Miércoles, 25 de Septiembre 2024
Lunes, 05 de Octubre del 2015

“Yo voy de shopping cien años atrás y traigo cosas únicas”

<p>Javier Morales es coleccionista y restaurador de antigüedades. Su tienda es un túnel del tiempo convertido en meca de los buscadores de tesoros. </p>

Foto: Vanesa Fresno-InfoFunes

The History Channel es uno de los canales de cable más vistos por los fanáticos de la historia. La mayoría de las horas de aire de este canal es ocupado por tres programas: Los Restauradores (una familia dedicada a restaurar antigüedades), el Precio de la Historia (otra familia que regentea una casa de empeño) y Cazadores de Tesoros (dos amigos que recorren Estados Unidos buscando antigüedades). Sin irnos tan lejos ni tener que atravesar todo el continente americano, acá nomás, en la esquina de Güiraldes y Espora, está Javier Morales. Javier tiene su propia tienda de antigüedades, y abarca todos esos programas, todos esos protagonistas, en su propio hobby.

 

“En mi familia a nadie le gusta esto, todo esto es chatarra y basura” dice Javier, sentado en la vereda de su lugar en el mundo. “Arranqué y nunca paré, y después con los años me di cuenta que yo tenía un tío que compraba motos, las armaba y yo lo tenía que empujar para que arranquen. Habrá quedado de ahí, de empujar motos. Empecé coleccionando llaveros inconscientemente a los 9 años. Como era el pibe de los mandados en casa, me mandaban a comprar un kilo de carne, compraba 900gr, me quedaba con la diferencia y con eso me iba comprando antigüedades”.

 

Así arrancó esa pasión que fue madurando hasta el día de hoy. “A los 18 años me compre mi primer auto, un Ford T 1925. Lo restauré en un año y pico porque no tenía un peso, estaba así color viejo, tipo salido de un gallinero, y así lo tuve 8 años. Iba a desayunar, a Mitre y Santa Fe, ycuando salía tenía doscientas personas esperando que lo ponga en marcha, se arrancaba con manija”, cuenta Javier.

 

Todo lo que se refiera a antigüedades, Javier lo hizo. Como decorar la vidriera de su propio local de ropa y recibir más visitas de coleccionistas que de clientes. “De ahí, de caradura porque no soy diseñador, le hice vidrieras a un par de negocios de Rosario. Al día de hoy, armo todo yo. Acá viene gente y me dice que es muy Punta del Este, y yo no conozco Punta del Este, ni busqué en internet, es todo idea mía”. También ha prestado sus objetos para diferentes producciones audiovisuales: “Producciones fotográficas hicimos toda la vida. Una vez me pidieron para hacer una película con Juan José Camero y Alicia Bruzzo en Tucumán. Íbamos a llevar el auto y hacer la historia de un gobernador del año 1920, buscaban un Ford T 1925 que lo tenía yo. Vino el director, todo, pero al final no se hizo”, cuenta.

 

Su hobbie comienza con la búsqueda: “Viajo por todo el país buscando antigüedades, cada quince días, un mes. Me voy, agarró cuarenta kilómetros de monte, que no los hace nadie, y me meto en casas del 1800. Y ahí consigo las cosas más raras que te puedas imaginar. He traído bolilleros que han sido usados en la época de la ley seca americana, y lo encontré en el monte. Voy consiguiendo cosas así por todo el país, y las cosas que son de museo me las guardo para mí, por ejemplo. Cuando viajo mucho, hago varios pueblos y saco cosas pesadas como un surtidor, o un sillón odontológico, reúno todo en un lugar y me lo traen en camión”, explica el coleccionista. 

 

Luego, también tiene el oficio (autodidacta) de restaurar: “Me encanta restaurar, me encanta el arte en hierro. Soy el único de la zona que fabrica las bicicletas de 1890. El Ford T fue lo primero que restauré. Los sillones me encanta restaurarlos. Los hago modernos dentro de lo antiguo, para fotografía y eso”, cuenta.

 

Y por último, la venta: “Nunca viví de esto, lo hago más de hobby que de otra cosa. Por eso tengo precios muy bajos. Viene gente de Pichincha, decoradores, a comprar acá porque es barato. Yo no tengo precios para hacer diferencia. No hago mucha publicidad tampoco porque tengo clientes fijos que vienen toda la semana”, dice Morales.

 

El negocio-hobbie está protegido contra el paso del tiempo: “A mi hijo le gusta esto, tiene 9 años, colecciona armas de juguete antiguas. Heredó la pasión del padre, de todo lo que traigo, algo se agarra. Por ahí le doy algo, o se agarra algo, y lo vende por internet. Publica y vende, está todo el día con eso. La otra vez traje un sillón antiguo de ginecología y el tipo lo publicó y lo vendió. Vinoel comprador a verlo y le tuve que decir <>”, rememora, risueño.

 

Javier recorre su negocio y recuerda la historia de cada objeto y hasta nos regala un billete antiquísimo que había llamado la atención del cronista. “Lo llevo en mis venas, es mi pasión”, dice. “Para el que está en esto, que te abran un galpón, o una casa antigua y te digan <>, es un sueño, no tiene precio, la adrenalina de ese momento es única, es impagable, es como cuando las mujeres se van de shopping. Yo voy de shopping cien años atrás y traigo cosas únicas, no lo que se ve en todos lados. Traigo otras cosas que no vendo. Ahí la gente se da cuenta que, en este negocio, el dinero no tiene valor. Es mucho más importante el tesoro. Hay cosas que son mías, que no las vendo por nada del mundo. Tengo la suerte de tener otro trabajo y no tengo la necesidad de vender, entonces ahí se termina el poder adquisitivo”, cierra.