Lunes, 23 de Diciembre 2024
Viernes, 12 de Julio del 2013

Emprender como forma de vida

Los hermanos Pellegrino son algunos de los tantos jóvenes funenses que apuestan a rebuscarselás por las suyas, uniendo su trabajo con sus gustos. Florencia (27) es diseñadora de moda, Agustina (24), cheff y Santiago (18), diseñador y serigrafista. Los tres apuestan por el emprendedorismo como un estilo de vida.

Algo debe haber habido en la casa donde se criaron los Pellegrino. Porque cada uno de los tres hijos mayores se ha arrojado al desafío de llevar adelante su propio emprendimiento. Florencia (27), Agustina (24) y Santiago (18) reniegan del trabajo en relación de dependencia y apuestan a poder vivir de lo que les gusta.

Florencia es diseñadora de moda y realizadora de eventos. Cuando salió de la facultad no sabía bien que hacer, estaba trabajando en eventos hasta que un día con la poca plata que tenía compró materiales para confeccionar bolsos. "Las primeras cosas las hacía cosiendo a mano, todo súper artesanal, pero siempre con una idea de mucho diseño", recuerda. Eso fue cuatro años hacia atrás. 

Así empezó la historia de la marca de bolsos Flor Pellegrino. Su hermana Agustina ayudaba en el taller que se armó en la casa materna y los domingos iban a la feria de diseño -en la costa rosarina- a vender lo que fabricaban en la semana. Después de hacer conocer la marca en la feria, internet fue su gran aliada para concertar ventas.

Paralelo a los bolsos seguía con otro trabajo, hasta que en una charla de verano con una amiga surgió la idea de crear una marca de ropa bien comercial. "Nos pusimos a dibujar y a fantasear, y a la semana nos juntamos y dijimos: <<vamos a hacerlo>>; armamos una colección, buscamos un nombre (Alocasia) y arrancamos. En un mes hicimos la primer colección. Arrancó como algo entre amigos y a la segunda temporada le metimos mucha tendencia y, de golpe y porrazo, de una temporada a la otra, pum, un montonazo de locales", cuenta Florencia. Hoy proveen de ropa a 31 locales de distintas provincias.


Agustina tiene, junto a su novio, un servicio de catering gourmet (Agustina Pellegrino Eventos). En su caso el presente la remonta a cuando terminó el colegio y se anotó en la carrera de chef para probar suerte. Aunque hubo algo más determinante aun: el día que trabajando con su hermana en el taller, cosiendo carteras, tuvo un "pequeño accidente".

"Estábamos cosiendo unas carteras y, distraída, cosí todo, bolso con dedo incluido, así que me hice en la mano unos puntos, se rompió la aguja y me quedó adentro del dedo... fue un accidente un poco feo. A partir de eso, como que más me sirvió para dedicarme a la cocina porque no quería estar más en el taller, le había agarrado como una fobia a la máquina, y empecé a cocinar", rememora Agustina.

"Más que nada creo que empecé por eso de que me gusta ver la reacción de las personas cuando comen algo que yo cociné. Al principio era para conocidos, para amigas que me pedían, y cada vez empecé a tener más cosas, y el boca en boca, y ahí empecé a crecer un poquito", cuenta Agustina.

De a poco, muchos funenses fueron probando los platos y las mesas dulces en cuestión, y lo que había arrancado como un hobby en la cocina de su mamá se transformó en el sustento de dos personas. Tanto que planean abrir un local de comidas "adonde la gente vaya, vea, se tiente y muera de ganas de comer eso. Esa es mi idea original en todo", explica.


Santiago, el único varón de la familia, es pibe; a su corta edad ya tiene un taller de serigrafía y muchos proyectos en la cabeza. Pero quizá lo más sorprendente es que su camino como microemprendedor  arrancó a los 16 años, cuando aún estaba en la escuela.

"Surgió porque quería hacer algo, me vendían una máquina, me la compré con mi hermana más grande, y después de tenerla aprendí a usarla por internet", cuenta. Todos los emprendimientos de los Pellegrino tienen un punto de cruce: Santiago hace las estampas en los vestidos de Florencia y los diseños en las publicidades de Agustina, que ayudaba a Florencia con los bolsos mientras cocinaba para todos.

"Siempre fui bastante emprendedor, me gustaba tener lo mío, y algo que no me gusta es trabajar para una empresa, para alguien, entonces me pareció de empezar de chico, mientras todavía hacía el colegio", dice Santiago. Y esa parece ser la clave del emprendedorismo en la familia: no tener patrón. O mejor dicho, ser su propio patrón. 

Mientras cursa primer año de la carrera de Diseño industrial, Santiago planea sacar una marca de remeras con sus propios diseños y marca (Porcupine) y, junto a otros amigos, fabricar tablas de skate tipo longboard. Sueña con instalar un taller en su propia casa y tener su local. "Siempre me gustó ir para adelante, no quiero quedarme con lo que tengo".

Los Pellegrino son algunos de los tantos jóvenes funenses que apuestan a rebuscarselás por las suyas, uniendo su trabajo con sus gustos. "Los tres pensamos de la misma manera, nos ponemos metas chiquititas, que puedan lograrse, cosa que cuando las vas logrando te sentir súper pilas y te dan ganas de hacer más cosas", cuenta Florencia por donde viene la clave de su persistencia.