Migrar en plena pandemia: una funense en Estados Unidos
El 2020 irrumpió en los planes de muchas personas en todo el mundo. Josefina es una joven funense que tenía planeado un intercambio cultural en marzo.
Josefina Yummati tiene 23 años y hasta principios de agosto vivió en Funes con su mamá Marcela y dos hermanos menores. Desde hace dos meses, su nuevo hogar está en Illinois, Chicago, llevando adelante una experiencia de intercambio cultural, gracias al programa “Au Pair” que, en principio, dura un año y se puede extender por 6, 9 o 12 meses más.
El intercambio consiste en vivir con una familia norteamericana que te proporciona aéreos desde Argentina, alojamiento, comidas, transporte, seguro médico y un cierto monto de dinero para educación, ya que el programa exige cumplir 6 créditos o 72 horas de estudio.
“Lo que distingue a este programa de otros y es lo que a mí me convenció de hacerlo, es que uno trabaja para la familia anfitriona cuidando a los niños por cierta cantidad de horas, y ellos, al mismo tiempo, te pagan semanalmente por eso, por lo tanto, no es necesario traer dinero desde Argentina, ya que podés manejarte tranquilamente con lo que ganas acá”, cuenta Jose.
Cuando cursaba el segundo año en el secundario Immanuel Kant escuchó sobre los intercambios y desde entonces se propuso realizar uno: “Desde muy pequeña tuve interés y curiosidad sobre qué pasaba fuera de nuestro país, sobre cómo eran otras culturas más allá de la nuestra. La idea de irme comenzó cuando noté que había una estudiante de otro país tomando clases en mi colegio”
“Estuve días pensando y decidí contarle a mi mamá, que desde el primer momento me apoyó y ayudó a aplicar para una beca ya que ella, siendo mamá soltera de tres, no podía asumir los costos de alguno de esos programas”, explica.
“Con muchísimo trabajo gané mi primera beca a Suiza, para ir a estudiar allá por un año. Cuando estaba completando el proceso para irme la empresa le avisó a mi mamá que yo debía llevar “dinero de bolsillo” para mi año allá. La conversión de pesos a francos suizos no era favorable, y mi mamá intentó sacar un crédito, pedir prestado, pero no pudimos costearlo. La historia se repitió los siguientes dos años, en una oportunidad fue una media beca a Estados Unidos, y en la otra, una beca completa a Australia”, recuerda la joven.
Josefina, que está a diez materias de terminar la Licenciatura en Relaciones Internacionales, maneja tres idiomas: inglés, francés y portugués y asegura que va por el cuarto; “Hace poquito comencé un curso online de alemán y pienso seguir conociendo otras lenguas”.
A finales de 2019, cuando del coronavirus aún no había ni señales, Josefina decidió concretar su viaje: “Para la primera semana de enero ya había elegido a mi familia anfitriona y terminado todo el proceso. Habíamos acordado el 14 de marzo como fecha de viaje. En febrero hice mi visa y comencé todos los preparativos finales, al mismo tiempo me despedía de mi familia y amigos”.
“Se iba acercando la fecha, y por las noticias me iba a enterando que las cosas con el covid 19 empeoraban, se iban decretando cuarentenas y cerrando fronteras, y nadie tenía certeza de qué pasaría. Recuerdo que yo viajaba un domingo, estábamos a jueves y aún no tenía novedades. El viernes por la tarde recibí una llamada, avisándome que mi vuelo se había suspendido”, recuerda con nostalgia.
Desde entonces, le dieron cinco fechas tentativas de viaje. Dice: “Pasé mucho estrés e incertidumbre ese tiempo. El panorama era: vuelos cancelados, fronteras cerradas, suspensión de visas y un virus que crecía y crecía, era una situación muy incierta, yo había dejado mi trabajo en Argentina a fines de febrero, y hasta pensé en abandonar el programa”.
“Para fines de junio volví a recibir una llamada de la empresa, esta vez, totalmente desalentadora. Me dijeron que el gobierno de Estados Unidos había prohibido la entrada de extranjeros hasta enero 2021; pero en la Embajada nos dijeron que no aplicaba a nuestro país”, cuenta.
Finalmente, a mediados de julio, les avisaron a todos los miembros del programa que podrían viajar en agosto, firmando una declaración jurada afirmando que no usarían vuelos de repatriación para volver al país. La fecha definitiva fue el 14 de agosto.
“Ocupé la mitad del equipaje de mano con alcohol en gel, toallitas desinfectantes, barbijos para cambiar cada dos horas, máscaras de plástico y guantes de látex. Me tocó hacer escala en Miami que era uno de los lugares con más casos. Los nervios y el miedo no se fueron hasta llegar a Chicago”, señala Josefina.
La crisis y la pandemia fortalece día a día el deseo de emigrar a otros países, principalmente de los adolescentes y jóvenes. Jose recibe en sus redes sociales entre cinco y diez consultas todas las semanas de chicos y chicas que quieren conocer su experiencia.
Ella cuenta: “En lo personal, y habiendo estado aquí por más de dos meses, creo que es una experiencia única en la que te sumergís de lleno en la cultura de otro país, que te permite ahorrar, viajar y conocer por un costo totalmente accesible. Tuve la suerte de encontrar a una familia anfitriona hermosa, para ellos yo formo parte de su familia y me lo demuestran cada día. Ojo que un intercambio en el extranjero durante una pandemia no es nada fácil, es complicado viajar, hay muchas cosas que no se pueden hacer, sumado a eso, está lo que llamamos “homesick” que es extrañar mucho la casa, la familia, los amigos, la comida, la calidez de la gente”.
Volviendo a aquellos mensajes sobre su experiencia, retoma: “Uno se va de Argentina creyendo que acá todo va a ser “perfecto” y a veces se olvida de que deja lo más importante, pero, por otro lado, cambias eso por vivir un poco mejor acá, por ahorrar, por viajar, hasta por ayudar económicamente a tu familia, esas cosas son casi imposibles en Argentina con la situación económica que se vive actualmente”.
Sobre las diferencias que nota en este corto tiempo que vive allá, la funense asegura que la estabilidad es lo principal ya que “lo que ahorres hoy, va a tener el mismo valor mañana. La situación de Argentina es complicada, más que nada para los jóvenes”.
“Conseguir trabajo no es fácil –dice, y sigue-, no importa cuántos títulos tengas, y hasta teniendo un emprendimiento o un trabajo sigue siendo difícil. La mayoría de los jóvenes sólo ganan un mínimo, que muchas veces alcanza para vivir el día a día y no tienen la oportunidad de un ahorro”.
Y no lo dice desde la ignorancia, porque antes de viajar, siendo estudiante avanzada de una carrera de grado, teniendo tres idiomas y experiencia, trabajaba en un part time que pagaba $2000 la semana.
En cuanto a sus planes a futuro, Jose adelanta que terminará el programa y luego analizará si se queda o no un año más. “Mi familia anfitriona, me habló sobre extender el programa por otro año con ellos, y luego de eso, ver la posibilidad de cambiar el estado de mi visa a estudiante permanente, en ese caso, ellos deberían ser mi sponsor y pagar por mis estudios”, adelanta.
Finalmente, y en relación a la cantidad de consultas que recibe sobre su experiencia, reflexiona: “Realmente creo que muchísimos jóvenes tienen el deseo de irse, y mi consejo es que lo hagan porque, aunque sean unos pocos meses afuera, te permite ver más allá, te abre la cabeza, nos hace valorar lo que dejamos allá y al mismo tiempo, nos permite cumplir nuestras metas”.
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