Martes, 30 de Abril 2024
Sábado, 09 de Octubre del 2021

Arriesgar la vida por los que menos tienen: tres funenses en una travesía solidaria por la Cordillera de los Andes

Tres hombres de la ciudad fueron parte del viaje que llegó a la pequeña localidad de El Tolar, en la zona precordillerana de Catamarca. El objetivo: llevar bienes y elementos de primera necesidad a los chicos y chicas que asisten a la Escuela 474

Nueve horas a lomo de mula. Así llegan docentes, alumnas y alumnos a la Escuela 474 de El Tolar, una pequeña localidad de apenas 90 habitantes a 3200 metros sobre el nivel del mar en la precordillera de la provincia de Catamarca. 


En la pequeña escuela hay nivel inicial, primario y ciclo básico secundario. No tienen agua potable y la conectividad digital es casi nula. En esas condiciones, 34 chicas y chicos de entre 4 y 16 años van a clases todos los días. 


A ese recóndito paraje rodeado de sierras, alejado de la civilización por caminos de piedras y arenilla que la hacen casi inaccesible, llegaron veinte locos amantes de los cuatriciclos. Entre ellos, tres funenses: Pablo La Delfa, Charly Martin y Pablo Frijo.


Con un fin solidario, entregar donaciones a la comunidad educativa de la escuelita, recorrieron en 10 horas los duros y escarpados 25 kilómetros que separan El Durazno de El Tolar. Arriesgaron su vida, literalmente.


“Si sabía lo que era no iba”, dice La Delfa a InfoFunes ya de regreso. Pero enseguida se desmiente: “Lo volvería a hacer, es sumamente difícil y arriesgamos nuestras vidas, pero valió la pena”, asegura.


Pablo es un empresario funense, dueño de una pyme de venta de artículos para el hogar. Esta fue su primera travesía con el grupo de fierreros locos por los cuatris, comandado por el camionero pampeano Oscar Beneites.


Fue Oscar el que, durante tres largos años, mantuvo contacto vía WhatsApp con Amalia Agüero, la directora de la escuela de El Tolar. Finalmente, en septiembre se alinearon los planetas para hacer la travesía.


“Llevamos un camión semi remolque lleno de donaciones, y la gente de Funes aportó mucho”, dice Pablo. Al llegar a El Durazno, alquilaron mulas que subieron a paso firme los guardapolvos, las mochilas, las zapatillas y demás donaciones en alforjas colgadas de su lomo.


Mientras tanto, la veintena de aventureros con sus cuatris experimentó la dura cuesta para llegar al lejano pueblito catamarqueño. “Es absolutamente difícil”, blanquea Pablo. “Tuvimos tres accidentados, uno de ellos fui yo”, cuenta. “Me di vuelta con el cuatriciclo, me bajó la presión”, explica. 


Pero la aventura extrema bien valió tanto esfuerzo. “Verles las caras a esos chicos es impagable”, cuenta Pablo. “Nos esperaban con afiches de agradecimiento, fue muy emotivo”, recuerda.


Pablo había cargado entre sus cosas una bandera argentina con su sol bordado en oro. La idea era usarla para sacarse fotos durante la travesía. Pero al llegar a El Tolar, decidió dejarla allí para siempre. “Cuando vi el plástico que tenían por bandera, decidí que tenían que quedarsela”, cuenta.


Pese a la travesía y sus dificultades, Pablo no quiere considerarla una proeza y le baja el tono a lo que hizo junto al grupo de locos de los cuatris. ”No es nada del otro mundo, hay mucha gente que ayuda”, dice. Pero también cuenta lo que pasó allí, impagable: “El sentimiento fue muy grande, ver a esos chicos que no tenían nada felices por nuestra visita, es inolvidable”, cierra.

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