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Martes, 22 de Junio del 2021

Cobelli, el renacido

Su pase llegó a valer casi un millón de euros. Cumplió el sueño de jugar y hacer goles en la primera del club de su corazón. Jugó en Europa y en la lejana Malasia. Su periplo por el mundo lo alejó de las marquesinas. Hoy la rompe en Central Córdoba

Su pase llegó a valer casi un millón de euros. Cumplió el sueño de jugar y hacer goles en la primera del club de su corazón. Jugó en Europa y en la lejana Malasia. Su periplo por el mundo lo alejó de las marquesinas y él mismo reconoce que su nivel bajó, pero este año regresó a su Funes y con la nueve de Central Córdoba de Rosario resurgió a fuerza de goles que ponen al Charrúa en la cima del torneo de Primera C. A los 33 años, Juan Manuel Cobelli disfruta su renacer futbolístico pero, sobre todo, tener a su familia y a sus amigos cerca.


A los cuatro años ya pateaba la pelota en el baby de San Telmo, uno de los clubes de su vida junto a Newell’s Old Boys, al que arribó de manera definitiva cuando tenía 12 años, pero en el que no logró consolidarse hasta aquel frenético 2011. Juan Manuel regresaba de su préstamo en Iquique de Chile (ya había sido cedido a Santiago Wanderers) y se sumó a una Lepra en la que se olfateaba el fin de ciclo de su DT Roberto Sensini.


En aquel Newell’s de vacas flacas, Cobelli tuvo una inesperada y eléctrica aparición en las redes, casi siempre desde el banco de suplentes. Tres goles en seis partidos lo pusieron por primera vez en su carrera en boca de todos. Pero las negociaciones por la renovación de su contrato se tensaron a un punto de no retorno y la dirigencia leprosa lo apartó del plantel. 


“Siempre pienso de qué habría sido, si me quedaba quizás podría haber sido campeón (Nota del redactor: dos años después la Lepra ganó el Torneo Final 2013), pero en la vida hay que tomar decisiones y no podemos reprocharnos. La realidad es que sólo jugué diez partidos en cuatro años y decidí que tenía que tomar otro camino”, dice ahora.


Fuera de Newell’s, Juan Manuel inició su viaje mágico y misterioso por el mundo detrás de una pelota. Chacarita, Atlético Tucumán, Sud América de Uruguay, Deportivo Cuenca de Ecuador y Universidad César Vallejo de Perú lo vieron vestir sus camisetas. En Ecuador alcanzó su mejor versión y su pase llegó a cotizarse en alrededor de 800 mil euros. Pero hoy jura que su mejor experiencia fue en Malasia, el exótico destino al que arribó en 2016. “Me fue genial”, dice.


Juan Manuel firmó con el Kelab Bolasepak Perbadanan Kemajuan Negeri Selangor, más conocido como PKNS FC o como las Hormigas Rojas, un club con pasado de gloria pero que por ese entonces penaba en la Segunda División malaya. Sin embargo, la temporada fue exitosa. “Logramos ascender siendo campeones y llegamos a la final de la copa nacional”, recuerda.


De Malasia, Cobelli guarda recuerdos llamativos. “Teníamos que entrenar y jugar los partidos de noche por el calor, a las tres de la tarde teníamos temperaturas de 37 o 38 grados”, cuenta.


Pero las anécdotas más extrañas están dadas por la profunda penetración de la religión islámica en Malasia. “Los entrenamientos se frenaban para que los futbolistas musulmanes pudieran rezar. El resto nos quedábamos mirando pero teníamos que hacer silencio por respeto, porque ellos se lo tomaban a mal si hablábamos”, recuerda. Durante el Ramadán, el sagrado noveno mes del calendario islámico en el cual los fieles musulmanes realizan un estricto ayuno y no pueden beber ni comer durante las horas de sol, los entrenamientos debían hacerse de madrugada. “La religión es lo más importante, así que teníamos que entrenar tipo una de la mañana”, cuenta.


Aunque Juan Manuel recuerda con una sonrisa su paso por Malasia, también reconoce que aquella decisión tuvo su precio. “El fútbol de Malasia es intrascendente, después de jugar ahí me costó encontrar mercado acá”, acepta. Su pasaporte siguió sumando sellos con sus pasos por Taranto de Italia, Universitario de Ecuador, Gimnasia y Tiro y Marina Ragusa de Italia. En ese club del ascenso italiano casi lo agarra la pandemia de Covid-19. Junto a Agustina, su mujer, y sus dos hijas, Pía y Roma, armaron las valijas y volvieron a Argentina.


Y en eso, apareció Central Córdoba. La oportunidad le cerró por todos lados. “El club me abrió las puertas, yo quería estar en casa, cómodo, ver a mi mamá después de entrenar, y en el Charrúa logré esa tranquilidad. Soy muy familiero, son cosas de la vida cotidiana. Cuando con 24 años me tenía que ir a jugar a otro lado, siempre me iba llorando. Ahora, no sufrir la lejanía hace que esté todo el día contento, soy feliz en Funes”, dice.


Es que en su ciudad está su familia y sus amigos de la infancia con los que formó “la peña loca”. “Nos seguimos viendo y juntando siempre que se puede”, cuenta Juan Manuel con la alegría de quien ya no se va a perder un asado con sus compañeros de vida. “Eso me hace tan feliz que me carga de energía positiva para ir a jugar”, dice como quien revela un secreto. Y algo debe haber, porque Cobelli lleva convertidos cuatro de los diez goles con los que Central Córdoba empuja su sueño de ascender.


“Estoy muy contento con el momento que estoy atravesando y que atraviesa el equipo. Sabíamos que iba a ser un torneo duro pero estamos muy entusiasmados. La C es más dura, con muchos roces, los rivales pegan, los árbitros no cobran. Pero los goles hacen que todo sea más fácil, agarrás cierta confianza y seguridad. Yo llevo 13 años jugando profesionalmente y son muy pocas las veces que uno logra ir primero, ser candidato. En todos estos años, para mí fueron dos veces, así que lo estoy disfrutando y se lo trato de transmitir a los chicos, que hay que disfrutarlo con cautela”, dice.


¿Será Central Córdoba la última estación del trotamundos? Quién sabe, pero Juan Manuel hace planes: “Quiero aprovechar esta oportunidad, luchar para que el Charrúa ascienda, quiero jugar en la B Metro y lograr entrar a la Copa Argentina. Me veo jugando hasta los 37 años y me gustaría dejar al club en el Nacional B, voy a jugármela toda para eso”, cuenta. Y después, Funes. “Estoy haciendo el curso de técnico, aprendiendo y escuchando a los profesionales. Me encamino para ese lado el día de mañana, no sé si profesionalmente o con los chicos”, dice y confiesa un sueño: “Me veo trabajando en San Telmo, con los pibes y los grandes, el fútbol es mi estilo de vida”.

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