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Domingo, 01 de Diciembre del 2024

Dejó su trabajo tras un infarto y sin saber construyó un clásico de la ciudad

Eduardo y Marcia Garello construyeron su relación, proyecto laboral y familia en el comercio insignia de la Zona 5 de Funes.

Desde 1984 la Zona 5 de Funes tiene su autoservicio, un espacio comercial que vio crecer la ciudad, a sus vecinos y también a la expansión comercial de la ciudad. Cuando Arnaldo Garello y su esposa Josefa abrieron el “Autoservicio Andrea” (en honor a una de sus hijas), puede que no hayan imaginado la convocatoria del comercio 40 años después y mucho menos que se trata de un lugar donde “se atiende a todos con una sonrisa, y se los recibe como miembros de la familia”.

Así lo sintieron desde el primer momento Eduardo Garello y su esposa Marcia, quienes de jovencitos (y novios) comenzaron a formar parte del negocio con su pequeño puesto de verdulería, al cual, con el retiro definitivo de don Arnaldo, pudieron seguir y darle su impronta al autoservicio ya de nombre Acuario (@acuarioautoservicio), que hoy, con 40 años en Funes, se constituye como uno de los comercios más nutridos y convocantes del barrio.

Instalado sobre calle Bouchard 1623, frente a la plaza Eva Perón, el Acuario fue expandiéndose en cuestiones edilicias mientras don Arnaldo lo veía conveniente. “Mi papá venía de una empresa constructora y luego de un infarto no pudo seguir trabajando, así que se abrió el local, que era menos de la mitad de grande de lo que ves ahora y se ocupaba de tratar con los proveedores, las cuestiones comerciales en sí y mi mamá atendía a los clientes”, recordó Eduardo a InfoFunes.

Con el tiempo, su padre re-bautizó el comercio en honor a la inmobiliaria homónima de su hermano en Santa Fe y él se vio involucrado en el comercio, sobre todo en el pequeño puesto de verdulería que compartía con su novia, hoy su esposa, con quien lidera el autoservicio. “Yo atendía la verdulería, que teníamos un cajón de mandarinas, uno de cebollas, era muy chiquito el espacio. Luego iba a la facultad, donde estudiaba Ingeniería en Sistemas. En esas horas atendía Marcia, luego la llevaba hasta su casa, porque ella es de Roldán. Así fueron nuestros días de noviazgo, hasta que mi papá me ofreció hacerme cargo de la carnicería, dejé la facultad y me puse a estudiar bien los cortes y aprender junto a un amigo de mi padre. Ya cuando mi papá decidió vendernos el comercio lo encaramos con Marcia con otro ímpetu, otros objetivos, y así seguimos a diario. Esto es una extensión de nuestro hogar y los clientes una extensión de nuestra familia”, describió.

El viejo frente del local

Por su parte, Marcia, en su rol de comerciante, aseguró que si bien el autoservicio no sabe de feriados ni de fines de semana (abre de lunes a domingos, los 365 días del año), les permite “estar cerca de nuestros hijos, acompañarlos a sus actividades, momentos cruciales, y ellos saben que son nuestra prioridad”. “Y quienes trabajan con nosotros también son padres o son hijos que necesitan estar con su familia, así que eso lo respetamos siempre”, agregó.

Con el tiempo, la relación de Eduardo y Marcia se consolidó y fruto de ello nacieron sus cuatro hijos: Micaela, Facundo, Benjamín y Felipe. Quienes, cada uno a su edad y a su manera, fueron deambulando entre las góndolas del Acuario, aprendiendo a andar en patines entre los clientes, practicando un jueguito con la pelota frente a la conservadora o bien sentándose sobre el freezer detrás del sector de cajas para jugar y de paso estar cerca de sus padres. “Lo del freezer lo hicieron todos”, recordó Marcia entre risas. “Hemos comprado otro, esa esquina se pintó, pero esa preferencia nunca cambió. Yo creo que era un lugar estratégico porque de un lado me tenían a mi en la caja, y del otro a su padre atendiendo la carnicería, pero ellos siempre estuvieron y siguen estando en el negocio, es parte de su hogar, como los vecinos que los vieron crecer”, agregó.

La familia Garello, hace unos años, cuando aún algunos se subían el freezer de la esquina a jugar

Incluso la mayor aprovechó lo aprendido en cuestiones comerciales y desde chica inició su emprendimiento de pastelería, que vende en el Acuario. “Desde chiquita aprendió a hacer cosas dulces y cuando tenía que cambiar los patines, se ganaba su plata vendiendo pasta frola y torta toffe. Hoy, ya en la facultad, lo sigue haciendo y muchos le encargan tartas grandes para eventos del fin de semana”, dijo orgullosa.

En estas décadas los vecinos también pudieron disfrutar de los espectáculos que organizaban para fechas como Navidad o Día del Niño, incluso sorteos que hasta el día de hoy se mantienen. “Los clientes saben que siempre estamos haciendo algo que nos divierta, que les regale algún producto, o bien los sorteos mensuales que venimos teniendo por órdenes de compra. Es nuestra devolución a tanto apoyo, a tanto afecto también en estos años y de paso, en este año en particular, es como dar una palmada en la espalda en medio de esta crisis que afecta tanto al país”, mencionó Eduardo, quien lucha a diario por su fama por las milanesas de carne y las supremas.

Una de las tantas navidades compartidas con los vecinos

“La verdad que es muy tedioso hacerlas, pero a la gente les gusta y vienen a buscarlas, así que no puedo dejar de prepararlas. Es un éxito, contra mi voluntad (risas), pero es también darles algo que a ellos les resuelve una comida, en esta época donde hay poco tiempo, y con materia prima de calidad. Incluso hace poco un cliente me dijo que venía a comprar la lengua a la vinagreta porque le recuerda mucho a la que preparaba su mamá. Con esa información, es obvio que no puedo bajar ni la calidad del producto ni hacerlo sin ganas, para él es la comida que hacía su mamá, y eso es toda una responsabilidad para nosotros y también nos emociona”, compartió.

Por otro lado, en cercanías de las fiestas de Navidad y Año Nuevo, aclaró: “No pretendo abarcar mucho, vamos a lo seguro como siempre. La gente sabe que el asado y el matambre no fallan nunca y vienen por eso”.

A lo cual Marcia concluyó: “Hace 27 años que estamos frente al Acuario, y en este tiempo fuimos conociendo qué quiere la gente, qué le gusta, qué no y eso lo aplicamos tantos en estas fechas como todo el año. Acá somos todos una gran familia, porque en estos años nos hemos reído juntos, nos hacemos bromas, y cuando tocó dar un abrazo también lo dimos y nos lo dieron. Respetamos mucho el costado humano de esta relación con los clientes, con nuestros vecinos, y seguiremos así, más allá de las vueltas de la economía”.

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