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Viernes, 17 de Febrero del 2017

El fotógrafo de Funes: La vida a través del lente

<p>Hugo Emon conoce como pocos el arte de la fotografía y hace medio siglo que utiliza ese conocimiento para retratar la vida social de Funes.</p>

Vanesa Fresno - InfoFunes

“Yo siempre fui un inquieto con las fotos”, dice Hugo Emon apenas se enciende el grabador. “La foto desde el tanque de agua se me ocurrió un día, dije ´debe tener una vista bárbara desde arriba´, empecé a buscar la forma y en ese tiempo me ayudó Dante Mian que trabajaba en la Municipalidad. Se lo propuse, me dijo que no había problema, así que fuimos. Hice un giro total como si fuera un compás, tomando puntos de referencia para que no se me encimen las fotos y, más o menos, armé un cuadro lindo del viejo Funes”.

 

La charla fluye desde el comienzo entre anécdotas y recuerdos. El hombre oriundo de Roldán se para, busca un carnet viejo de fotógrafo, lo muestra, se sienta, describe detalladamente su primera cámara, explica el efecto que le dio a sus fotos para sorprender a todos y aprobar el curso de fotografía junto a dos amigos, se queja del poco respeto a la propiedad intelectual de las fotos. Su memoria es sorprendente. Sentados en la mesa del comedor de su casa, el fotógrafo nos relata su vida con la cámara en mano. Más precisamente, nos cuenta cómo hace más de cuarenta años retrata los momentos más felices de familias, de escuelas y organizaciones funenses. En síntesis, nos cuenta cómo observó la historia de Funes a través del lente de su cámara.

 

¿Cómo empezó con la fotografía? “Te voy a contar una historia chiquitita”, anuncia Hugo. “Siempre me gustó la fotografía, siempre, entonces hicimos una sociedad con amigos en aquel tiempo. Éramos cuatro o cinco y compramos una ampliadora, todo rollo blanco y negro. Al final se terminó disolviendo. Éramos muy muchachos, nos tiraba la joda más que lo otro”, recuerda riéndose. “Me empecé a meter más en la fotografía cuando empecé a trabajar y a tener más poder adquisitivo”, explica y recuerda que, por ejemplo, su viaje de bodas lo hizo “con una máquina marca Royal que se desenrollaba como si fuera un fuelle y llevaba rollos 120 que traían 12 fotos. Volví con un montón de rollos”.

 

Pero la fotografía no fue su única pasión. “Hice varias actividades de joven: corrí carreras de auto, saqué fotos y jugué al fútbol. Esos tres sueños me quedaron siempre. Corríamos en los pueblos, Ford T de carretera era. En diagonal a mi casa estaba Pocho Renz, que me llevaba diez años y siempre estaba con los fierros. Me metí con él de mecánico, después de acompañante. Quedamos dos acompañantes vivos nomás”. Futbolísticamente hablando, Emon era un marcador de punta que llegó hasta la tercera de Sportsman de Roldán. “Jugaba de 4...¡y me gustaba pegar! Cuando me vine a vivir a Funes nos juntábamos en el Palomar, en lo de Marzioni, nos anotábamos en los torneos de Funes, de Roldán. El zurdo Díaz me decía ´jugá despacio, no me pegues´. Pasa que era muy habilidoso, le daba dos metros y no lo podía agarrar”, rememora el fanático de Boca.

 

“Empecé con las fotos en serio en el año 1972. Éramos tres fotógrafos y yo era el más chico, que recién empezaba. Estaba el Coco Martinez, gran fotógrafo, que era reportero gráfico y estaba en la Sociedad de Fotógrafos y regentaba los carnets que te habilitaban a sacar fotos, porque por ley necesitabas un carnet de fotógrafo profesional”, relata Hugo. “Empecé a meterme más en la fotografía cuando empecé a tener poder adquisitivo. Me casé y entré a trabajar en el negocio de mi suegro, pero paralelamente empecé a estudiar fotografía. El primer carnet que me dieron en la escuela Ricchieri, enfrente de la Maternidad Martin, fue en el año 1977”, agrega. ¿Su primera cámara? “Una Pentax. La tengo guardada”.

 

Chacra, Héctor, Ernesto. Emon nombra a sus amigos fotógrafos en todo momento. “Empecé fuerte con ellos, no teníamos rivalidad. Nos repartíamos los casamientos, nos ayudábamos. Todos fueron muy buenos, ahí aprendí todo”, dice, aunque reconoce que con el advenimiento de la tecnología “tuve que aprender a ser fotógrafo de nuevo”. Otro que lo acompañó desde chico fue su hijo Daniel: “Dani empezó de chico a laburar vendiendo diarios y le propuse que se enganchara con las fotos. Empezó iluminándome los parques y eso. Fue creciendo a la par mía y ya en la adolescencia se largó para rebuscarsela con sus gastos. Cubrió escuelas, jardincitos, hizo cursos, me siguió ayudando a mi hasta el día de hoy. Los casamientos o los grandes eventos sin él no los puedo hacer”.

 

A pesar de los celulares con cámara fotográfica que amenazan a la fotografía tradicional, a pesar de que “la gente ya no se casa como antes”, Hugo sigue firme en su pasión, animándose a todo (“ahora reconstruyo las fotos viejas”) y recordando “los inventos que hacíamos”, como la vez que se trajo un rollo infrarrojo de Australia o cuando le pegaban rollos velados a las diapositivas junto con químicos y colorantes, que con el calor generaban filtros de colores al proyectarse, adelantándose cuarenta años a Instagram. “La fotografía es todo”, dice el fotógrafo. “Tengo 72 años, tengo amigos que me preguntan hasta cuándo voy a estar, y yo voy a seguir. Tres sueños sigo en la vida: las fotos, los fierros y los colores de Boca”.