Miércoles, 25 de Septiembre 2024
Miércoles, 10 de Febrero del 2016

Ser Bombero: no es un trabajo más

<p>El camión entró por el portón de calle Candelaria. Al volante estaba el Sub Jefe del cuartel de Bomberos Voluntarios de Funes, Lucas Canteros. Lo acompañaban dos bomberos más: una mujer y un hombre.</p>

Mientras se quitaba el traje amarillo ella saludaba a sus compañeros. Se ataba el pelo, una vuelta, dos. A la tercera tuvo que interrumpir y soltar los rulos largos y sucios de polvo para abrazar al nene que la requería al grito de Ma!. El chiquito tendría tres años, era el mismo que, unos minutos antes, dibujaba al lado del operador de guardia que atendía los llamados.

Luego del abrazo, siguió con la tarea de emprolijarse la melena y acomodar el traje que detrás del hollín dejaba ver un color amarillo fosforescente.

El chiquito siguió su recorrido al grito de: Pa!. El bajaba cansado del camión rojo. Llevaba en su mano derecha el casco/trofeo que fue lo primero que reclamó el nene. Era tan alto y enorme como el cliché del bombero amerita.

El cuartel es un galpón enorme ubicado en la esquina de una plaza céntrica. Detrás del Observatorio municipal, a unos metros de la estación de trenes en desuso, de las pistas de skate y de las vías sobre las que se reúne la adolescencia funense. En una punta del galpón hay una estructura de hierro cónica altísima, que en diciembre se envuelve con mangueras blancas enormes y luces navideñas. Del techo de chapa cuelga un gomón de rescate acuático y varios salvavidas. No parecen haber sido usados nunca, a diferencia de la bici rodado 12 que está apoyada en la pared del fondo, una gris con calcos pegadas. A esa se la nota pedaleada hasta el hartazgo.

Una vez dentro de la sala de juegos del cuartel encuentro al mismo chiquito reclamando la atención de otro nene, unos cuantos años mayor, que intentaba ver la tele sentado en una mesa grande con muchas sillas alrededor. Confirmo la sospecha de que el cuartel es algo así como el patio, living, cocina-comedor, de varias familias. “Es la idea” me reafirma Canteros e inmediatamente agrega: “Es la mejor forma de compensar al que voluntariamente presta su tiempo acá”.

Hacer sentir cómodo y como en su casa al bombero voluntario fue la estrategia autoimpuesta por la jefatura del cuartel, de cualquier cuartel. Un Bombero Voluntario Profesional es un tipo o una mina que pone el cuerpo diariamente al riesgo físico y emocional de una posible tragedia. ¿Cómo se paga eso?.

Con plata se mueve el mundo dice el dicho, pero el fuego y el agua en este caso se mueven a puro instinto, a pura sensación. Algunos lo llaman orgullo, honor, valentía. Ellos, en el cuartel, lo llaman familia. La diferencia entre un bombero voluntario y un bombero zapador es (sin desmerecer a ninguno) el dinero. Y como en este cuartel dinero no hay, ofrecen para compensar eso que ni las tarjetas de créditos pueden comprar.

Como toda familia, esta tiene reglas, jerarquías y pautas morales que la estructuran. Sacrificio, Valor y Abnegación es el lema. Todo esto implica una disciplina que difícilmente pueda inculcarse a alguien que no tenga verdadero entusiasmo por la idea de SER bombero.

  • “Siempre quise ser bombero”

El Sub Jefe del cuartel de Bomberos Voluntarios de Funes, Lucas Canteros, tomaba agua mientras contaba esto y ofrecía una silla en un salón con bancos y pizarrón. La sala de estudio del cuartel tiene la limpieza que le faltaba al rostro del subjefe, que recién bajado del camión, se limpiaba de la cara morocha de sol y de hollín.

Canteros está a cargo de una parte de la formación de los aspirantes a bomberos. Cuenta con humildad en qué consiste convertirse en un bombero rescatista: durante dos años los interesados van dos horas a la semana a aprender a manejar el agua y el fuego, a capacitarse en rescates vehiculares, en resucitación cardiopulmonar (RCP), entre tantas otras cosas.

Cuando hablamos de esas tantas otras cosas podía notar lo humano de la tarea. Enseñar a ser bombero es explicar teorías y prácticas de maniobras, y transmitir la idea clara de que cuando alguien llama a los bomberos es porque hay una urgencia, y que un bombero debe saber comprender pacientemente la desesperación de la persona que llama. El llamado tiene que ver por lo general con algún incendio, o accidente de tránsito, pero los hay también por gatos osados que treparon copas altas.

Detrás de cada llamado hay un operador de turno, que cubre guardias sentado frente al teléfono, y que se encarga de avisar al cuerpo voluntario del incidente. El voluntario es justamente el que, voluntaria y responsablemente interrumpe su actividad particular para hacer lo que es: bombero.

El cuartel de Funes tiene un promedio mensual de 30 llamados. Esto implica algo así como que, al menos una vez al día, alguna de las doce familias de los bomberos funenses almuerzan o cenan entrecortados, dejan de ver la novela o el noticiero, dejan a un costado por un rato las tareas del hogar, y se ponen el casco porque “sonó la sirena”.