Martes, 01 de Octubre 2024
Viernes, 08 de Mayo del 2020

Cuando el Trinche vino a jugar a la cancha grande

Tomás Carlovich falleció esta mañana. Se fue una leyenda que triunfó a pesar de ser un antisistema. Jugaba el sábado con central Córdoba y el domingo venía a Funes a jugar el torneo millonario.

Era difícil levantarse temprano los domingos en aquel Funes de los 70, la tranquilidad bucólica invitaba a seguir durmiendo, a menos que ese día hubiera torneo millonario en la cancha grande. Ahí sí los pibes saltábamos de la cama para ver a nuestros ídolos, los locales y los que venían.

El campo de juego tenía un solo alambre grueso a su alrededor sostenido cada tanto por unos postes de un metro de altura, pegadito al lateral. Los teníamos ahí, podíamos alentarlos, insultarlos y hasta tocarlos si se pasaban de largo en una ida errada al piso. Venían Caña de Roldán, Bustos de Central, Chupete Quiroga y jugadores increíbles como el negro Chocolate de “Mar y Sierras”, equipos de todos los barrios rosarinos venían tentados por el premio. Se jugaba de 7 y 3 suplentes, a morir, eliminación directa porque había que terminar antes de la noche, alguna vez incluso iluminaron una final a los penales con los faros de los autos.

Pero todo cambiaba cuando venía él, nos codeábamos y en voz baja nos decíamos al oído “vino el Trinche". Ahí nomás nos íbamos arrimando para el lado de los árboles grandes de calle Irigoyen, ahí donde la mayoría de los visitantes se cambiaba a la sombra, sentados en el pasto. Cualquier detalle era importante, ver cómo se vendaba, tratar de escuchar lo que les contaba a los compañeros, todo era relevante. Se trataba del mismísimo Carlovich, el que bailó a la selección, el que los sábados dejaba afónicos a los relatores de la B. 

Flaco y algo desgarbado, entraba a la cancha nuestra con paso cansino, pero apenas le llegaba la redonda a la zurda para los primeros toques de calentamiento uno se daba cuenta que algo mágico pasaba entre ellos. A pesar de que todas las miradas estaban en él, todo lo tímido y silencioso que habíamos estado observando afuera desaparecía dentro de la cancha.

Seguramente muchos de nuestros muchachos que lo enfrentaron estarán recordando ese partido, esa jugada o ese saludo final con el Trinche, transpirados, con las medias bajas y las piernas llenas de tierra y moretones. Pienso en el Hugo, el japonés, Cuenca, el Paco y en muchos más, no puedo mencionar a todos. Con su presencia el Trinche les dio más grandeza de la que ya tenían para nosotros y ahora se pueden sentir un poco parte de su leyenda. Podrán decir, para siempre y con justicia, que jugaron con él.

Sí señores, Tomás Felipe Carlovich paseó su figura, su talento y su mística por Funes, cuando Diego y Messi aún no habían deslumbrado, cuando el fútbol era todo potrero, gambeta, amague, sombrero y pierna fuerte.  Algo del Trinche quedó acá, en la cancha grande y para siempre, junto a las ilusiones de todos los pibes que alguna vez soñaron con llegar a primera. 

Por Julio Di Giuseppe - especial para InfoFunes

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