Jueves, 21 de Noviembre 2024
Lunes, 22 de Enero del 2018

Gin salvaje y litoraleño

<p>Desde su alambique funense, Valeria destila un gin premium con aroma local. “La cuestión es ponerle el corazón a lo que uno hace", contagia.</p>

Germán Nussbaum

 

Valeria es metódica. Su casa tiene un aire europeo, producto de sus años en el Viejo Continente, pero no deja de tener el calor hogareño de lo que ella gusta en llamar “el litoral”. La Salvaje del Litoral dice la botella que tiene en la mano, en una etiqueta que le cuelga como un collar de su cuello. El contenido es transparente, parece agua, pero cuando uno lo huele el aroma a las diferentes hierbas dan por tierra con esta teoría. Metódicamente, Valeria prepara tres copones; los tres con lima, uno con cáscara de naranja, uno con dos cerezas y el tercero con romero. “El hielo tiene que ser grande”, dice, didáctica. El misterioso líquido transparente cae dentro de cada copón y rápido es acompañado por agua tónica, que Valeria le echa a través de una cuchara con el mango retorcido (“es para que el gas no se pierda y el chorro no erosione rápido el hielo”, detallará después). Nos da para probar y queda mirándonos, esperando segura nuestras muecas de disfrute.

 

Lo que Valeria nos dio es gin tonic, y es riquísimo. El misterioso líquido transparente era gin, con la particularidad de ser producido por ella misma en su casa mediante un alambique, un adminículo que sirve para destilar el alcohol junto con el enebro y otras hierbas para hacer el gin tonic, pero también para producir perfumes o aceites esenciales. Valeria trajo todos su conocimientos tras quince años de aprendizaje constante en España y piensa deleitarnos con su creación: La Salvaje del Litoral, un gin auténticamente de la zona.

 

“El proceso es relativamente nuevo, pero yo hace 8 o 9 años que estoy en ese mundo”, comienza la productora. “España es uno de los países donde más se consume gin, aunque de todas maneras el gin hoy por hoy es la bebida por excelencia, con mayor ascendencia, porque es muy versátil, es fresca, tiene mil maneras de tomarse, puede ser para cualquier momento, no te cansa, no te empalaga, no te aburre, tiene un resultado genial y no necesita mucho tiempo de añejamiento como si fuera un buen whisky o un ron. Cumple muchas facetas, le puede gustar a todo el mundo y no es tan caro”, enumera.

 

Pero para entender el fenómeno mundial del gin hay que retrotraerse en el tiempo, hasta llegar al abuelo tomando la ginebra Bols en el buffet del club. “En ese se hacía con un destilado de malta, que tiene un cuerpo mucho más fuerte, y enebro, fundamental para que sea gin”. Los ingleses son los que lo modificaron para legarnos el glorioso gin tonic, cuando crearon el “London Dry Gin”. “Es el estilo beefeater que suelen tomar los ingleses, al enebro le agregan coriandro, angélica, frutilla, otras hierbas y queda un poquito más aromático, aunque sigue siendo seco”. Valeria es una exponente de la tercer etapa del gin, la actual, en donde la preparación “no tiene denominación de origen, es de autor. Tiene que tener enebro nomas, y se pueden hacer un montón de variantes. Es un alcohol base neutro, de cereal, no tiene sabor a nada, entonces luego se fusiona con el enebro y con un montón de hierbas”. La libertad de esa etapa fue la que la llevó a empezar a producir un gin autóctono del litoral, aunque todavía vivía en España: “tomé un montón de gin, del mundo, de los mejores y pensé que el Litoral tenía que tener el suyo”, explica. “Mi recorte busca ser un gin premium, un alcohol muy bueno, con aroma a litoral, que refleje lo salvaje del litoral pero que sea elegante como un perfume. Y empecé a probar y ahí está La salvaje del Litoral”.

 

Una temporada en el Viejo Continente. Barcelona fue la primer parada del trip europeo de Valeria, hasta que visitó Ibiza y Formentera. “Me enamoré, era un paraíso. Me quise quedar, aunque ya tenía la vida hecha en Barcelona. Pero dije ´si me crucé un océano ¿no me voy a cruzar un mar?`. Empecé a trabajar en hosterias, que son los restoranes allá. Trabajé en hoteles muy bonitos, en los mejores restoranes durante varios años y aprendí un montón de cosas, coctelería, cocina, de todo por estar en ese nivel”, relata.

 

La oportunidad de Valeria radicó en el poderío económico que se ve en la zona donde decidió asentarse: “Formentera tiene mucha guita, está el jet set del mundo mundial, lo mejor de lo mejor, va Messi, un jeque árabe, Armani. Estás en lo mejor de lo mejor y conoces cosas buenas, la bebida, la comida, coctelería”. Esa fue la chispa que le prendió la llama de una idea: “Tenía un gomón entonces pensé en hacer una empresa de desayunos y servicios a los yates que iban a fondear, pero no funcionaba, así que se me ocurrió hacer mojitos también, y ahí empece a fusionar el mar y la hostelería”.

 

Y así nació el bar itinerante acuático: “A la mañana les llevaba el desayuno, los croissants, hielo para el día, y a la tarde les hacía mojitos a todo el jet set que estaba en los yates”, recuerda Valeria, quien plantea que su éxito tuvo que ver “con hacer algo que la gente no se espera, conmover a alguien que, como ellos, lo tienen todo. Estaban en un yate, en Ibiza, mirando el atardecer y aparecía yo con tragos increíbles, acompañando el momento”.

 

Reencontrarse con el litoral. Pero todo tiene un final, y la excursión europea de Valeria no fue la excepción, lo que se transformó en una excelente oportunidad de cumplir otro de sus sueños: vivir en Funes. “Cumplí una etapa, quería volver, me encanta, soy de acá, amo estar acá. Si bien estar allá me dio un montón de cosas, porque está bueno para mirar el mundo que es muy grande, me dio muchas experiencias, pero ya estaba, había llegado a mi límite, no me motivaba más. Me encantaba navegar, estar libre, pero me dejó de interesar y quise volver acá, que es fantástico, están mis amigos, mi familia, mis afectos. Una parte de mi nunca soltó al litoral”.

 

¿Cuál era la mejor forma de reencontrarse con el litoral? Destilando su aroma y haciéndolo gin. “La cuestión es ponerle el corazón a lo que uno hace, disfrutarlo uno y así lo disfruta el otro”, dice Valeria. “Tiene que ver con esa relación mutua, cuando estaba en los barcos pensaba eso, que lo que hacía lo hacía como si yo estuviese en el barco, así disfrutábamos todos y se generaba algo que estaba bueno. Me parece buenísimo hacer ese aporte, de tener un gin buenísimo y que no sea el más caro del mundo, que la gente lo pueda comprar. A todo el mundo le gusta lo bueno y cuando uno se dedica y hace las cosas con amor el otro lo sabe valorar, se da cuenta”, agrega, antes de sintetizar todo en una frase: “La salvaje del Litoral tiene mi corazón”.