Es de Funes, tiene 12 años y ya empezó una carrera universitaria en Rosario
Cursa el dictado de clases de la diplomatura en Community Management, un hecho sin antecedentes en la ciudad vecina o en Buenos Aires.

Lara Ghione (@lara.ghioneok) cumplió sus 12 años hace apenas unos días Y es la primera nena en Rosario y Buenos Aires en cursar una carrera universitaria, la de Community Management en la Universidad Abierta Interamericana (UAI). Lo hace de manera virtual, pero a diario cursa el sexto grado en el Colegio Biró, de Fisherton. A los seis años le diagnosticaron Alta Capacidad, respuesta a que haya dicho sus primeras palabras a los seis meses, que haya gateado desde los cinco meses y que a los dos años le preguntara a Yamila, su mamá, si “Manuel Belgrano creó la bandera celeste y blanca por votación”. A ella le hubiera gustado que sea “rosa y amarilla”. Su diagnóstico también acompaña el de TDH (Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad) y sus más de 160 centímetros de estatura se suelen chocar con casi todo lo que está en su camino.
Hoy, Lara, con un IQ (coeficiente intelectual) de 132, cuando el promedio de un adulto suele ser entre 70 y 130, podría estar cursando el ciclo secundario, tal manifestaron sus doctores, pero su familia eligió que continúe en la primaria para mantener sus vínculos afectivos y “no quemar etapas”.
Desde hace también unos días es una alumna más de la universidad, pero al mismo tiempo disfruta de sus clases de danza, ama el K-pop, practica vóley, le encanta leer y disfrutar con sus amigos, todos de su misma edad.
“Según la ley, en Argentina debes ser mayor de 18 años para, luego de haber terminado el secundario, comenzar tus estudios universitarios, y si no lo finalizaste, tenes que tener más de 25 años. Pero con Lara hicieron una excepción por su capacidad, que bien pudo demostrar”, dijo su mamá a este medio y agregó que “la decisión que de cursara online fue más que nada para equilibrar la clase, que ella no se sintiera rara ni la miren así”.
Pero no todo fue fácil. Si bien a los cuatro meses de nacida recién salió del hospital en el que nació por no poder asimilar ningún líquido (lo cual la llevó a un grado importante de desnutrición) Lara comenzó a comer de a poco tanto sólido como líquido a esa edad por indicación médica. En jardín, por un lado estuvo en Rosario, donde con sólo un año compartía sus días con los de 3, ya sabiendo colores y vocales. Pero la de 5 años la cursó en Funes, donde tenía un compañero con TEA (Trastorno del espectro autista), su maestra le llamó la atención, y Lara le dijo a la docente que era “una intolerante”, razón por la cual casi la suspenden del lugar. Añ año siguiente, en la misma escuela y en primer grado (pleno 2020, año de la pandemia), como ya manejaba herramientas de edición como Canva y Capcut, directivos del colegio le dijeron que le aprobaban el grado, pero que no se conectara a las clases virtuales por zoom porque, supuestamente, “iba a distraer a los alumnos”.
Tras esa experiencia y luego de que seis colegios en Funes no la aceptaran por admitir que “no estaban preparados” Lara encontró en un colegio de Fisherton la libertad plena para ser quien es. Y la contención emocional necesaria para que transite su vida de la mejor manera posible, además del apoyo recibido en esta y otras instancias por la Asociación de Altas Capacidades. Tanto así que en tercer grado brindó una charla sobre bullying a sus compañeros y años después realizó un curso de programación en la Universidad Tecnológica Nacional (UTN).
“Mis amigos y compañeros me apoyan mucho, voy a la escuela por ellos, porque los temas ya los conozco, pero me gusta que me traten así, como una más. Aparte soy de hablar mucho, así que enseguida me hago amigos por todos lados”, dijo Lara y comentó que le encanta todo lo relacionado al arte escénico. “Menos dibujar, que ahí no me va muy bien”, soltó.
Es más, dijo ser fan de las comedias del cine argentino, y que vio “El robo del siglo” unas 14 veces porque la deslumbró el ingenio para crear dicho plan. También sigue la carrera de Diego Peretti, de Adrián Suar, le gusta “Stranger Things” (de Netflix) y a su vez mira cada vez que puede el film animado “Las guerreras del K-pop”.
Le encantan las “bolucompras”, sobre todo aquello que la distraiga. Al mismo tiempo, ama leer, y recomendó “Me llamo Goa”, de Míriam Tirado, que trata sobre el inicio de la adolescencia. “Sé que es mi nueva etapa en la vida y quiero saber qué me espera, entender cómo me siento y cómo llevarlo adelante”, dijo. Porque, más allá de su inteligencia destacable, física y emocionalmente no deja de ser una nena de 12 años.
Es por eso que, delante de su madre, recordó que espera “recibir regalos por el día de las infancias hasta los 35 años” (risas).
Pero eso no es todo, gracias a su padre, matemático, aprendió de pequeña sobre educación financiera, por lo cual ahorra su dinero en bonos.
“Compartimos plenamente el mensaje de la Asociación de Atlas Capacidades. Creemos que es clave visibilizar estos logros para que más chicos puedan desarrollar su talento sin límites”, dijo su mamá.
Antecedentes familiares
El diagnóstico de Lara le permitió a Yamila tener el propio. “Tengo 37 años y tres carreras. No sabía, pero yo también tengo un cerebro neurodivergente, siempre fui hiperactiva, siempre fui ‘la rara’, pero muy extrovertida, como lo es Lara, algo poco común en quienes tenemos esta condición”, resumió.
Además, Lara afirmó que le encanta el markeeting y las redes sociales como nuevas vías de comunicación. “Estamos en pleno 2025 y tenemos que aprender a usarlas, es importante. Entiendo que para muchos pueda resultar difícil, o simplemente no se atreven por ser algo nuevo, pero mi bisabuela tiene 94 años y usa las redes mejor que yo, así que si ella pudo, todos lo pueden hacer”, sostuvo.
Para finalizar, Yamila destacó la importancia de que padres y docentes impulsen a niños y niñas a explotar al máximo sus dones. “Seguir al sistema educativo de hoy puede truncar el crecimiento, hay muchos chicos que puedan hacer cosas increíbles y si tienen este diagnóstico, los obligan a sólo hacer lo que corresponde a la currícula y terminan deprimidos o incluso medicados, lo cual me parece terrible. Lo concreto –remarcó- es que, aunque no se tenga un IQ de 132, si a tu hija le encanta dibujar y ves que tiene ese talento, o para algún deporte, lo que sea, estemos atentos y acompañemos ese crecimiento. Ojalá pronto los mismos docentes se hagan eco de estos casos”.
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