Viernes, 27 de Septiembre 2024
Jueves, 15 de Diciembre del 2016

¿Desidia o sumisión?

<p>Opinión. Las últimas decisiones del Ejecutivo, lejos de sintonizar con las problemáticas ciudadanas, sorprenden por la distancia y el desenfoque.</p>

La combinación del binomio “círculo rojo” cobró fuerza en la arena nacional en estos últimos años. En un acto de sincericidio, Mauricio Macri lo pronunció en una entrevista al diario Perfil y de ahí en más los periodistas de los grandes medios porteños como políticos en general fueron replicándolo hasta el día de hoy.

No hay definiciones precisas del combo, lo que se puede asegurar es quienes lo conforman: sectores poderosos que digitan arbitrariamente caminos a seguir, y decisiones a tomar. La ecuación podría ser: poder + hermeticidad + invisibilidad = círculo rojo. La duda es ¿existe un círculo rojo funenses? De existir, ¿quiénes lo integran? ¿Cuándo se conformó? ¿Sobre qué discuten? ¿Barreto forma parte de la mesa chica? ¿Qué rol cumple? ¿Define o definen por él?

Las preguntas surgen a raíz de las últimas decisiones políticas impulsadas por el ejecutivo, que lejos de sintonizar con las problemáticas ciudadanas, sorprenden por la distancia y el desenfoque. El problema es de prioridades dijo uno de los concejales, concepto trascendental en la política ya que cuando se decide hacer algo inevitablemente se deja de hacer muchas otras cosas. Ahí radica la puntería del líder para conectar con las mayorías o, caso contrario, alejarse de ellas en pos de beneficios minoritarios, o de una mala lectura política.

Barreto, ¿lee mal la coyuntura o responde a intereses ajenos? ¿Cómo razona? ¿Quién establece el qué, cuándo, y cómo de las iniciativas?

En política nadie llega a determinados lugares sólo con el azar a favor. Por más que el escenario local le allanó el camino y que la marca PRO cotizó en alza en gran parte del país, algún atributo propio hizo que Barreto llegue a la intendencia. Más allá de esa posible cualidad electoral, las políticas que el ejecutivo promueve lo muestran desinteresado -generando alejamiento/desconcierto-, o subordinado a privilegios ajenos.

El panorama es complejo para el PRO local, recientemente agrabado por la decisión de la Cámara Nacional Electoral de continuar con la sentencia hacia el intendente de la ciudad por no haber podido acreditar debidamente el origen y/o destino de los fondos recibidos durante la campaña, siendo él el tesorero del PRO en Santa Fe al momento de presentar los balances en el año 2012, generando así una violación a las normas de financiamiento partidario. La ciudad está visiblemente golpeada por factores endógenos, y no se avizora un volantazo que le permita a Barreto construir un vínculo sincero con la ciudadanía en base a esfuerzo y presencia. Contrariamente, sus ideas lo alejan y desconciertan. Ergo, ¿por qué no pensar en desinterés? Sino cómo se explica el intento de ceder un predio a un club de Rosario con todas las necesidades que tienen los clubes locales. Cómo entender semejante brutalidad política y ponerse en contra de dichas instituciones con el valor que tienen para una comunidad. Por otra parte, cómo se explica el nuevo intento de aumentar el TGI cuando el cumplimiento de los servicios no está a la altura.

Ese desinterés ¿es propio del ejecutivo o es una consecuencia de la subordinación al círculo rojo? ¿Será como pregonaba Solari allá por el 96’ que “si el perro es manso come la bazofia y no dice nada”? Eduardo Fidanza, columnista del diario La Nación, escribía en relación al triunfo de Trump: “la pérdida de sustancia democrática no es un fenómeno nuevo. Consiste en la transformación de las democracias en plutocracias, es decir, en gobiernos conformados por élites que concentran el poder y deciden sobre el destino de los ciudadanos, devenidos súbditos de una dominación invisible.” ¿Dominación invisible o desinterés?