La basura no existe donde hay una compostera
Si todavía no investigaste lo fácil que es compostar residuos orgánicos, podes aprovechar la cuarentena para aprender cómo hacer de un rincón de tu hogar un verdadero mundo vivo a pequeña escala.
El compostaje de residuos orgánicos es una de las acciones que impulsó siempre Huella Ecológica, pero este 2020 decidieron poner al compost en el centro de escena, y generaron una acción que superó cualquier expectativa. Aliados con distintas organizaciones ecologistas de todo el país, impulsaron la campaña del “Mes del Compostaje” a la que adhirió hasta el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible de la Nación.
En simultáneo al inicio de la cuarentena decretada por la pandemia, el Mes del Compostaje se impuso como consigna en redes sociales y en los grupos que crearon para difundir cómo hacer compost se sumaron miles y miles. Pasaron de ser unos 7 mil en todo el país a más de 40 mil ciudadanos promoviendo acciones de cuidados del planeta, a reducir la disposición final de residuos y aprovecharlos para crear tierra fértil para plantas y huertas.
El compost es un proceso de transformación de la materia orgánica en un abono natural, es un proceso que la tierra hace permanentemente cuando hay materia viva. “Cualquier material orgánico que cae sobre el suelo va a volver a ser suelo”, explica Mariana Jaroslavsky, una porteña que junto al funense Mario Parodi es parte de la campaña del Mes del Compostaje. “Ese proceso a veces es difícil que las personas en las ciudades comprendan que lo pueden reproducir. El compost invita a recrear ese ciclo de la naturaleza en cualquier espacio”, contó Mariana.
La “receta” del compost es una mezcla de cualquier residuo orgánico (restos de frutas y verduras, cáscaras de huevo, etc) + carbono + nitrógeno. Se procesan restos de comida principalmente, agregando también igual cantidad (en volumen) de restos ricos en carbono –hojas secas, viruta de madera, ramitas, cartón, papel- . Ese material regula el nivel de humedad haciendo la mezcla homogénea y genera espacio por donde pueda circular el oxígeno. Estas son las cualidades fundamentales para lograr un compost de descomposición aeróbica sin mal olor.
Porque no, el compost no produce mal olor. Se puede destinar cualquier rincón con sombra en el jardín para hacer compost. En un pozo, en un cajón de verduras sobre el césped, en una de las tantas composteras que se pueden hacer en casa. Las opciones son muchísimas y los beneficios no tienen techo. El primer impacto se ve en la disposión de lo que mal llamamos “basura”. Lo que cada familia tira como desecho se reduce un mínimo del 50 por ciento si se tiene una compostera.
Es así como lo que se considera desecho se puede convertir con gran facilidad en un recurso. “La basura no existe, existe la indiferencia y la irresponsabilidad con nuestros consumos. Es algo estructurado culturalmente: de lo que no me hago responsable lo tiro en una bolsa y alguien se hará cargo. Pero lo que ocurre es que lo que no se composta se pudre, y forma parte de los 5 mil basurales que hay en Argentina, que drenan agua contaminada, que generan gases de efecto invernadero”, explicó Jaroslavsky, que en las redes sociales de @CompostarEsunaPapa enseña de manera muy sencilla a incorporar el hábito.
“El ejercicio de la separación en origen es indispensable, que todos tengamos un tachito donde poner lo orgánico y después se deposite en un rincón con sombra en el jardín, en un cajón de verduras sobre el pasto que se tapa con un nylon, o en una pequeña compostera en un balcón”, cuenta y destaca: “Si nosotros compostamos nuestros orgánicos recuperamos un abono natural que podemos usar en plantas, en alimentos, en huertas comunitarias. Es una semilla para después hacer fértil un montón de otras acciones que se pueden hacer individual o comunitariamente”.
Powered by Froala Editor
ÚLTIMAS NOTICIAS