Las moneditas de Magda
<p>Ante la falta de monedas, una comerciante del barrio Los Solares defiende a sus clientes y se las ingenia para no entregar caramelos. Pequeños gestos que son gratificados por un barrio fiel.</p>
La granja Magda, en la esquina de Jacarandá y Los Álamos del barrio Los Solares, es un comercio en el que se encuentra casi todo. Se instaló en el barrio hace algunos años, y fue creciendo hasta tener góndolas repleta de productos. En medio de un contexto inflacionario que deprecia el valor de la moneda y donde cada vez es más difícil conseguirlas, Magda ingenió una “moneda propia”, que evita tener que dar caramelos como vuelto y fideliza clientes .
Vales por un peso con cincuenta, dos con cincuenta, etc, vienen a solucionar en el barrio la eterna queja de los clientes: “basta de caramelos como vuelto”. Magda cuenta que comenzó con su propia moneda barrial hace un año: “Hice 250 y quedaron muy poquitos, porque a la gente le da vergüenza traerlos de vuelta, pero yo insisto en que los traigan. A mi como cliente no me gusta cuando voy a un lugar en el que me llenan de caramelos olvidados de vuelto. Nunca me gustó”, cuenta.
Ahora, que el gobierno anunció también la creación de monedad de 10 pesos, Magda resulta una verdadera visionaria en el rubro comercial. Los clientes valoran el gesto y agradecen que se ponga también en el lugar que ocupan ellos del otro lado del mostrador.
Pero este no es el único guiño que Magda le hace a su clientela del barrio Los Solares. Desde que se instaló, cuatro años atrás, la familia impulsó una conducta que ya se convirtió en tradición. Todos los años celebran junto a sus clientes el fin de año, y la fiesta crecre y crece. El pasado 8 de diciembre Magda “tiró la granja por la ventana” con una fiesta para cien personas en la que comida, bebida y música corrió por su cuenta. Este año hasta se dieron el lujo de hacerla en la vereda, con el permiso correpondiente cortó la calle y los vecinos festejaron hasta las 3 de la mañana.
“El barrio nos recibió con la puerta abiertas, por eso siempre está nuestro agredecimiento”, explica la comerciante que sabe bastante sobre fidelizar clientela. Ella arrancó años atrás con la única granja que tuvo el barrio Islas Malvinas, y luego de una seria de malas rachas que incluyó hasta una inundación, apostó a abrir un polirubro en Los Solares.
“Tenemos una historia como comerciantes que venimos arrastrando. Estabamos en medio del campo, atrás del castillo (en barrio Islas Malvinas), nos corrió la inundación. Ahí teníamos un kiosquito en nuestra casa que quedó abandonada, habíamos hecho un lugar muy chiquito, llenísimo de cosas. Era lo que abastecía al barrio durante un año y medio, pero cada vez se me complicaba más”, cuenta y ejemplifica: “Hasta la carne le llevábamos a la gente, porque habíamos hecho una inversión de heladeras y freezer a gas porque allá no hay luz”.
Luego del mal trago, la mujer decidió invertir en el alquiler de una casa con un lugar para abrir una pequeña granja con lo poco que tenía. En menos de tres años logró instalar un comercio en un lugar propio, abastecerse cada vez más y seguir creciendo. El barrio le dió la bienvenida con los brazos abiertos, y ella no se olvida. “son todas cosas que uno hace por los clientes, porque hay que ponerse también en su lugar. Mi agradecimiento es siempre al barrio, ellos lo saben”.
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