Las consecuencias políticas de la dolorosa partida de Gabriela Jakubowski
El fallecimiento de la concejala golpeó a una clase política y una ciudad que todavía se recuperan. Cuáles son las consecuencias, qué planeaba, y un pequeño homenaje a quien postergó su vida y salud por poner el cuerpo frente a la crisis sanitaria más grande de la historia de Funes
Repentina, inesperada, dolorosa. La partida de Gabriela Jakubowski sacudió a toda la ciudad, que perdió a una servidora pública de excelencia, una concejala dedicada y una persona amable, bondadosa y generosa. En la entrega de hoy de esta columna se hablarán cosas que suenan banales ante su impensada ausencia, como por ejemplo quién era Gabriela en el esquema político funense, cuáles eran sus proyectos, quién la reemplazará en el Concejo, cuáles son las consecuencias políticas de su fallecimiento, pero porque así es el trabajo. Obligados a eso, entonces, sería una hipocresía no comenzar con el pequeño homenaje que son estas palabras a quien se postergó a sí misma, su familia y su salud para poner el cuerpo en la primera línea de batalla ante la crisis sanitaria más grande de la historia de Funes. De parte de quien esto escribe, respeto y condolencias a sus afectos.
Gabriela Jakubowski estaba a las puertas de una transformación en su vida pública. Había comenzado el proceso para pasar de ser un cuadro técnico de excelencia a ser una dirigente política hecha y derecha, con un futuro previsiblemente fructífero. Su nombre se había hecho conocido al asumir la secretaría de salud en el momento más álgido de la pandemia, obligada a hacerle frente comandando primero la gestión de la crisis y luego la campaña de vacunación. Sindicada por muchos que la rodearon como “una máquina de trabajar”, vivió más de un año enteramente dedicada a la lucha contra el covid, sin lugar en su vida para ninguna otra cosa, lo que le valió el respeto y reconocimiento de sus compañeros de gabinete, quienes hoy recuerdan su trato amoroso y casi maternal con ellos, no solo genuinamente preocupada por sus trabajos sino también por sus cuestiones personales.
La buena imagen y el conocimiento entre los funenses que había construido casi sin querer mientras gestionaba la pandemia la llevaron a ser elegida por el intendente Santacroce para ser la candidata del peronismo en las elecciones del año pasado. Allí comenzó su viraje a profesional de la política (en el buen sentido del término). En su primera experiencia como cabeza de lista, en una campaña en la que no se la vio del todo cómoda, representando a un espacio político que se encaminaba a una derrota segura provincial y nacional, logró remontar una elección que había quedado muy difícil para el peronismo local en las primarias y se transformó en la candidata peronista más votada de la historia de la ciudad, ganándose el derecho a ser concejal y transformándose en la segunda figura más conocida y traccionante del oficialismo local detrás del propio intendente Santacroce. A pesar de eso, y como un botón de muestra de su forma de ser, se lamentó convencida de que con un poco más la elección era ganable.
Asumió su banca en el Concejo y tomó una decisión: sin prisa pero sin pausa, cuidando las formas, convencida de que su destino local estaba inescindiblemente unido al de Santacroce, a quien reconocía como jefe político y cuya gestión valoraba y defendía convencida, comenzó a construir política desde el vamos en el cuerpo legislativo. Se rodeó de algunos técnicos en pos de su intención de hacer política más seriamente, se apropió de algunos temas y empezó a trabajarlos, buscando mostrarse disponible y atenta con los vecinos y ser un enlace confiable y resolutivo para ellos con el ejecutivo. El suyo era un proyecto que dependería de la constancia, que sabía a muy largo plazo, de a un granito de arena por día. Un proyecto que quería poner al servicio del peronismo funense y que quedó trunco por la fatalidad de su ausencia.
Quien ocupó la banca de Gabriela es Adriana Arce. ¿Quién es Adriana Arce? La flamante concejala asumió en 2019 como coordinadora de acción social en su primer cargo público. Conoció a Santacroce a través del vínculo ya añejo de este con los templos y pastores de la religión evangélica de la ciudad. Arce, cristiana evangélica, llevaba adelante una tarea social reconocida en la comunidad del templo al que asistía y fue por eso que, luego de ganar las elecciones, el intendente le ofreció el cargo. “Es una mujer que prefiere tener recuerdos con su familia en la mesita de luz que un monolito en una plaza”, graficó una fuente de la gestión que la conoce. “Es humilde, tiene los pies en la tierra y sabe la responsabilidad que tiene”, agregó la misma garganta.
Su proceso fue parecido al de Jakubowski: durante la pandemia fue de las funcionarias con más trabajo, ya que la cartera que comandaba vio multiplicadas sus tareas producto de la crisis que azotaba. Quienes vivieron esa etapa de cerca la reconocen como una de las representantes del ejecutivo que más caminó la calle en esa época difícil y una de las que mejor se adaptó a la post pandemia, motorizando varios proyectos desde su cargo al que ahora el ejecutivo le tendrá que buscar reemplazante (no hay nombres aún, dicho sea de paso). “No es una mina con perfil técnico, su fuerte es lo humano”, explicó alguien que trabajó con ella en el ejecutivo, quien agregó que “puede tranquilamente hacerse cargo de la tarea que le toca ahora, aunque lógicamente tendrá que adaptarse a la tarea legislativa”. Para eso, cobra importancia el rol de Nacho Leishner, secretario privado del intendente, ex candidato a concejal del Movimiento Evita, sindicado por varios miembros del oficialismo como el encargado de acompañar a Arce en su transición y adaptación a un cargo que no esperaba asumir. Leishner, paradojas del destino, también era muy cercano a Jakubowski.
Sin embargo, quien más pierde en el escenario política con el fallecimiento de la Gabriela es el peronismo funense. No solo por la pérdida de un cuadro técnico sólido, testeado y aprobado en combate en una cuestión siempre de alto voltaje como salud, sino también por la pérdida de una dirigente política con trascendencia y conocimiento en el electorado, quizás la única carta que tenía el peronismo para tirar a la mesa y mantenerse competitivo en el caso de que Santacroce logre una proyección del otro lado de la frontera local, una hipótesis que nadie tiene como principal pero tampoco nadie se anima a descartar. Por eso sentirá su ausencia el peronismo. Por tantas otras cosas, algunas mencionadas en estos párrafos, la lloró y la extrañará todo Funes.
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