Viernes, 22 de Noviembre 2024
Lunes, 09 de Marzo del 2020

Peluqueras por triplicado: “Tres generaciones pasaron por nuestras manos”

Elsa, Mabel y Marien trabajan a la par y son el alma de una peluquería que desde hace casi medio siglo interviene looks de mujeres de todas las edades.

por Vanesa Fresno/Infofunes

Hace 48 años que Mabel se dedica a la peluquería, comenzó siendo muy pequeña, apenas tenía 16 años, cuando nació el comercio que llevó su nombre “Mabel Peluquería”. De esos 48 años, los últimos 33 han transcurrido en Funes y hace ya algunos tantos que cambió de nombre a “Mabel y Marien peluquería”.

Esto se debe a que es su hija Marien quien actualmente está como titular del negocio familiar. Una historia de trabajo familiar, cambio de roles y mucho compromiso para con la profesión y sus fieles clientas. Mujeres que han sabido mantenerse vigentes a través de los años y que no imaginan un pasado, presente o futuro, alejadas de las tijeras y las tinturas.

La peluquería está instalada en un local dentro del mismo terreno de su casa, en calle Juan José Paso 2554, una zona no muy transitada, pero a la que a diario cantidad de autos y transeúntes llegan para atenderse en la pelu. Cuando se ingresa, te reciben la abuela Elsa, con sus 92 años, Mabel y Marien. El lunes es sagrado en el rubro, pero de martes a sábado, las tres imprimen por día entre 10 y 12 horas de trabajo ininterrumpido.

Aunque tanto Mabel como Elsa ya están jubiladas, la pelu, el colaborar con Marien y la pasión por la profesión, son más fuertes. “Es mi hija, no me puedo desprender, además no podría estar todo el día en casa, soy una fanática de la limpieza y el riego, estaría haciendo eso todo el día”, asegura Mabel, con la confirmación de su madre y su hija.

“A mi abuela le dicen Banquito Bisel, ella en su momento atendía a la gente, asistía a mi mamá lavando o secando, pero ya desde hace años lleva toda la parte contable. Atiende a los proveedores, les paga, lleva el inventario, les cobra a las clientas, junta las toallas, las lava”, describe Marien.

Elsa tiene una lucidez de no creer para su edad, aunque con modestia se queja de “ya no estar tan ágil como antes” y cansarse más seguido. “Se la pasó toda la vida trabajando, cuando empecé, me ayudaba en la peluquería y era modista de alta costura, hacía entre uno y dos vestidos de novia por semana”, recuerda Mabel orgullosa.

Con un carácter bien plantado y sin pelos en la lengua, la abuela se jacta de profesar una sinceridad absoluta con las clientas: “Si les tengo que decir les queda horrible lo que se hicieron, yo lo digo sin ningún problema”, dice y su hija lo reafirma: “Es verdad, no le importa nada, pelea por política, por todo, por suerte los clientes son pacientes”.

Así transcurren los días laborales de las tres, en un lugar donde se respira una confianza, complicidad y dinámica exclusiva. “Cuando cerramos los sábados o algún otro día que hay feriados, nos pasa que no sabemos qué hacer, son muchos años acostumbradas a este ritmo”, relata Marien.

Ella, también empezó muy chica a colaborar con su mamá, en una época donde no había demasiadas peluquerías en la ciudad y la suya era de las más renombradas. “Estudié dos años arquitectura, pero luego decidí que quería dedicarme de lleno a la peluquería y comencé a realizar cursos y capacitaciones, desde entonces nunca dejé de hacerlos”.

Por el contrario a lo que sucede en algunos negocios familiares, en donde los padres quieren que los hijos lo continúen y los hijos se resisten, aquí la historia es al revés, ya que Mabel asegura que ella, al principio, quería que su hija se dedicara a otra cosa.

Intercambio de roles

El intercambio de roles, sucedió ya hace algunos años: “Hoy las clientas la buscan a Marien, quieren que las atienda ella”, cuenta Mabel, pero rápido es interrumpida con su hija que lanza un reproche entre risas: “¿Sabes cuántas veces a mí me han dicho cuando era más chica No te preocupes, la espero a tu mamá?

“Por suerte la clientela se renueva y nos ha sido y es fiel, este local no queda de paso, vienen exclusivamente”, coinciden las tres. En cuanto al desafío de trabajar juntas tantas horas y ser familia, las tres coinciden en que les ha resultado más fácil, “cuando surge algo, nos decimos de todo de frente nosotras y listo, ya pasó”.

Finalmente, sobre cuál es la esencia para poder sostener con tanta energía y voluntad la profesión, durante tantos años, a pesar de las crisis, de las exigencias de las clientes que son cada vez mayores y de la competencia, las protagonistas consideran que un poco se debe a su trabajo y otro poco a la parte humana.

“A la gente le gusta esta cosa familiar, nuestra metodología de trabajo, el actualizarnos siempre, el intentar ajustarnos a las necesidades de las clientas siempre que pudimos. Nos pasó y nos pasa de que clientas se han convertido en nuestras amigas”, cuentan.

“También, el trabajar con mujeres para nosotras es maravilloso, en la pelu se generan vínculos muy fuertes, se comparten muchas cosas” coinciden, al tiempo que aseguran no saber cómo poner en palabras lo afortunadas que se sienten por vincularse con todo tipo y clase de mujeres.

Ellas, que han sabido ser sostén muchas veces y otras se han sentido inmensamente agradecidas de encontrar ese sostén, en sus clientas. Ese vínculo mágico que, para fortuna de algunas, se genera entre tijeras, tinturas, secadores y planchitas.


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