Futbolista, escritor y funense de adopción: "Luque" Bravo presentó un libro sobre sus días en la ciudad
Fue presentado en el marco de los 150 años de la ciudad. Un recorrido detallado que reúne historias, anécdotas y mucha pasión.

Alberto “Luque” Bravo es el responsable del archivo futbolístico, o por lo menos de varias historias, de años de cancha y partidos en Rosario y en Funes. Vivió varios años en esta ciudad, hasta 1985, que se mudó a Fisherton con su familia. Es recordado por una camiseta de central que se robó de pibe, le gusta cantar, fue apodado “Gardelito” por muchos, pero cuando estrenó bigote comenzaron a llamarlo "Luque" por Leopoldo Jacinto Luque, el futbolista y DT argentino.
Hace ya varios años publicó su libro “Memorias de un canalla”, donde relataba historias de, como gran simpatizante de Rosario Central que es, fue viendo en su juventud a desde el Gitano (Miguel Antonio) Juárez a César Luis Menotti en sus inicios hasta el equipo que descendió en 2010. “Fue fácil de escribirlo porque yo siempre digo que cuando uno tiene las cosas en el corazón y en la mente, resulta fácil volcar todo en palabras”, señaló. Sin embargo este primer libro arrancó tomando forma en papeles sueltos que iba recolectando en su mesita de luz. Hasta que un día su amigo, el periodista Claudio Giglioni y su esposa, comenzaron a corregirle sus escrituras y así llegaron esos ejemplares.
Alberto tiene “77 abriles” y suele tirar frases graciosas cada vez que habla, pero el recuerdo que más hizo reír junto a “Memorias de un canalla” fue el que le compartió a Alejandro Apo en una visita del conductor a Rosario.
“Yo era pibe, tenía 10 u 11 años y soñaba con tener la camiseta del Gitano Juárez, un goleador y amigo de mi papá. Esa tarde no sabés el sacrificio que hice para descolgar esa camiseta del alambrado. Bah, no le cuentes a nadie pero me la robé -dijo bajando el tono de voz-. Cuando llegué a casa, la felicidad que tenía. Era lo que siempre quise. Mi sueño. Yo vivía en Nuevo Alberdi, entré a casa corriendo, contento con la camiseta hecha un bollo en mis manos. Fui rápido a la pieza de mi hermana y cuando miro en el espejo, resulta que no era la 9, era la 6”.
Y agregó: “Eso causó mucha risa y Apo me dijo ‘Tenés que mandármelo a la radio’, él estaba en Radio Continental en esa época y así comencé a escribir, a contar historias, de tantas que me sé y viví”.
“Con el tiempo fui un día a Funes y mi amigo el Zurdo Díaz me pidió un libro, le gustó mucho y me dijo que había tenía que ‘escribir uno sobre Funes y los muchachos’. Yo le dije que no era escritor, pero me acordaba de muchas anécdotas así que empecé. Llevó varios años y en el medio falleció el Tato Pillacampo, otro gran amigo y ahí arrancó verdaderamente el motivo por el cual darlo a conocer. Es más, su esposa fue quien luego de darle el pésame, me empezó a mostrar fotos y me dio varias de las que están publicadas”, relató.
Pero la voz se le entrecortó cuando recordó que una de las personas que más lo apoyó para este libro que se conoció el viernes en Funes: “La gringa”, su esposa. “Ella se fue hace 14 meses de este mundo y yo me quedé vacío. Fueron 57 años de casados. Me falta mi espada. Porque la esposa, la compañera, o como quieras llamarle, es muy importante en la vida de un hombre, y cuando sos joven no te das cuenta de esas cosas”.
Sus años en Funes
Confeso peronista de toda la vida, en agradecimiento al plan quinquenal que le permitió a su padre darles un hogar, Alberto “Luque” Bravo llegó a Funes en 1976, luego de su paso por el fútbol de Tucumán. Con algo de plata que le quedaba de su destreza en la provincia norteña, se compró un terreno sobre calle Pueyrredón, a cuatro cuadras de la ruta, y cerca del Club Industrial, donde cosechó amigos, entre ellos Marcelo Ledesma, quien conoció los dotes de cantante de Alberto y lo invitó varias veces a cantar, aunque Alberto nunca se animó a aceptar.
“Jugué mucho tiempo en el Industrial y salimos campeones, ahí arrancó mi historia futbolística en Funes. Fueron unos años, muchos años hermosos”, resumió y agregó: “Aunque varias veces turbulentos, porque tengo menos pulgas que un oso de peluche, así que en los partidos me solía calentar mucho. Pero bueno, hoy ya veo todo con otros ojos, con un recuerdo muy cariñoso”, dijo.
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