De China con amor
La pareja china detrás de la casa de comidas “Lichi” le abrió sus puertas a InfoFunes para contar su vivencia en la ciudad, por qué eligieron Funes y cómo viven y transmiten su amor y sus tradiciones
Detrás de los platos de Lichi, la pequeña casa de comidas orientales que abrió el año pasado en la ciudad, en calle Alberdi entre Sarmiento y Santa Fe, están Alex y Sofía. La joven pareja china que eligió Funes como su hogar hace pocos meses y que fueron ganando el cariño de su clientela poco a poco. Primero conquistaron a sus comensales por el estómago, con platos típicos chinos ricos y abundantes. Pero quienes ya conocieron sus sabores aseguran que vuelven a elegirlos por su amabilidad y predisposición al diálogo, que aunque cuesta bastante, es cálido y amoroso.
Sonríen y dicen “Hola” un montón de veces en cada charla. Hablar con ellos es contener la curiosidad, o aventurarse conocerlos y muy probablemente, ser invitados a intercambio cultural. En cada oportunidad Alex saca a relucir su pasión por la docencia y Sofía, sus ganas de aprender. Con señas, en inglés o con el traductor del celular, la pareja logra comunicar algo de ellos, de sus platos, de sus costumbres. Indagan todo sobre las de este lado del mundo que tanto aprendieron a querer.
Tienen 29 años occidentales cada uno. Ellos aclaran que en realidad son 30, que en su país se acostumbra considerar el momento del nacimiento como el primer año de vida. Él llegó al país hace algunos años. Sus tíos viven en Rosario desde hace décadas, son los dueños del tradicional restaurante chino de calle Laprida al 1100 y de otro muy conocido en calle Ricchieri y Salta. Ahí Alex aprendió el oficio de cheff. Primero como ayudante de cocina, hoy como el responsable de traer los sabores típicos de oriente a Funes. Sofía, que fue su compañera de colegio y luego novia, vino a principios del 2020, muy poquito tiempo antes que comience la pandemia. Hace siete meses se mudaron juntos a Funes.
Con Lichi no solo lograron traer a la ciudad un rubro gastronómico que no había, un verdadero nicho. En esa casita de calle Alberdi lograron crear un espacio bien acogedor, en el que hasta con suerte se puede comer en las pequeñas mesas que están armadas en el patio para esperar los pedidos. “Es un ambiente re cálido, como los lugares de antes”, “me sentí como en esos bodegones de antes”, “son muy amables”. Cuentan algunos de los comentarios de quienes se convirtieron en estos meses en fieles clientes.
Sofía y Alex extrañan mucho a su familia, que vive en el otro extremo del mundo, en una ciudad de unos 30 millones de habitantes cerquita de Hong Kong. Funes es, aseguran, “hermoso, muy tranquilo” y no se arrepienten de haberla elegido tras la recomendación de una tía. La compañía de los mosquitos es lo único que cambiarían de su nuevo hogar, cuentan.
“Extraño mucho, por el problema de Coronavirus no puedo volver a visitar a mi familia, pero hablamos todos los días, a veces compartimos comidas por videollamadas”, cuenta Sofía y sirve una taza de té con flores tras otra, en unos pequeños pocillos que los acompañan todo el día, como el mate a cualquiera de nosotros.
Alex la mira y asiente. Él ya fue un recién llegado al país, sabe lo que se siente. Y por eso la entusiasma con un plan: “Cuando llegué enseñé chino y aprendí español así, de paso conocemos amigos nuevos, y contamos un poco de nuestra cultura”, cuenta Alex, que habla bastante bien en español y oficia de traductor a Sofía. Como su familia lejana ya vivía en Rosario, él algo sabía sobre Argentina. Pero para ella era un misterio el país. “Nunca lo había escuchado, si sabía de Messi, pero no identificaba al país”, cuenta ella y sonríe, literalmente, con los ojos achinados.
Alex sabe que de todo se aprende, y voluntad no le falta. El cheff de Lichi llegó al país hace algunos años sin saber nada sobre cocina. “Era como un papel blanco, pero aprendí con mucho estudio y ayudando. Así como aprendí a hablar español”.
Por eso, además de dedicar sus días a la cocina, la pareja pasa sus tardes enseñando chino cantonés a quien quiera aprender, de manera totalmente desinteresada, con el único objetivo de contar sus costumbres y su idioma y aprender el de otros.
El joven explica que “hay clientes que nos dicen que les gustaría aprender nuestro idioma, y a nosotros nos encanta enseñar; así como nos encanta contarle a nuestra familia cómo es Funes, cómo es Argentina. Le mostramos fotos todo el tiempo, ellos también se sorprenden”.
Los dos coinciden en que si bien podrían pensarse que son muchísimas las diferencias, al estar acá se dieron cuenta de que las similitudes son la mayoría. “En China nos juntamos a comer con amigos, compartimos mucho con otros, desayunamos juntos, las reuniones familiares son siempre rodeadas de comida, siempre compartimos con gente”, cuenta y agrega: “Como acá”.
“Los fines de semana íbamos a karaokes, eso acá no hay y se extraña un poco. No hay discotecas ni cine, pero la verdad que nos gusta mucho así”, remarcan y al caer en la cuenta de que muchos en esta ciudad vienen también de otras, llega a la misma conclusión: “Lo mismo que le puede pasar a alguien de Rosario acá”.
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