El doctor del pueblo
Desde hace casi cuatro décadas atiende a cientos de funenses en su ya mítico consultorio de calle Santa Fe. Desmiente los rumores sobre su jubilación y se autodefine como "un médico de familia".
"Yo no me jubilé de nada", dice tajante el doctor Atilio Aiello cuando lo contactamos para pactar esta nota. Y su aclaración tan vehemente tiene que ver con que -según dice- ciertas personas, intencionadamente, echaron a correr el rumor de que el doctor de calle Santa Fe se retiraba.
Lo cierto es que el único cambio en la vida de Aiello será tener un poco más de tiempo libre ya que desde el 1 de marzo dejó de ser médico del PAMI. "Yo era de los pocos médicos del PAMI que estaba en relación de dependencia, así que cuando cumplís sesenta y cinco, te invitan a irte si tenés los treinta años de aportes de jubilación", explica. Fueron treinta y cinco años trabajando para la obra social de los jubilados.
La historia del doctor Aiello en Funes se remonta al año 1974, cuando, siendo un joven médico rosarino, comenzó a atender en la guardia del dispensario. "Atendía a noventa personas por día… a uno tiene que gustarle", recuerda. Cuatro años después se convirtió en director del lugar, pero luego de tres años tuvo que irse. "Los Demócratas nombrados por el gobierno militar me echaron del dispensario porque hice una colecta con unos bonos para comprar un equipo de odontología, entonces me echaron porque había cometido un delito doloso fuera de la administración; te lo resumo, me echaron porque querían poner a otro", explica sin pelos en la lengua.
Durante el año 76 se instaló en su hoy mítico consultorio y dos años más tarde se radicó definitivamente en Funes. Una foto en su consultorio de aquellos años poco se alejaría de las que acompañan esta nota, el consultorio está casi igual que cuando el doctor comenzó a atender, con esos sillones setentosos que parecen salidos de La naranja mecánica de Stanley Kubrick.
"Estos sillones los traje no sé de dónde, los que están afuera me los regaló un paciente mío de PAMI. Son de la época que arranqué. Esto es un edificio viejo, ¿Qué querés que haga, que ponga tantas luces? A la gente le gusta el brillo y todo eso. Las clínicas nuevas brillan mucho pero tienen unos consultorios chiquitos. Yo tengo este consultorio así porque yo soy así, es mi manera de ser. Yo en mi casa las luces las apago, no me gusta estar lleno de luces", explica.
Médico generalista en Funes, en Rosario atiende ginecología y, por la mañana, se desempeña en consultorio pre quirúrgico del Hospital Provincial de la vecina ciudad. Allí, también se especializa en cirugía oncológica pelviana, su pasión. "Me gustan las cirugías. No sé, parece que vas a sentirte un poco más útil, le estás sacando un problema al tipo, lo estás sacando de su cuerpo". Allí, es también un permanente formador de jóvenes residentes.
Más que médico generalista, a su trabajo en Funes le gusta rotularlo como médico de familia. "La relación que tengo con los pacientes es muy familiar. Es interesante porque vos conoces el ambiente familiar, entonces a lo mejor a vos te iban a operar algo y vos venís y me pedís una opinión, un consejo. <<¿Qué hago, me opero?>>. Por ahí viene una señora y te dice que está nerviosa, y vos sabes que tiene despelote con los hijos, despelote allá, entonces vos ya sabés más o menos qué le pasa. Vos a las personas las tenés que escuchar, porque hay muchas que buscan una oreja. Hasta me hacen consultas de tipo sexual", cuenta.
En este punto se detiene a contar una anécdota de aquella vez en que un paciente suyo de unos 70 años había arreglado un encuentro sexual con un señora varias décadas más chica. El hombre tenía miedo de que no funcione su virilidad ante tan escasa oportunidad así que le pidió algo para estar a la verdadera altura del acontecimiento. "Todavía no venía el viagra. Me fui atrás y le traje unas vitaminas, un placebo, y le dije: <<Tomesé ésta ahora, a las ocho de la noche se toma otra. Después me cuenta>>. Pasaron quince días y yo estaba intrigado, cuando vino el tipo me dice: <<Una barbaridad>>. Era de la cabeza", dice mientras se toca el cráneo con el dedo índice.
Disgustado con la idea que tienen muchos funenses acerca de que los mejores médicos están en Rosario, Aiello ya ha perdido la cuenta de la irrecordable cantidad de cirugías de la que formó parte. "Cuando estas más canchero vos ya entrás, jodés. Cuando vos abrís una panza a lo mejor todo lo que tenés pensado lo hacés porque se da, y si no tenés que improvisar. Lees el libro, pero ahí es distinto. Cuando abrís y tenés un cáncer te podes encontrar con algo que no podés hacer nada, o algo que podes hacer todo con la salida arreglada, o tenés que llegar hasta ciertos límites y decir <<Ya de acá no paso>>, porque es peor el remedio que la enfermedad, tenés que tomar decisiones sobre la marcha. No tenés mucho tiempo para pensar, por ejemplo, vos estás despegando algo que no se puede despegar, y bueno, te vas a otro lado, seguís con el otro pedazo y después volvés a ese. Yo he tenido residentes que me decían <<¿Cómo no sacás ese pedacito?>>; y si yo sacaba ese pedacito le hacía un agujero en el intestino", explica.
Amante del diagnóstico preciso, Aiello ha mirado algunas veces Dr. House, aunque dice que es muy fantasiosa. Sobre el final de la charla, antes de apagar las últimas luces de su consultorio, dice: "Hay muchos médicos de PAMI que no le dan ni bola a los pacientes. Yo atiendo al paciente, le doy bola, no le pongo una sonrisa de oreja a oreja pero lo atiendo".
ÚLTIMAS NOTICIAS