Viernes, 26 de Abril 2024
Sábado, 15 de Agosto del 2020

Carlos Olmedo: el PRO que parece peronista

Construyó poder desde el Concejo y logró retener su banca en pleno derrumbe. Plano corto de uno que habla con todos.

por Vanesa Fresno

Carlos Olmedo apuró el inicio de su primer apertura de sesiones como presidente del Concejo Municipal. Había llegado allí tras un camino vertiginoso. Desde 2013 había trajinado la labor legislativa como asesor de Diego León Barreto y se había ganado su confianza. Juntos vieron como los dejaban afuera del armado de su partido y desde arriba se motorizaba el arribo de la entonces intendenta Mónica Tomei a las huestes amarillas. Ofendidos, casi rebeldes ante la autoridad partidaria, decidieron plantar una interna con León Barreto a la cabeza, pero les faltaba una pata funense en su modesto armado, alguien con años en la ciudad que le abra ciertas puertas a un candidato a intendente poco conocido en el mundillo local. Nacido en la ciudad, ex alumno del Liceo Aeronáutico Militar, todas las miradas se posaron en Olmedo, quien se quedó con el primer lugar en la lista de postulantes a concejal. La fórmula debutante dió el batacazo ganando con lo justo la interna frente al tomeicismo y, ya como candidatos oficiales de Cambiemos, ganaron las generales con la fusta en la mano, sacándole más de diez puntos al peronismo que encabezaba Roly Santacroce. En dos años de trabajo habían logrado todo el poder de la ciudad.


Pero cuando Carlos Olmedo apuró el inicio de su primer apertura de sesiones como presidente del Concejo, las mieles del éxito se habían terminado. A finales de diciembre de 2015, en una sesión de prórroga que ya lo tenía en el sillón de presidente, el Concejo había aprobado a pedido del nuevo Ejecutivo tres proyectos inmobiliarios que habían cosechado críticas desde todos los wines de una sociedad que sospechaba negocios espurios. Los protagonistas apostaron que el verano calmaría las aguas, pero al regresar del receso se encontraron con una bomba a punto de estallar y con la apertura de sesiones en el horizonte. Esa tarde, Olmedo apuró su inicio intentando terminar temprano, antes de que los manifestantes se acumulen y los ánimos se caldeen. Sin embargo, no pudo: León Barreto tuvo que atravesar la multitud a la salida y partió raudo, entre insultos, dejando al frente a Olmedo, quien se paró frente a la multitud y ensayó un discurso contenedor.  Entre gritos, cánticos e insultos, se dio cuenta que no iba a poder. Se encerró con el bloque del peronismo en su despacho, negoció, salió decidido y suspendió la sesión por disturbios con el apoyo de todos los bloques.


El episodio relatado es una muestra de cómo suele actuar Olmedo en muchos aspectos. No es raro verlo actuar en conjunto con concejales de otro espacio político, a veces prevaleciendo su relación con ellos por sobre la que tiene con sus compañeros de bloque. Tampoco es raro verlo preocupado por la gestión, buscando soluciones a problemas que no le competen en razón de su cargo de concejal. Empresarios, políticos, empleados municipales, proveedores: todos se sientan con él, todos reconocen que es mucho más que un simple concejal, y por eso lo llaman ante cada situación, ya sea un vecino que no puede salir de su casa un día de lluvia por el barro, un empleado que necesita material de protección en plena pandemia, un concejal que quiere aprobar un proyecto o el propio Ejecutivo Municipal. “Hay reuniones en la Muni que no empiezan si no está Carlos”, grafica un funcionario.


Esa hiperactividad, esa “pasión por el trabajo” que le reconocen propios y ajenos, tiene su lado negativo, que se profundiza desde que ocupa el rol de opositor: se desdibuja y termina muchas veces trabajando como un secretario de gobierno en las sombras del peronismo gobernante, con más llegada al intendente y a los funcionarios que los propios concejales peronistas. Más de una vez aparece en los medios defendiendo alguna medida del oficialismo, desconcertando hasta a su propio equipo, que jura y perjura que esas son movidas que hace sin consultar y que no saben cómo hacerle entender que no le suma en nada, que a él no lo votaron para eso ¿Acaso el peronismo no tiene quien represente su mirada en la discusión pública? Tirarse arriba de la granada que va para otro parece ser su especialidad.


Forjó ese perfil multitasking en los cuatro años que compartió con León Barreto como intendente. Olmedo, puertas adentro, se enfrentaba una y otra vez con el entorno del intendente. La última palabra era de León Barreto, quien la mayoría de las veces inclinaba la balanza para el lado de su entorno. El Ejecutivo iba y hacía, y cuando surgía algún problema, algo que sucedió no pocas veces, Olmedo se veía obligado a involucrarse para resolverlo y a defender al oficialismo públicamente, aunque no compartiera con las posturas y razones de su espacio. Otra vez, tirarse arriba de las granadas ajenas.


Esa lógica, que se repitió con variada intensidad durante los cuatro años de la gestión de Cambiemos, le trajo pérdidas y beneficios. En el debe, su imagen pública defendiendo un gobierno que no daba pie con bola se limaba cada vez más. En la columna del haber anotó un creciente conocimiento de la botonera del estado municipal y de todos y cada uno de los problemas de la ciudad, con sus protagonistas y características. Ese conocimiento es el que le permite ser hoy un activo invalorable para el gobierno municipal, aunque intentan bajarle el precio desde Santa Fe y Angelomé para no darle un “abrazo de oso”: “La relación es excelente con todos los concejales, Carlos se destaca porque tiene más experiencia, nada más”, aunque le reconocen la “pasión” y le ven cierto parecido en las formas con el propio intendente Santacroce. 


Olmedo nunca sacó los pies del plato y decidió acompañar a León Barreto en la búsqueda de la reelección para ambos en 2019. Ese fue el principio del fin para la sociedad: se sintió otra vez relegado y tras el pésimo cuarto lugar que obtuvo el entonces intendente en las PASO explotó. Se resignó en la pelea por el timón que mantenía con su enemigo íntimo durante cuatro años, Leonel Scarano, quien era el funcionario más cercano a León Barreto, y se encargó de decirle a quien lo quisiera oír que “yo no manejo más la campaña”. Se concentró en retener su banca, que estaba seriamente en riesgo, y lo logró con holgura. 


De repente, quedó solo. No hay militante de Cambiemos que no reconozca su liderazgo. Dicen en su entorno que hasta marzo recibió mensajes de León Barreto, pero que el enojo era profundo y no los contestaba. “Se siente responsable por la mala imagen que quedó del espacio en la ciudad, por eso trabaja mucho”. El último secretario de gobierno del ex intendente, Santiago Carloni, es hoy su mano derecha, casi como un simbolismo del cambio de mando. Todos miran a 2023. “Él no dice nada, cuando le preguntan si va a ser candidato a intendente, esquiva la respuesta”, dicen cerca suyo. Logró ser un caudillo new age del poder legislativo, transformarse en una pieza clave para cualquier gobierno. La silla de intendente está al alcance de la mano. Sin embargo, muchos se preguntan: ¿la necesita?  

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