y que vuelven, para repetir el episodio, es casi normal.

Está generalizado el pensamiento de lo irremediable y la gran ausente, es la esperanza.


Todos dudan de todo. Un gran proyecto puede morir de incredulidad por desconfianza en quien lo anuncia.

Todo esto es palpable, cotidiano y doloroso.

Es difícil vivir en una comunidad de adversarios. 


Todo esto pensaba, mientras, rodeado de rostros con sonrisas de bondad, esperaba ser vacunado, mientras vivía una experiencia extraordinaria y novedosa.

Hijos y nietos que acompañaban a padres y abuelos, veían que por fin a los viejos no les habían mentido, ni maltratado, ni postergado, y que esos viejos estaban felices. 

Se escuchaba: "Hay que tomar mucho helado.." "Dicen que no duele nada..."

"Si, me trajo mi hijo, pobre...dejó el negocio....", "Hola Carmen.. viste que nos tocó..."


Funes ñera una fiesta, y yo, un viejo más, festejando.


Me fui pensando en Funes. El lugar elegido, el de todos los verdes, el de las flores y la brisa perfumada. Y el de los desacuerdos y las discusiones pírricas.


Ojalá se entienda que las políticas de estado deben tener continuidad, sin importar quiénes las impulsan. Que los que conduzcan mañana no pregunten quienes la empezaron.

Funes es un jardín y es de todos. Es un buen momento para ayudar, para controlar, para aportar y para entender que todos tenemos la obligación de elevar la mirada, a la altura de nuestros sueños.

Y tal vez los viejos, recuperemos la esperanza.


Jorge Cánepa

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