Sábado, 28 de Septiembre 2024
Domingo, 04 de Junio del 2017

La funense que disfruta de las bondades del aceite de cannabis

<p>Hebe Viglione es licenciada en historia e investigadora. A sus 77 años, encontró en el aceite de cannabis un paliativo más que eficaz para su artritis reumatoide.</p>

En mayo de 2016, Hebe Viglione, ahora de 77 años, trazó su destino cercano: hacerse el trámite de discapacidad y, como no quería sillas de ruedas, comprarse un carrito chiquito, eléctrico, para trasladarse. Hebe es profesora, licenciada y doctora en Historia, y sufre, desde hace 35 años, artritis reumatoide. En aquel tiempo prácticamente no podía levantarse por los dolores en los huesos. Dormía pocas horas, tenía que bañarse en agua tibia para que se relajen los músculos y así encontrar algo de alivio al dolor que en realidad nunca se iba. "Y ahora te digo que el año que viene me quiero ir a Europa. Para mí, es un cambio brutal. Y quiero que otros lo disfruten", dice la mujer a Más, y mira de reojo su salvación: un gotero que dice THC, uno de los principales cannabinoides de la planta de marihuana.

Hebe Viglione no puede moverse. Acaba de salir de una cirugía y su pierna se está recuperando. La mujer vive en la casa de su hija, en el centro rosarino durante esta época en la que va de médico en médico. Se nota, sin embargo, que es una mujer inquieta. Y por si acaso, lo cuenta: que su casa está en Funes, que extraña andar en bicicleta, que sale a caminar, que organiza actividades por la cultura de su ciudad. Siempre fue a contramano de su enfermedad mientras el dolor y las fracturas espontáneas se lo permitieron. Pero hace dos años, calcula, ya no pudo con tanto. “Porque el dolor no te permite respirar. Y te agota”.

El consejo de probar aceite de cannabis se lo dio una de sus nietas que vive en Alemania. “Se ve que en algún momento se dio cuenta que yo ya no tenía ni ganas de hablar. Entonces me sugirió ponerme en contacto con Arec”. Hebe fue a la primera reunión el 8 de junio de 2016. “No me olvido más de ese día porque yo estaba en una situación crítica. Eramos cinco personas y conté lo que me pasaba: que no soportaba más, que la rotura de huesos era cada vez mayor, y sobre todo el dolor, el mal humor, la incapacidad de hacer, el no poder planificar nada. En el grupo había médicos, kinesiólogos y gente común. Los pacientes éramos dos. Nos explicaron cómo era la cosa y sobre todo que esto no es una solución, pero sí un paliativo”.

La primera sensación que tuvo Hebe sobre lo que le dijeron en ese encuentro fue que era “bastante absurdo”. “Yo estaba acostumbrada a altas dosis de corticoides y me recomendaron apenas dos gotas a la mañana, dos al mediodía y dos a la noche”, explica. Recuerda que los primeros días no sintió ningún cambio pero que a la semana se dio cuenta de que ya podía dormir varias horas seguidas. “¡El día que dormí seis horas no lo podía creer!”, exclama con alegría. Dos meses después, comenzó a olvidarse de sus calmantes: no los tomaba porque no los necesitaba. “De 20 mm de corticoides, que es lo peor de todo para el cuerpo, pasé a tomar 2 mm. Y supongo que en un mes los dejaré”, dice.

Hebe toma, cada noche, cuatro o cinco gotas de aceite de cannabis. Empezó a caminar, a tener ganas de salir de su casa, de vestirse. La mujer se define como una militante más por la planta de marihuana. Exclama que “sí, claro, totalmente”, cuando se le pregunta y señala que lo hace porque las personas con problemas severos de salud pueden cambiar su calidad de vida. “Yo tengo 77 años y a mí me salvó”, resume.

Tiene como costumbre contarle a todo el mundo que ella consume aceite de cannabis para combatir los dolores de su enfermedad. “Le he dicho a mis vecinos y resultó ser que varios toman también, pero nadie lo decía. Es como salir del clóset”.

Los problemas de salud de Hebe no le permitieron participar de las movilizaciones por las leyes de Cannabis Medicinal y Autocultivo. Entonces para ella, dar una entrevista, posar para la foto, contar su historia, es su forma de copar las calles y levantar las banderas de su lucha y la de cientos, miles, de personas que encuentran en esta forma de terapia una respuesta que no encuentran en la medicina convencional. “Es la forma de dar mi ejemplo. Nunca me escondí y menos con esto, que me da una mejor calidad de vida”.

Una ley para todas las oportunidades

Los reclamos de las asociaciones y grupos cannábicos, de familiares y usuarios de la marihuana con fines medicinales, vienen siendo los mismos hace años: la modificación de la Ley de Estupefacientes, el reconocimiento de los usos terapéuticos e industriales del cannabis, la descriminalización del cultivo para consumo personal, el respeto a las libertades individuales y actos privados, la formalización de las Asociaciones Cannábicas y Clubes de Cultivo. Lo que sí cambió es el contexto legislativo: en el último año se aprobaron una ley provincial y una nacional que permiten el uso del aceite del cannabis con fines medicinales.

Las dos leyes contemplan la creación de un marco regulatorio para la investigación médica y científica del uso terapéutico del cannabis, así como señalan que el Estado debe garantizar el suministro a aquellos pacientes que lo requieran, y permitir la importación y la producción. Lo cierto es que el aceite de cannabis aún no se produce en el país.

El aceite Charlotte es el que se puede importar: viene de Estados Unidos y tiene un costo de 300 dólares aproximadamente. Pero además, el número de los que precisan este tipo es mínimo.

"El aceite de Charlotte tiene CBD, un cannabinoide para epilepsia refractaria que represente sólo un ocho por ciento de epilepsias, y que además genera tolerancia en poco tiempo. Son mínimos los pacientes que necesitan éste. La mayoría de los que lo precisan necesitan el cannabinoide THC, pero ese aceite no se comercializa. No existe ningún laboratorio que lo produzca. Por eso, mientras esperamos que lo haga el Estado, pedimos una regulación sobre la tenencia de plantas para hacerlo nosotros", explicó Emmanuel Ramírez, miembro de Asociación Rosarina de Estudios Culturales. En ese sentido, señaló la contradicción de las leyes de cannabis medicinal: hay usuarios que tienen plantas para ese fin, y se les abren causas gravísimas.

Hebe Viglione, una de las usuarias por su problema de artritis reumatoide, no tarda en contar que ella ya tuvo su primera cosecha y está esperando recuperarse para tener sus primeros aceites. Hasta ese momento, la circulación de la medicina es solidaria: el que tiene comparte con el que no, con el que espera que sus plantas estén "a punto".

Hebe aprendió a cultivar con la ayuda de cultivadores solidarios que le dan una mano a los pacientes. "Yo no me animaba a hacerlo porque no sabía cómo era. Pero me ayudaron muchísimo. Y tuve pocos fracasos: de ocho semillas, dos resultaron machos. Esas son las que hay que eliminar automáticamente, pero ni eso perdimos, porque uno de los chicos cultivadores se la llevó a la casa y me hizo un aceite para fricciones", cuenta con orgullo.

Ella dice que hay un lugar en el patio de su casa que a las plantas les gustó: ninguna se embichó, ninguna tuvo problemas. "Incluso muchos miembros de mi familia están en contra, pero todos fueron a verlas".

Hebe es consciente del blanco que hay en la ley. La mujer, militante, se expresa con más fuerza que nunca: "Si llegan a sacarme las plantas, me pongo a gritar como una loca en la puerta y no permito que entren".

"Lo primero que nos explicaron en Arec es que no tenemos que comprar a cualquiera. La penalización del autocultivo tiende a que uno compre al deshonesto. Y las grandes farmacéuticas van a hacerse dueñas de ese problema", explica Hebe. El aceite Charlotte, por ejemplo, está ahora en manos de Bayer y la información que circula entre los pacientes es que la dosis de cannabinoides es cada vez menor en comparación a los otros químicos que lo componen. "Lo del Charlotte es un negocio fenomenal", resume Hebe.

"El autocultivo nos permite ver que lo que tomamos es lo que cosechamos. Es el mismo criterio que en una huerta. Mientras no sea legal tendremos que colaborar todos con todos. A mí no me gustaría que el aceite se vuelva un medicamento para gente con plata. Quiero que todos tengamos las mismas oportunidades".