Viernes, 29 de Marzo 2024
Sábado, 15 de Mayo del 2021

La dueña: Modesta Ávila, olvidada de la historia

Funes podría (¿debería?) llamarse Ávila. Ser mujer en las hurras del Siglo XIX fue suficiente para que la historia le guarde un ingrato sitial a Modesta Ávila, quien fuera "la dueña de la ciudad".

El relato histórico de cómo nació el pueblo de San José, también conocido como San José de Ávila, llamado luego Funes por el capricho ególatra de un político terrateniente, le asignó un injusto lugar a Modesta, de enemiga del progreso.

Hija de Manuela Colomero y José Ávila, quien le legó las tierras, Modesta se casó con Tomás de la Torre y Zúñiga, un dandy hábil para los negocios que frecuentaba el Jockey Club y la Bolsa de Comercio de Rosario.

En esos ámbitos donde mandaba la masculinidad, De la Torre sintió el afán de subirse a la ola colonizadora que cundía en la época. Pero les compartía a sus contertulios el drama de que su esposa se negara a subdividir las tierras que había heredado de sus padres.

Según el historiador Plácido Grela en su libro Loma de Ávila, De la Torre "tuvo que valerse de su ingenio y su intuición" para convencer a Modesta de subdividir las tierras para colonizarlas.

Modesta no quería saber nada con vender sus tierras y prefería seguir explotándolas para sí. Para Grela, Ávila se resistía por ser una mujer de "mentalidad conservadora", una calificación injusta. ¿Por qué injusta? Basta con mirar el contexto.

“La legislación del momento establecía que la mujer estaba en la misma condición que un demente o un débil de carácter y siempre un varón tenía que ejercer como tutor o encargado”, cuenta la historiadora funense Hebe Viglione.

A finales del Siglo XIX, las mujeres no podían hacer negocios con la tierra, aunque ésta les perteneciera. Sólo podían negociar los arriendos. “La única posibilidad que tenía Modesta de hacer un dinero propio era alquilando las tierras”, explica Viglione.

La historiadora funense cree necesario reparar la imagen de doña Ávila del sambenito que le colgó Grela. “Modesta era conservadora, pero de lo suyo, de sus propiedades. Se negaba a ser despojada de lo único que tenía”, dice Viglione.

Modesta tenía todo, pero nada le pertenecía. Espléndidas casonas en Rosario, sirvientes, cocineras, mucamas, trajes fabulosos, el lujo de los nuevos ricos de fines del 1800 y principios del 1900. Pero en su testamento, apenas si pudo legarle a sus hijas algunos elementos personales.

“Modesta no podía poseer sus riquezas, no podía donar vacas o caballos, aunque fuera a lo que se dedicaba, apenas si puede dejarles en su testamento cepillos, broches de pelo, prendedores de capas, ropa de cama, alguna silla, cosas menores”, cuenta Viglione.

El olvido

Vaya a saber qué ingenio e intuición habrá sabido usar De la Torre, pero finalmente convenció a Modesta de convertir sus tierras en un pueblo. El 23 de septiembre de 1883, De la Torre consiguió un poder firmado por Modesta: "Extiendo poder general amplio tan bastante cual derecho, para que en su nombre y representando su persona, acciones y derechos puede entender y entienda en todos los asuntos judiciales y extrajudiciales, causas y negocios que actualmente tenga y en lo sucesivo se le ocurra, ya sean civiles o comerciales, correccionales, criminales o de cualquier otra naturaleza".

Con ese poder, De la Torre le vendió al Central Argentino dos terrenos, a cambio de 400 pesos fuertes, para crear allí la estación de bandera Ávila.

En septiembre de 1888, Tomás De la Torre dio por hecha su labor colonizadora y le vendió las tierras del incipiente pueblo San José a Pedro Lino Funes, un joven empresario cordobés que había llegado a Rosario con afán colonizador.

Funes era cuñado de Julio Argentino Roca, amo y señor de la escena política de aquellos años. Pertenecía al Partido Autonomista Nacional (PAN), con el que llegó a ser diputado provincial y vicegobernador de Santa Fe.

“Su actitud era parecida a los políticos ingleses de la época victoriana, atraídos por el progreso y la riqueza, por el poderío del país, más que por el perfeccionamiento del sufragio, la mejora de la clase obrera y la cultura social”, lo describieron los autores Alicia Castagna, José Luis Pellegrini y María Lidia Woelflin en "Rosario, historias de aquí a la vuelta".

Cinco años después de comprar las tierras de San José de Ávila, en 1893 Funes gestionó ante la Compañía Central Argentino el cambio de nombre de la Estación Ávila por el de Estación Funes. Berretín de un hombre rico y poderoso que se había dado el gusto de tener su propia plaza de toros en la esquina de las actuales calles Córdoba y Dorrego, en Rosario.

El domingo 27 de agosto de ese año, los periódicos rosarinos publicaron este aviso:

"ESTACIÓN ÁVILA - FUNES. Se hace saber al público que, con el consentimiento del excelentísimo gobierno nacional, desde la fecha, domingo 27 de agosto de 1893, el nombre de la estación AVILA será cambiado por el de Funes.

Rosario, agosto de 1893.

La administración del F.C.C.A.".

La empresa cambió el cartel de madera que rezaba el nombre de Ávila y colocó uno nuevo que decía ESTACIÓN FUNES. Según la versión oral de vecinos citadas por Grela, el cambio de nombre provocó la indignación de muchos habitantes de la zona, que llegaron a apedrear el nuevo letrero porque consideraban que no existían motivos valederos para el cambio de denominación.

El nombre de Modesta se fue sepultando en el olvido. Hace algunos años, en 2017, perdió la plazoleta de San Nicolás y Moreno, en Funes R, que llevaba su nombre y fue rebautizada Pili Capella en homenaje a la reconocida vecinalista. Hoy sólo conserva una calle con su nombre. Son apenas ocho cuadras al norte de la ciudad, en el barrio Vélez Sársfield. 

Queda flotando la pregunta de si, quizás, no es merecedora de algo más.

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