Domingo, 22 de Diciembre 2024
Lunes, 05 de Febrero del 2018

De estrellas y nebulosas

<p>Proyecto Miradas una propuesta de astronomía social y cultural hizo pie en Funes de la mano de dos viajeros.</p>

 

Proyecto Miradas comenzó como un viaje. Yayo Ekdesman y Sofía Méndez, una pareja de aficionados a la astronomía, encararon la ruta en febrero del 2011. Recorrieron en su motorhome todo Latinoamérica durante casi cinco años, subieron por Los Andes hasta el norte de México y bajaron por el Atlántico cuando comenzaron la larga vuelta. En el camino nacieron sus dos hijas: Negra, mexicana; y Coral, brasilera.

 

Ella es psicóloga social, él comunicador. En ese terreno cercano y distante mixturaron una idea que mira para arriba: la astronomía. Pero no cualquier tipo de astronomía, sino un proyecto de astronomía social y cultural.

 

“Nosotros elegimos la astronomía viniendo del trabajo social, que es lo que nos motoriza, porque encontramos un campo del saber en donde convergen y se integran un montón de otros saberes. Desde la docencia se puede trabajar la astronomía de manera transversal y multidisciplinaria”, explicó Yayo ante un público de unas cuarenta personas que se dieron cita en el jardín de su casa funense días –noches- atrás. La convocatoria fue abierta a quienes quisieran mirar el cielo, visitar un planetario digital móvil, y disfrutar de buena música, comida y bebida.

 

En ese marco, en medio de telescopios, binoculares e instrumentos astronómicos, grandes y chicos se deleitaban con las historias de estrellas y constelaciones. A un costado el planetario móvil se inflaba alcanzando unos cuatro metros de altura. Mientras, Lucrecia Aragón rasgaba unos acordes cantando lindo y dulce. Un perro llamado Chipá dormitaba en una de las lonas dispuestas para la observación del cielo panza arriba.

 

Proyecto Miradas tiene un objetivo claro: utilizar la astronomía para “pensarnos en la tierra”. Los dos vienen del campo social y lo que más les interesa es saber cómo está la gente, cómo es la gente. “Es lo que nos motoriza”, cuentan. Además “Miradas” tiene, entre tantas, dos particularidades claras y distintivas: para ellos “La astronomía tiene un recorrido que es atravesado siempre por la cuestión social. Tratamos de valorizar las astronomías locales, las miradas locales en torno al cielo y lo que el cielo posibilita adentro de cada uno”, explican y ahondan en la segunda: “Por otro lado, el abordaje científico de la astronomía se hace a nivel experimental, los chicos meten mano, se ensucian, juegan. El conocimiento es circular y horizontal, nada de verticalismos a la hora del saber. Se construye colectivamente”.

 

“Lo que nos convoca es el cielo y empezar a descubrir. La astronomía es un disparador, un punto de partida para pensarnos en la tierra. Creemos que como latinoamericanos es una picardía no tener los pies sobre la tierra”, contaron. Y entre conversaciones sobre constelaciones y miradas del mundo, Yayo y Sofía ahondaron también en cuestiones más científicas (y filosóficas) sobre el cielo que nos rodea. La teoría de la relatividad de Albert Einstein fue el puntapié para conversar y filosofar acerca de la distancia, el tiempo y el espacio: “Si una estrella está a nueve años luz, quiere decir que si hay alguien mirando desde allá, va a estar viendo lo que sucedió acá nueve años atrás. Por eso nos encanta pensar que mirando el cielo viajamos en el tiempo”.

 

En su recorrido de años por pueblos rurales de todo Latinoamérica, la pareja aprendió que el cielo que vemos no es único, y que interpretaciones hay tantas como ojos que lo miran. Desentramando la historia cultural de cada civilización entendieron que la ciencia más antigua del mundo es el lenguaje en común de una misma historia de legado y aprendizaje colectivo.

 

Una historia sirvió de ejemplo ilustrativo durante la noche estrellada. Con un cielo “típico de verano” donde en línea recta se divisaba claramente a la estrella más brillante: Sirio. La estrella que forma parte de uno de los perros que miran a su amo, el cazador Orión.

 

Orión es una constelación de verano, explicó Sofía y aclaró que lo vemos solamente en esta estación. “Y es un cazador, pero esa es la interpretación de los griegos, que nombraron cada constelación de acuerdo a lo que era importante para su pueblo”. Detrás de cada figura hay una historia que cuenta cómo es que llegó, por ejemplo Orión, a treparse al cielo de verano. Su antagonista es el escorpión, quien –según los griegos- le dio muerte con su mordedura. No casualmente es, una constelación de invierno. La leyenda cuenta que fue el mismo Zeus quien se ocupó de ubicar en el firmamento al escorpio bien lejos de Orión, para que nunca más volvieran a enfrentarse.

 

“Pero existen distintas astronomías y distintas interpretaciones que hicieron los pueblos sobre el cielo, que tienen que ver con su vida cotidiana, con su cultura, con los valores que quieren transmitir, y con los agradecimientos a sus dioses. Para el pueblo guaraní las tres marías son tres viudas. En Bolivia nos contaron que según las constelaciones andinas, las cuatro estrellas principales que forman un rectángulo en Orión son un poncho, el poncho del guerrero. Y que las tres marías son un puente entre dos mundos”, explicó.

 

Por eso es que sostienen, sin renegar de la ciencia pero “chocando un poco” con los paradigmas más técnicos, que es posible conciliar los conocimientos evitando los verticalismos: “Si un chico ve una estrella verde, la estrella es verde. No lo vamos a contradecir. Si llegamos a una comunidad rural en la que tienen distintos conocimientos, nosotros no podemos ni queremos desmitificarlo”.

 

Sofía y Yayo, ya asentados en Funes, continúan con su Proyecto Miradas ahora reimpulsados por la adquisición del planetario móvil. Los planes son ir a escuelas rurales, trabajar en pueblos que es lo que más les gusta y en los barrios, siempre con poblaciones vulnerables. “Y con los eventos en casa, ya que nos encanta recibir gente”.

 

“Cualquier chiquito sabía en otra época en qué fase de la luna estamos con solo mirar el cielo”, destacan con nostalgia mientras reflexionan sobre el mundo en el que vivimos, atravesados por pantallas. La propuesta es entonces volver a conectarse con la naturaleza, porque el cielo es parte de eso. “Mirar el cielo, que los chicos no pierdan la posibilidad de mirar el cielo”.