Jueves, 25 de Abril 2024
Domingo, 02 de Mayo del 2021

EL vasco Azurmendi, un funense en la historia del clásico

Esta es la historia de un clásico único e irrepetible y que además contó como protagonista a uno de los mejores jugadores que dio el futbol funense, Manuel “el vasco” Azurmendi.

En 1930 el futbol era amateur, pero todo estaba por cambiar, no era algo desconocido que los clubes más grandes de Rosario pagaban furtivamente a los mejores jugadores para tenerlos en sus filas. Un año después llegó el profesionalismo provocando el retiro de clubes como Fisherton que se negaron a renunciar a los principios del amateurismo. Así fue que Manuel Azurmendi, jugador de Newell’s desde 1929, pasó a ser profesional.   

El vasco era un gran inside, uno de los mejores que tuvo Newell’s en su historia, reconocido por su potencia, caballerosidad e hidalguía. Artillero implacable, totalizó 30 goles en 44 partidos y aún está séptimo en la tabla histórica de goleadores ante el clásico rival. Los periódicos de la época lo elogiaban y hasta se habló de su posible pase a Rosario Central, lo que no fue desmentido por el baluarte funense.

Los que ya peinamos canas crecimos con abuelos que nos contaban de su gran juego y que no dudaban en decir que fue el más grande crack de nuestro pueblo. A pesar de su fama, Manuel nunca perdió su sencillez y humildad, cuando podía ayudaba a su padre repartiendo pan del negocio familiar en la esquina de Pedro A. Ríos frente a la estación de trenes. Siempre con su infaltable boina, la misma con la que jugaba en primera, era común verlo jugando al truco con amigos en el club Funes, institución donde terminó su exitosa carrera para deleite de los hinchas locales.

El 19 de noviembre de 1933 Newell´s y Central se encontraban por cuarta vez en la temporada, esta vez era por la Copa Beccar Varela, siendo la primera vez que se enfrentaban como profesionales a nivel nacional y el que perdía quedaba eliminado. Ambos planteles se conocían mucho, Central contaba con el gran “chueco” García, Cayetano Potro, Cagnotti y Díaz, mientras que para Newell’s atajaba el “oso” Gerónimo Díaz y Zerda con Ballesteros acompañaban al vasco. Newell´s venía de ser bicampeón de la rosarina y el propio Azurmendi había encajado dos goles en Arroyito para un 3 a 0 inapelable donde fue gran figura. 

Es por eso que esa mañana “La Capital” destacaba la gran expectativa que el partido había generado en el “campo del sport” coronando la nota con una foto del ídolo funense. Seguramente a las 5 de la tarde de ese domingo la mayoría de los 300 habitantes de Funes se pegarían a la radio para escuchar el desempeño del muchacho del pueblo. En esa época en Rosario se respiraba fútbol del bueno, recibiendo la visita de grandes clubes europeos como el Chelsea inglés, el Torino o el Bologna y la ciudad siempre presentaba fuertes combinados, hasta los porteños dijeron que Rosario era el seleccionado que mejor representaba al fútbol nacional. Pero era “otro” futbol, los jugadores no tenían números en sus espaldas, no existía la tarjeta roja para expulsar y no había suplentes, salvo lesión grave.

A las 17 en punto, en el césped del estadio del parque Independencia, Cayetano Potro movía la pelota para la visita cediendo para Gómez, éste le dio un pase largo al Chueco García quien en veloz carrera llega a la linea del córner y dispara, la pelota roza en Bianchi y se le mete en el arco ante la sorpresa del oso Díaz. Ese gol convertido a los 30 segundos constituye el gol más rápido de la historia del clásico rosarino, por eso y por lo que vino después es que ese enfrentamiento es considerado único y especial.

El estadio estaba abarrotado de hinchas, hacía mucho calor y solo tenían un poco de respiro los que estaban debajo de la visera inaugurada apenas 4 años antes. El local se fue con todo a buscar el empate empujado por el vasco que lideraba los avances, un par de tiros en los palos salvaron al visitante, pero Central no se quedaba atrás, Cagnotti sacó un fuerte disparo que fue detenido por Gerónimo Díaz ahogando el grito del segundo gol. Los hinchas apretaban a sus equipos desde las tribunas, no tardó en aparecer la pierna fuerte y al final del primer tiempo sucedió lo inesperado. 

A los 40 minutos Azurmendi quiere despojar de la pelota a Cayetano Potro, pero le convierte un fuerte foul, el árbitro no duda y lo expulsa inmediatamente de la cancha. Esa fue la única expulsión que sufrió el vasco en toda su carrera, era caballero y leal tanto en el juego como en la vida, así que fue una gran sorpresa para todos, hasta para los propios rivales. 

Terminado el primer tiempo sucedió lo que nunca más ocurrió ni va a ocurrir en un clásico, los jugadores de Central se dirigen al vestuario y le piden al árbitro que le permitan seguir jugando al gran vasco Azurmendi. El árbitro evalúa la situación y ante tamaña muestra de gallardía, honor y compañerismo decide que el funense regrese para el segundo tiempo, convirtiéndose en el único jugador en la historia de los clásicos que es expulsado y vuelve a jugar el partido, por eso la crónica periodística reseña “Azurmendi expulsado del minuto 40 al 45”. El resultado final fue 1 a 0 y Central pasó a la siguiente ronda de la copa, pero eso es solo una anécdota. Tal era el reconocimiento hacia el vasco de Funes que “La Capital” dijo que la visita terminó dando una mejor imagen y que “la delantera de Newell’s ofreció como único motivo de aplauso, el formidable esfuerzo de Azurmendi”. 

Eran épocas donde después de un duro partido se saludaban cordialmente y hasta se sacaban fotos juntos, donde toda la fiereza puesta en cada cruce quedaba en la cancha y donde no era honroso ganar con ventaja. Tal vez los jugadores de Central sintieron que su probable triunfo no iba a ser justo si faltaba Manuel Azurmendi quien con su enjundia los había complicado en los partidos anteriores y que, con su caballerosidad, se había ganado el respeto de sus adversarios. Quizás no sea tarde para recuperar algunos de los valores de esos clásicos de entonces representados en un joven jugador, orgullo de su pueblo, que dejó bien en alto al fútbol funense.


Agradecimiento: Iñaki Azurmendi



     

    

    

       

    

     

     

     

 



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