Viernes, 22 de Noviembre 2024
Viernes, 26 de Junio del 2015

Platero yo

<p>Santiago Marsili es un artista de la platería y la talabartería criolla. En su taller, elabora y restaura piezas tradicionales únicas y maravillosas.</p>

En Tucumán 2070 hay un taller. Jura quien suscribe que dicho lugar no pertenece al año 2015. Hay un mostrador de madera cubierto de piezas de cuero sobre el que descansa una vieja prensa, dos escritorios de trabajo repletos de gastadas herramientas, un enorme mueble lleno de botellas antiguas, boleadoras, distintos materiales y el caparazón de un armadillo; y en el centro de la habitación un barril, sobre el que descansan un yunque, diferentes martillos y una bandera argentina en una lanza tacuara. Entrar ahí es remontarse al siglo XIX, a la época de oro del gaucho, al año 1830. Claro que no podría dar esas fechas si Santiago Marsili, quien atiende ahí, no me las cuenta.
 
Santiago tiene un taller de platería, soguería y talabartería, en el que elabora y restaura piezas tradicionales criollas, de campaña, es decir, rurales. “Talabartería es todo el trabajo en suela. Con suela se confeccionan sillas de montar, las caronas. Soguería es el trabajo de soga. Soga se le llama al cuero crudo. Hablamos acá de confeccionar, por ejemplo, riendas, cinchas, atadores. Siempre hablando de cosas de caballo de lo tradicional. Platería es todo lo que es cuchillo, rastras y hebillas, se trabaja con plata y alpaca también. Alpaca es una aleación de cobre, zinc y níquel”, explica Marsili a grandes rasgos, mientras invita mates.
 
Adquirió sus primeras nociones de la profesión en época de secundaria, de parte de su tío Pepe. Desde ahí nació su inquietud por estos oficios, sin embargo señala que “nunca tuvo la posibilidad”.
 
Empezó a aprender en el año 2003, después de hacer 5 años de Ciencias Económicas en la Universidad Católica de Rosario, y mientras estudiaba Administración Rural en el Instituto Galileo Galilei, también de Rosario. “Sólo y autodidacta. Yo más que todo, arranque con un libro que se llama Trenzas Gauchas. Un libro que es creo del año 30 o del 40, una cosa así. Estos libros venían en fascículos y la gente de campo los compraba. Paraba en Rosario y trabajaba en cuero en el balcón del departamento, cuando estaba estudiando. Hacia estas cosas en el balcón o en la cocina, no tenía un taller.”, recuerda sobre sus comienzos en la profesión.
 
Santiago tiene 35 años, está casado y es padre de una nena de 3. Llegó a Funes hace 5 años para trabajar de encargado de un campo en Kentucky. Desde mediados del año pasado, dejó el campo y abrió su taller llamado “El Socorro”, en honor al pueblo donde nació.
 
“Son todos trabajos puntuales a pedido. Hay veces que se complica un poco, porque quizás uno quiere la perfección y si por ahí hay algo en lo que me quiero destacar de todos es en buena terminación y buen trabajo, guardando líneas tradicionales. Yo disfruto de venir todos los días. Es un trabajo porque cobras y vivís de esto, creo yo. Porque si no, no lo llamaría trabajo tampoco, es algo que me apasiona. Fue un hobby que se transformó hoy en un medio de vida y que se dio cuando se tuvo que dar. Lo lindo que tiene esto es que nunca me termino de aburrir. Los desafíos es lo que más me gusta”, reflexiona sobre su trabajo.
 
Santiago cuenta su historia de la misma manera que atiende a sus clientes: simpático, atento, conversa, da vueltas por todo el taller, mientras muestra piezas, herramientas y fotos.

“El que viene está buscando puntualmente algo. Algo medio único es lo que busca. O un regalo muy en particular, porque por ejemplo, el que viene acá quiere decir: es esto lo que te regale y lo hicieron para vos.”, indica sobre los clientes que en su mayoría se acercan al taller.
 Para poder realizar el oficio, asegura Santiago, hay que “estar tranquilo, estar concentrado. Las cosas apuradas no salen, me ha pasado, porque fue una experimentación todo este año. Me empecé a tapar de trabajo y te empiezan a apurar. Y no. Lo que te lleva un día es un día. Porque si no lo que adelantas por un lado, lo perdés en calidad y en terminación”.
 
Marsili más que artesano es un artista. El mismo señala que “cuando las cosas se hacen con las manos se es un obrero, cuando se hace con la mano y con la cabeza se es un artesano, y ya cuando se pone el corazón se es un artista”.
 
Sobre su vida como artista en la ciudad comenta: “Es linda. Mi señora me va a matar cuando escuche esto, porque ella se va todas las mañanas a Rosario a trabajar, con la nena, es un caos. Yo acá vivo a 6 o 7 cuadras del taller, y  estoy todo el día acá, no corto al mediodía ni nada, se me pasa el día volando”.
 
En la zona son pocos los trabajadores que comparten el rubro de Santiago. En cuanto a platería menos, y que se arraiguen y dediquen a la tradicional, muchísimo menos. “Por lo menos para este lado. En provincia de Buenos Aires, ya es distinto. Ya Pergamino para arriba, San Antonio de Areco,  hay varios. En Areco creo hay censado 190 plateros. Areco es cuna de la platería. Pero bueno, estamos a 300km de acá”, aclara.
 
El artista criollo hace poco realizó en Peyrano, una exposición y charla de platería en un museo. Una charla para mostrarle a los chicos de las escuelas al mediodía y después a la tarde al público en general. “Ahora vamos a hacer otra de textiles, en lo que se refiere a uso tradicional, de ponchos y fajas, a razón de que la charla fue muy linda, que la gente quedo muy contenta y que no se hacen cosas así en la zona. Así que ya la estoy armando.”, confiesa.

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