Pequeña semilla, gran cosecha
Julián Moreno tiene 41 años. Es huertero en el Vivero Inclusivo Municipal y dibuja la ciudad. Tiene una discapacidad que lejos de encerrarlo lo hace más libre. Su historia.
“A los quince años mi papá me enseñó a tomarme un colectivo para ir a Rosario, hacíamos como un teatro en casa; ponía una silla, un lugar donde tocar el timbre, y hacíamos como que viajaba y él era el chofer: ´Vos no te hagas problema que el colectivo para, decile al chofer si te pasas de largo y preguntá´, me decía. Y ahí empecé a moverme solo, me iba a los centros de día solo; cuando él estaba internado lo iba a visitar”.
Julián Moreno tiene ahora 41 años, en un mes cumple un año más. Es huertero, un oficio que profesionalizó en el Vivero Inclusivo Municipal. Tiene su propia huerta agroecológica “El Ceibo”, un rincón de tierra que armó en un terreno familiar en La Tradición y Espora, donde cuida, produce y vende semillas o plantines. Cuando no trabaja la tierra pinta, pinta todo lo que ve y lo que recuerda.
La anécdota que cuenta como al pasar, cuando ya había finalizado esta entrevista, lo pinta de pies a cabeza. El y “su pequeña capacidad especial” están hechos de tenacidad y confianza, dos atributos que son a su vez propios y heredados, que se germinan con paciencia y cuidado como las plantas que él aprendió a cuidar.
Desde hace más de 25, Julián asiste a terapias de todo tipo en distintos centros de día. Una de ellas fue la pintura, pero empezó como terapia y se convirtió en pasión. Pasó de la acuarela y témperas a rebuscárselas con lo que tenía a mano para pintar; hace unos años eligió Paint para hacerlo desde su compu. “Una vez en un centro de día vi a una profe que pintaba unas cosas hermosas y yo pensaba que deberían ser cuadros. Así empecé, me gustaban los museos, era fanático de Molina Campos. De chico copiaba los cuadros que salían en las revistas”, contó.
Después de pintar a sus amigos, familias y todos los paisajes que alguna vez vio, Julián decidió seguir pintando lo que más quiere: fue registrando las fachadas de casi todo Funes. De cada dibujo que hace tiene una historia para contar. Sabe de quién es y de quién fue esa casa, quién vivía en esa cuadra, en qué año pasó cada cosa que cuenta.
A fines del año pasado decidió, y obviamente logró, exponer sus dibujos en una muestra de arte. Con ayuda de su psicóloga y de “las señoras de Sipea que me ayudaron un montón”, encontraron un lugar, imprimieron y encuadraron sus dibujos y armaron el evento. La muestra se llamó “Pequeña semilla, gran cosecha”.
-¿Qué les dirías a alguien que tiene una discapacidad?
Que se animen a hacer cosas, animarlos para que aprendan como yo aprendí. Aprendí mucho bajo los tratamientos que tuve, por los que mi mamá y mi papá se movieron mucho toda la vida, yo logré ser alguien. No hubiera sido nada, no hubiera tenido esto, no hubiera podido salir a andar en bicicleta, porque aparte de dibujar y hacer huertas, yo sé hacer trámites, me muevo solo. Yo tengo una pequeña discapacidad pero una gran capacidad para trabajar
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