Jole Ferraro: Redimensionando la pintura y el objeto
<p>La artista local presentó en el Museo Cochet su muestra Los Caminos de la Vida. </p>
El Museo Cochet acogió una prolífica individual de la artista Jole Ferraro, denominada Los Caminos de la Vida, integrada por pinturas y objetos, en los que entabla un contrapunto entre el collage, el ensamblaje y un corpus notable de pinturas, de diversos formatos. Sin embargo, vale subrayar que el hilo conductor de dicha exhibición, ha sido y es, sin lugar a dudas, el propio flujo pictórico, que se asentó, primorosamente, en cada una de las obras, en una suerte de “hacerse paisaje del mundo”. Sabemos que este viaje neo-romántico es siempre búsqueda del yo, un punto de fuga sin fin, en una larga travesía interior.
Ferraro – de sólida formación académica y, con más de un cuarto de siglo de trayectoria, a sus espaldas -, re-significa la “tradición” de la pintura, interpelándola, discutiendo con ella para conducirla hacia sus límites, demostrándonos hasta dónde se puede seguir innovando, en un lenguaje expresivo milenario, que se retroalimenta sin cesar, a partir de su interrelación con otras vías expresivas. En dicho sentido, la memoria es para la creadora funense, un campo propicio de indagación, teniendo en cuenta los diversos atajos estéticos abordados, en su intención de reconstruir nuevos imaginarios, por medio de una gama de colores exultantes, con cromatismos que estallan y reverberan, en huellas, gestos, trazas, que se expanden por toda esta serie alegórica de rango narrativo, tanto por su poética de la titulación, como por la presencia de lejanas figuraciones de corte paisajístico y alocuciones a la vida animal y vegetal.
Quiero detenerme aquí en un punto: la propia “materialidad” de la pintura a secas, la cual, aflora en obras fundamentales, como El Vuelo del Cóndor, tratada con valores, es decir, prescindiendo de cromatismos. De hecho, es la única pintura en la que Ferraro se da el lujo de reducir al blanco, al negro y a los grises intermedios esta tela, concebida como tejido analítico, haciendo un guiño muy preciso al cuadro-objeto de los años sesenta, de la mano Antonio Berni y el Nuevo Realismo Francés, así como al Informalismo, en sus variadas modalidades, con la inserción de esos metales circulares, que actúan de por sí, como figuras especulares. Barroquismo del espejo y del modo de operar de quien sabe estetizar lo extra-artístico y el desecho industrial, para dotarlos de una nueva entidad hecha obra de arte contemporánea.
Obras como Crepuscular, Varanasi, Ser vegetal, Duelo, Old Tree, Tres situaciones en el litoral, nos conducen por el territorio placentero de la pintura. En algunas de ellas, los caminos y las líneas del dibujo establecen profusos laberintos, esos lugares mágicos donde pérdida y encuentro de sí mismos son posibles. Todo este ritmo pictórico de Ferraro tiene algo de diario personal, de cuaderno de viaje, de trayectoria en espiral hacia la imagen esencial. Y advierto, en su concepción de la naturaleza y del viaje, un profundo interés por lo sublime, o mejor dicho, por lo paradójico.
*Doctora en Historia y Teoría de las Artes por la Universidad de Buenos Aires (U.B.A)
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