Sábado, 04 de Mayo 2024
Martes, 05 de Noviembre del 2013

El aventurero

H. Lanvers no siempre fue escritor. Amante de los viajes exóticos, se internó en las profundidades del África. Y las experiencias que recogió lo animaron a contar historias. Hoy sus libros son verdaderos best-sellers y el próximo viernes 8 se presentará en ACIF. Una historia que vale la pena conocer.

Había una vez un pibe cordobés que, junto a su familia, se fue a vivir a la Patagonia. Allí conocieron una comunidad de bóeres o afrikaners, sudafricanos descendientes de holandeses. Se hicieron fanáticos de África al punto tal que su padre propuso mudarse al continente negro, aunque la idea no prosperó (sus padres vivieron allí dos meses de prueba pero su madre no lo toleró y regresaron).

Se había truncado así el sueño de padre e hijo. Sin embargo, con la literatura de aventuras de Stevenson, Conrad, Salgari y Verne, el pibe viajaba una y otra vez hacia las profundidades de aquel continente que imaginaba mágico y misterioso. El solo leer nombres como Kilimanjaro, Zanzíbar, Tombuctú, Tahití o Kenia excitaba su glándula de aventuras.

La familia abandonó el sur, el pibe creció, volvió a Córdoba, estudió medicina, trabajó en más de treinta rubros ("desde empleado en una librería hasta vendedor de choripanes", cuenta hoy) y, finalmente, se largó a cumplir los sueños de la infancia.

"Un día decidí dejar de leer sobre esos lugares, y empezar a tratar de conocerlos. Así pude intentar -e insólitamente lograrlo- escalar el monte Kilimanjaro, y otras montañas africanas, acompañado siempre sólo por nativos; pescar con red con los maoríes de la Polinesia o atravesar a lomo de camello la legendaria Ciudad Perdida de Tombuctú en el Sahara. Y así descubrí, que eso no era algo que solo estaba reservado para los personajes de las novelas o para personas muy ricas. Sino para cualquiera que estuviera dispuesto a hacerlo", explica.

Todo su dinero lo empezó a gastar en viajes, fue al menos dos veces a cada uno de los continentes y pisó suelo africano en doce ocasiones distintas. Siempre en forma económica, cada vez que visita un lugar se aloja en viviendas de nativos, convive con ellos por lapsos prolongados y conoce su cultura. Varios de sus mejores amigos son africanos y hasta una de las mujeres que más ha querido es sudafricana de la etnia zulú. "La gente se sorprendería si supiera que se puede viajar a lugares que parecen inalcanzables, gastando a veces menos que lo que se gasta en un buen verano en Mar del Plata", dice.

En alguno de esos viajes al África escaló el monte Kilimanjaro (el punto más alto del continente, con 5892 metros) junto a tres miembros de la tribu chagga. Cada noche hacían un fuego, se sentaban en ronda y contaban historias. "Ellos decían que yo era bueno haciéndolo, que era un buen contador de historias, lo que en África es un motivo de gran orgullo", cuenta.

Parece que era tan bueno con eso de las historias que una vez le preguntaron si era escritor. Él se rió fuerte ¡Que iba a ser escritor! Sin embargo algo le despertó, no se quedó con la duda y empezó a probar suerte escribiendo historias de aventuras ambientadas en su continente favorito. Pagó de su bolsillo una edición cordobesa de su primer novela: África: Hombres como dioses, que cuenta la historia de Shaka Zulú, "un rey guerrero que transformo a sus hombres en los mejores soldados de África". Pagó cinco ediciones más, se agotaron todas.

"Si hubieras nacido en Estados Unidos serías Wilbur Smith, pero naciste en Córdoba, así que resignate a esto", le dijo su editor cordobés. Pero no se resignó: "Yo quería que fuera esa editorial (Sudamericana-Mondadori) la que me publicara y lo que hice fue conseguir los nombres de todas las personas que trabajan en esa editorial y les envié mi libro a cada una de ellas. Una semana más tarde, en el escritorio de cada empleado, había uno de mis libros. Además los acompañaba una nota que decía: "Sé que les llegan como mil libros por año y que no pueden leerlos a todos. Por favor, lean éste, aunque sea diez minutos, y mándenme un mail diciendo que no les gustó, de lo contrario les enviare mensualmente otro ejemplar a cada uno de ustedes durante los próximos cinco años", dice.

"Bueno, que alguien lo lea aunque sea diez minutos o este hombre nos va a volver locos a todos", dijo uno de los editores ante la pegajosa amenaza que prometía la carta. "Así fue. Lo empezó a leer uno, después el otro y parece que a todos les gustó. Y yo recibí el mail. Decía <<Venga a Buenos Aires. Lo queremos conocer>>. Tomé mi bolso y viajé, ahí empezó todo", recuerda. Y así H. Lanvers se convirtió en best-seller.

H. Lanvers. Suena raro. No suena a argentino. Menos a cordobés. Suena a J. R. R. Tolkien, a C. S. Lewis. Lo concreto es que el pibe -hoy hombre- del que hablamos es Hernán Silva Lanvers y que su trilogía de novelas con trama en el África de sus sueños hace rato que está entre las más vendidas de nuestro país. Ah, y que el próximo viernes 8 a las 20 hs las va a estar presentando en ACIF (Elorza 1461).

A pesar del éxito de ventas de sus libros Lanvers no se considera escritor. Para él escribir es embarcarse en una aventura como esas de los libros que leía cuando era un chico. No tenía grandes expectativas y, dice, tuvo suerte. "Mi última novela llegó a ser dos semanas el número uno de la Argentina, ganándole a John Grisham y a otros escritores profesionales; hace diez días está en la lista de best-sellers. Me llama la atención porque yo no vengo del mundo intelectual", dice.

Cuando tuvo que presentar el libro desde la editorial le dijeron que buscara un escritor amigo famoso para que lo presentara. Lanvers les dijo que no tenía escritores amigos famosos. Le dijeron que buscara un escritor amigo desconocido. Les dijo que tampoco tenía.

"Les dije que si no quedaba otra opción me presentaba yo solo. Me dijeron que nunca les había pasado algo así, y viajaron los de la editorial a Córdoba para presentarme ellos", cuenta Lanvers, el aventurero.