¿Por qué la oposición está tan planchada?
La pandemia y el pacto de no agresión, la pericia del Ejecutivo para la relación, el acuerdo más profundo con Juntos por el Cambio: radiografía de un año oficialista.
Harto dicho está que el año que pasó fue un año atípico. Sin embargo, no por eso deja de ser cierto, incluso para la política. El 2020 ilusionó en sus albores con un trabajo mancomunado entre fuerzas políticas al que la sociedad no está acostumbrada pero terminó con un recrudecimiento de una vieja historia donde sobran críticas y faltan acuerdos. Funes, sin embargo, parece un oasis donde son pocos los opositores que intentan levantar el perfil y criticar al peronismo gobernante, con cruces llenos de tensión que se roban la agenda pública pero por poco tiempo, casi de manera efímera. Por eso, la pregunta en el círculo rojo funense está instalada: ¿por qué la oposición está tan planchada?
Planchada, inactiva, callada. Los adjetivos varían pero quienes siguen la política funense coinciden en el diagnóstico de quietud de la oposición local. En lo que varían es en los motivos: en el cuartel general de cada fuerza política esbozan uno distinto. Para algunos, por ejemplo, se debe a un gesto de madurez que hubo al principio de la pandemia, cuando el miedo y la preocupación arreciaban entre los funenses ante un virus desconocido y los principales dirigentes políticos locales hicieron un pacto de no agresión. A medida que el virus dejó de infundir miedo en la población y el clima social viró hacia otros menesteres más mundanos, la situación se relajó y hubo más margen para “hacer política”.
Pero ese acuerdo, nacido en el seno del Concejo Municipal, sufrió críticas por lo bajo. Para algunos fue una tregua innecesariamente larga que le dio espacio a un peronismo que venía oxidado, con abstinencia de gobierno, a moverse a gusto y piacere durante varios meses, casi sin control y sin mayores problemas mediáticos. “A los peronistas no les podés dar un centímetro, si lo hacés te pasa esto”, dicen quienes claman por una oposición más dura, de más halcones y menos palomas, y se lamentan viendo cómo el oficialismo no sufre mayores costos políticos impulsando proyectos que en otro momento hubiesen sido muy caros. “Si yo entregaba concesiones sin licitación me asesinaban”, dicen que dijo el ex intendente León Barreto desde su repliegue táctico que ya lleva más de un año, al enterarse del intento del Municipio de otorgar la concesión del bar de la plaza San José a un empresario sin pasar por una licitación, una práctica autorizada por la ordenanza de emergencia económica con la que el Ejecutivo se engolosinó y le provocó los primeros encontronazos con la oposición, principalmente con la Unión Cívica Radical, que tomó a la transparencia como eje en sus críticas al oficialismo durante la segunda parte del año.
El ineludible acostumbramiento al virus y los “abusos” (como los ven algunos opositores) del peronismo gobernante hicieron que la tregua de principios de año ceda, lo que paradójicamente no se tradujo en un aumento exponencial de golpes al oficialismo. Un miembro del Concejo le atribuye ese fenómeno a la pericia con la que el Ejecutivo en general y el intendente Santacroce en particular manejan la relación con los concejales: “Tenemos acceso irrestricto a los secretarios, tuvimos más de una decena de reuniones políticas con el intendente y estamos al día con las partidas presupuestarias que nos corresponden”. No es más que lo que corresponde para una convivencia política sana, pero es demasiado con respecto a lo que pasaba años anteriores. “Los proyectos llegan y podemos consensuar cambios, claro que no siempre se llega a buen puerto porque hay diferencias políticas que son irreconciliables, pero lo cierto es que no hay proyecto que salga aprobado tal cual fue enviado por el Ejecutivo, siempre hay modificaciones”, valora la misma fuente legislativa, quien sin embargo revela la perla negra de la relación: “Con el Secretario de Gobierno, que en gestiones anteriores era quien llevaba adelante el diálogo político, hoy tenemos una relación mala”, describe, haciendo referencia a Martín Papini.
Pero hay un vínculo que es el que el peronismo más cuida y el que realmente le permitió haber pasado un año en paz, sin mayores sobresaltos y con todos los proyectos enviados al Concejo aprobados, incluso las urbanizaciones y barrios cerrados que tanto repudio habían generado años anteriores. Es un vínculo extraño, pero profundo, sólido y no parece ser coyuntural, sino más bien encontrar cimientos en las ideas en común, en una visión similar del futuro de la ciudad. Es el vínculo entre el peronismo y Juntos por el Cambio, encarnados en el intendente Roly Santacroce y el presidente del Concejo Carlos Olmedo, al que muchos llaman, no sin malicia, el verdadero Secretario de Gobierno de Funes. La dupla lleva adelante el día a día de la ciudad, gestiona obras con los gobiernos provinciales y nacionales y se sienta a negociar con el poder empresarial ávido de invertir, garantizándoles un trámite sin mayores sobresaltos a través del Concejo gracias a una mayoría casi automática que supieron construir, con los dos ediles peronistas (Frattini y Fillipone) y los dos amarillos (Ana Martelli y el propio Olmedo). Los acuerdos entre estos dos actores son tan heterogéneos que incluyen el puesto del ex edil macrista Luis Dolce al frente de la Casa de Funes en Rosario y hasta se rumorea que está en tratativas el nuevo edificio del Concejo Municipal, construido con fondos provenientes de la plusvalía que se le cobrará a los nuevos desarrollos urbanísticos que ya se aprobaron en el cuerpo legislativo con los votos peronistas y macristas.
Claro que ese vínculo no es gratis para Olmedo, quien puertas adentro de su partido paga costos. Si bien quedó como el líder del espacio tras la derrota de León Barreto, un silencioso sector interno liderado por el ex intendente cree que actúa como “un peronista kirchnerista” y que “no le da para ser intendente, sí para ser el mejor secretario de gobierno”. Ese sector por ahora está apagado y no participa activamente del día a día político, pero podría ser un problema interno para Olmedo en las PASO del año que viene, más en una ciudad con un marcado antiperonismo en sangre, algo que preocupa al equipo del presidente del Concejo. Algo es cierto: Olmedo se siente más cómodo y logra amplios resultados tras bambalinas, en la nunca bien ponderada rosca política; el traje de frontman del espacio que asumió hace ya un año todavía no le sienta del todo cómodo.
Los (pocos) dardos más envenenados que recibió la gestión de Roly Santacroce provinieron mayormente de la Unión Cívica Radical. Los correligionarios pudieron presentar la mesa de unidad de su espacio antes del aislamiento y se mostraron activos en críticas a la gestión de Santacroce durante el segundo semestre. Además, el sector mayoritario de esa mesa que preside Nacho Rímini se encuentra en el Frente Progresista, y aprovecha un socialismo rearmandose (ni siquiera presentó lista en 2019) y un Creo con perfil bajo para marcar el pulso la alianza que quedó a escasos quinientos votos de la intendencia. Si bien con poco lograron ser los más activos, también es cierto que la convivencia entre el carácter moderado del edil del espacio Pedro Giantenaso y el carácter más fuerte del ex candidato a intendente no fue armoniosa y costó sacarla adelante durante los primeros meses. Ahora, que parecen haber encontrado el tono y la sinergia, se viene la definición por las candidaturas de las elecciones de medio término, donde Giantenaso pone en juego su banca y Rímini querrá volver al Concejo. Se vienen momentos de tensión interna en ese espacio, lo que puede ser una distracción al férreo control que, dicen, quieren hacerle al gobierno de Santacroce.
En términos relativos, el desafío más grande lo tuvo Unidad Popular. Tras ganar su primera banca se encontraron en un Concejo incómodo para ellos, con una mayoría que aprobó numerosos proyectos sobre condominios, barrios cerrados y construcciones en altura sin la renovación del plan urbano de la ciudad, un proyecto que el espacio sostiene históricamente y que supo ocupar los primeros lugares de la agenda pública hace algunos años, llegando a la cúspide cuando casi logran aprobar la prohibición de nuevos barrios cerrados en la ciudad. Sin embargo, cuentan que optaron por darle un tono más propositivo a su discurso y por eso valoran que este año pudieron impulsar iniciativas de corte cultural y educacional. Por eso, y por la pandemia, puede explicarse que no se pusieron a la cabeza de una resistencia intensa y férrea a los barrios cerrados y demás desarrollos urbanísticos que el Concejo aprobó en la segunda mitad del año. Así y todo, el concejal del espacio Mauro Miguez votó en contra de todos los proyectos.
La pandemia, la pericia y la viveza del Ejecutivo para llevar adelante la relación, los acuerdos más profundos con ciertos sectores. Todo se conjugó para que Roly Santacroce tenga un primer año al frente de la Municipalidad de Funes más que tranquilo. Pudo impulsar proyectos otrora polémicos para asegurarse fondos en los próximos años, pudo tomar medidas antipáticas como cerrar transitoriamente un centro de salud o enfrentar al sindicato de empleados municipales sin pagar mayores costos políticos, con “la oposición más tranquila de los últimos quince años” según admitió justamente un opositor. A pesar de eso, el año que ya comenzó es electoral, y todos buscarán renovar bancas o volver al ruedo, lo que pondrá al gobierno peronista ante un desafío que se puede resumir en una sola pregunta, como un novio le pregunta a su novia: ¿hasta dónde me querés?
Powered by Froala Editor
ÚLTIMAS NOTICIAS