Grafito en las venas
Gabriel y Gisel Ippoliti son, además de padre e hija, dos dibujantes que la rompen en el arte de ilustrar.
Dibujantes, autodidactas y muy grosos. Padre e hija se destacan, cada quien con su estilo, en el dibujo y la ilustración. Gabriel y Gisel Ippoliti son dos funenses que hacen lo que les gusta, y para lo que no sólo tienen facilidad. Detrás de cada dibujo hay un trabajo de formación que cada uno se procuró de manera rigurosa e individual.
Gabriel Ippoliti tiene 53 años, comenzó su carrera hace más de 30 años en el mundo de la publicidad, en una época en el que en el medio “se dibujaba mucho”. “Tenés que dibujar de todo, como bocetista te vas curtiendo y cuando te ganabas el derecho de piso pasabas a ilustrar. Es una buena escuela”, recordó.
Unos años después, mientras hacía estampas para remeras lo conocieron en el diario La Capital, medio en el que trabajó hasta el año 2009. Ilustraba la contratapa del diario, donde se publicaban cosas de interés general: un trabajo de ilustración puro. “Una vez me tocó ilustrar la nota de la aparición de nuevo monstruo del lago Ness, eran cosas rarísimas, como dibujar para el National Geographic y la creatividad se ponía en juego”.
Hace 28 años nació Gisel, hoy es una joven dibujante, tatuadora y fanática del hard rock. “Empecé a dibujar… no sé cuándo, calculo que desde que pude agarrar un lápiz. Empecé arruinándole los dibujos a él”, recuerda. “Era como jugar”. Su papá afirma que Gisel le gustó siempre dibujar, desde antes de verlo a él sentado en su escritorio. “Desde chiquita se notaba que tenía habilidad”, destaca.
En la casa que comparten, cada quien tiene su propio rincón de dibujo. Gisel además tiene su estudio de tatoo, un espacio marcado por su estilo en el que en sus paredes cuelgan sus propios dibujos de las bandas de las cuales es fan. Una mini galería del fan art.
Ella escucha rock desde chica, y desde entonces se quiso hacer un tatuaje de los Guns and Roses. Ese primer tatuaje le disparó el bichito y aprendió el oficio en el estudio de un tatuador a sus 18 años, ni bien terminó la escuela. Mientras estudiaba el profesorado de historia y de teatro.
Ahora, además de tatuar, se dedica a dibujar las tapas de CDs de bandas de Hard Rock: “Se fue dando, enganché trabajos para bandas de rock. Les hago las tapas de los simples a bandas de las cuales yo era fan. Se fue dando con bandas en las que en Instagram los fui etiquetando en algunos fan arts y empecé a hacer contactos con ellos”, cuenta con muchísima modestia y menciona a bandas de la talla de los suecos Hardcore Superstar, a quienes les está haciendo el arte del próximo disco y a quienes tiene tatuados en su piel. Entre otras, Gisel dibujó los simples de bandas hardcore noruegas, españolas y de Estados Unidos.
“Es un trabajo de ilustración, poder transmitir en un dibujo lo que esa banda quiere contar con sus canciones, sus letras, sus sonidos”, destaca su papá.
Los dos comparten, con las diferencias que hay en sus estilos, un mismo método de trabajo, que requiere esfuerzo, disciplina y mucho empeño en la formación como autodidactas: “Hay un componente que es fundamental que es estudiar por tu cuenta con mucha disciplina. El autodidacta es un tipo que estudia, el conocimiento no viene del cielo ni por inspiración. Hay que ser muy riguroso”, explica Gabriel.
Mientras trabajaba en publicidad Gabriel invertía en una biblioteca que de a poco se fue llenando de libros de arte, de publicidad y de diseño. Ese rincón repleto de libros fue para Gisel un gran puntapié: “Yo tuve la facilidad de que mi papá tenía material. Pero si bien uno dibuja más o menos lo que le gusta, tenés que re contra auto exigirte. Si sos autodidacta no tenés ningún parámetro más que vos mismo. Entonces te tenés que romper el culo, agarrar el libro, sentarte, y romperte el culo mirando la anatomía, la perspectiva, lo que te interese”.
“Por ahí parece que es ah bueno, dibuja, y mirá le sale re lindo de la nada, y no es así. No te sale de entrada, tenés que trabajar para llegar. Y es más difícil ser autodidacta, porque no tenés una estructura de aprendizaje como lo es por ejemplo un plan de estudios. Hay que ir viendo como seguir”, cuenta Gisel. “Es una tarea intuitiva”, completa Gabriel y comparte con su hija: “En una facultad vos tenés un programa que te va ordenando, el autodidacta el orden lo encuentra el mismo”.
Los dos se admiran. Gabriel reparte su tiempo de trabajo entre las ilustraciones que semana a semana realiza para las secciones de política nacional e internacional del diario La Nación, y los libros de historietas encargados por editoriales europeas. En este momento está terminando uno para una editorial francesa. “Hay que trabajar muy documentado, saber de lo que se está dibujando. Pero hay libertad en la creación de los personajes, en el lenguaje, en la narrativa. El trabajo en este caso es más o menos así”, explica y aclara que es el tipo de trabajo que más le gusta, el que más libertad le da.
Entre ellos, en el pequeño mundo de lápices que comparten, se nutren a su modo mientras lidian también con el desafío de reconocerse padre e hija, y colegas. “Yo a él le consulto, si bien somos re distintos en lo que hacemos, en estilo. Hay cosas que las tiene re claras y con tanta experiencia, que lo aprovecho”, cuenta ella. “Yo miro mucho los trabajos de ella y hay cosas que admiro en cómo las resuelve, que a mí no se me ocurriría”, confiesa él.
SI tuvieran que definirse en el mundo artístico, amplio y complejo, en el que trabajan, los Ippoliti coinciden: “Soy dibujante”, se definen a sí mismos. Gabriel es un dibujante que trabaja de ilustrador. Gisel es una dibujante que trabaja de tatuadora. Uno con una carrera afianzada en el mundo de la ilustración, y buscando permanentemente nuevos desafíos. Otra con una incipiente trayectoria en el dibujo, que la va llevando a trabajar para y con los que más admira en el mundo del rock. Lápices, papeles y sangre. Elementos que los unen en el desafío de hacer lo que más le gusta: dibujar, dibujar, dibujar.
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