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Viernes, 14 de Junio del 2019

De Funes a la cima de la tercera montaña más alta del mundo

Juan Pablo Sarjanovich tiene 43 años y es el primer argentino en escalar el monte Kanchenjunga, de 8.586 metros. Subir montañas “es una metáfora de la vida misma”, sostiene.

Luego de una expedición de cuarenta días, Juan Pablo llegó al punto más alto del monte Kanchenjunga (que significa “vamos juntos”), de 8.586 metros, ubicada en el Himalaya entre Nepal e India y es el tercer pico más alto del mundo, después del Everest (8.848 metros) y el K2 (8.611). 

Esta meta, se desprende de “Proyecto 8.000”, “un proyecto personal que nació hace seis años en donde me propuse escalar cumbres -nunca antes alcanzadas por argentinos-, que superen esa cantidad de metros de altura para poner allí la bandera argentina” confió Juan Pablo quien dedica ocho de los doce meses del año al montañismo. 

Durante los meses que no dedica de lleno al montañismo, vive en Funes, a donde llegó hace dos años “huyendo del caos en el que se ha convertido Rosario”. “Vivo en una linda casita sobre el campo en uno de los tantos barrios olvidados, el barrio San Juan. Amo Funes, acá aún se respira otro aire”, reconoce.

Para poder llegar a la cima del Kanchenjunga, se valió de una extensa preparación. La primera experiencia ocho mil fue el Manaslú, la octava más alta del mundo, en 2016. “Para esta temporada en particular fui de norte a sur del país haciendo montaña. Trabajé mucho en la Patagonia, en el Chaltén, pero también en Salta, San Juan, Córdoba, Neuquén, Ushuaia y Mendoza, incluso en Chile”, relata Juan Pablo, que además es promotor de la donación de órganos.

Son varios los puntos que re significan este logro alcanzado por el montañista funense: por una lado, de América son menos de cinco los países que lograron la hazaña y en todo el mundo no superan los 30 y por el otro, Juan Pablo no recibió asistencia en los campos de altura de la montaña. “Fue un trabajo bien genuino y comprometido. Una primera vez a esta montaña no podía ser de otra manera. Además no me valí de las cuerdas fijas que se suelen poner en la montaña para todo el trabajo previo al día de cumbre”, relata.

Luego de semanas de ascenso, cuando ya estaba listo para intentar hacer cumbre, Juan Pablo atravesó junto a más de 50 montañistas un momento de tensión: “Tuve que esperar 11 días en el campamento base antes de comenzar a subir por cumbre. En el medio recibimos el coletazo de una tormenta tropical llamada Fani que venía del sur. Ese domingo a fines de abril nevó casi un metro. Fueron días duros, pero finalmente todo se acomodó”.

Consultado sobre lo que piensa una persona esos 11 días que tiene que estar obligado a parar el ascenso de manera obligada (y hasta con -31º), Juan Pablo reflexionó: “Es muy difícil. Se me cruzaron un sinfín de ideas, cada día era una batalla única y singular. Al comienzo lo viví con calma, pero luego de a poco las emociones se fueron agolpando. Los nervios se empiezan a hacer insoportables. Hay que contener las emociones al máximo. Uno está listo para salir para arriba a dar una batalla que le puede costar la vida”.

“Uno es pura emoción y sentimiento. Por momentos se hace insoportable. El entorno está igual. Hablan 100 veces al día del clima y de sus pronósticos. Hay que aislarse un poco de ese ambiente tóxico que se genera. A veces, por nada se armaban discusiones, creo que la convivencia en esa etapa fue lo más duro de enfrentar. La convivencia con uno y con los demás. En otros grupos hubo experiencias feas. A veces la gente se cansa y se va”, comenta.

En cuanto al miedo a morir, Juan Pablo se mostró convencido: “No tengo miedo a morir, ese es un asunto superado. No me gustaría sufrir. Cuando la situación se pone picante el miedo me alerta de situaciones en las que podría salir lastimado o mutilado. Y yo soy muy cauto. Las mutilaciones por congelación son la marca que llevan muchos ochomilistas”.

Momento cumbre

“Cuando llegué a la cumbre, me sentí en el cielo, rodeado de nubes y cerros más bajos, la vista es preciosa, tanto de la India como de Nepal. A lo lejos se puede ver el Everest, el Lhotse y también el Makalu. Fue una cumbre memorable”, rememoró.

En muchas de sus declaraciones y en los relatos que iba haciendo en su Facebook personal, Juan Pablo repetía la idea: “Creo que fui digno del sufrimiento”. Consultado sobre qué significaba eso para él, reflexionó citando a Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido: “En su libro él dice que el ser humano puede perder todo en la vida pero hay algo que nunca le van a poder arrebatar y es la posibilidad de elegir cómo enfrentar sus penas”.

“Trasladado a mi caso esto sería algo así como que puedo bajar sin cumbre por factores climáticos, por un accidente, por ayudar en un rescate, porque lo di todo y no alcanzo o por un error en la planificación, lo que no me podía pasar esa semana era bajar porque no banque lo que me proponía la montaña. Porque no me banqué el frío, la soledad, la presión, la incomodidad, el miedo, el hambre o la falta de oxígeno. No señor. Ser digno de lo que nos toca enfrentar es honrar la vida que nos tocó en suerte”, contó. 

En cuanto a la repercusión que tuvo en todo el país su hazaña, el deportista aseguró no ser plenamente consciente del momento que está transitando. “Lo que más contento me pone es el reconocimiento del ambiente de la montaña. Estaba atento a eso por la importancia de la actividad que estaba llevando adelante en el sentido de que quería que fuera lo más genuina posible. Sin uso de asistencia de altura ni utilización de cuerdas fijas cuanto menos”, contó.

Próximos objetivos en agenda

Si bien no puede adelantar cuál es el próximo objetivo al que lo invitaron antes de su regreso, aseguró que es “uno de esos proyectos que no podés rechazar”. 

“Es una expedición que va a dar que hablar porque el equipo de trabajo está integrado por montañistas de pura cepa que vienen haciendo buenas cosas y porque encaja en mi proyecto personal. En estos días cuando vuelva a los entrenamientos y vea como estoy voy a tomar una decisión”, adelantó.

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