Viernes, 29 de Marzo 2024
Jueves, 11 de Junio del 2015

Casa Aljanati, los 90 años de un polirubro histórico

Entrar al cláscio negocio de la familia Aljanati es una experiencia de otrá época. Tradiciones que perduran en el Funes de hoy.

por Vanesa Fresno

Cruzar la puerta y entrar a la tienda “Casa Aljanati” ubicada en calle Santa Fe 1727, es un verdadero viaje en el tiempo, no sólo por ser un poli rubro que mezcla mercería, librería, perfumería y regalería, sino también porque el mobiliario es el mismo que hace decenas de años atrás, en las estanterías se pueden ver las cajas forradas e identificadas con carteles escritos a mano, dónde guardan la mercadería. Y la distribución de los muebles se mantiene casi en su totalidad. 

Sobre el mostrador; una calculadora, la carpeta de ganchos con las hojas y el lápiz para anotar las ventas y llevar las cuentas corrientes. En una esquina del mostrador está exhibida la foto que muestra cómo era en 1930, los inicios de la tienda que el año próximo cumple 90 años de servicio ininterrumpido. 

Por esos años quien inaugura la tienda en la casa de los Aljanati –al lado de su ubicación actual- fue Don Isaac Aljanati, abuelo de Cristina, quien hoy en día está junto a su esposo Ernesto, al frente del negocio. 

“En la foto se lo ve a mi abuelo Isaac en la puerta de la tienda de ramos generales y la joven que está también en la imagen es mi tía, Yantil, parada en el zaguán de la casa. Allí también funcionó durante años la Estafeta Postal de Funes, el correo. Desde acá en esa época se veía hasta la estación, no había nada” reconstruyen juntos el matrimonio. 

“Mi papá Daniel fue de sus hermanos el que quiso continuar con el negocio, en 1968 compró este terreno y construyó el local” cuentan y recuerdan a Daniel como una persona sumamente independiente que vivía para el negocio.

“A mi papá le tocaban timbre cuando estaba cerrado y él salía como loco, era re comerciante, el negocio era su vida. Me pedía de venir cuando ya no trabajaba más, porque no sabía hacer otra cosa, estuvo hasta sus últimos momentos de vida acá adentro”.

“Nosotros volvimos a vivir a Funes cuando yo tenía 30 y mis hijos eran chiquitos, fue ahí cuando mi papá me dijo si quería empezar a trabajar acá con él, que me anotaba y todo, yo acepté también porque tenía la suerte que al trabajar en el negocio familiar, traía a los chicos y mi mamá me los cuidaba, estábamos al lado por cualquier cosa” recuerda Cristina que hace 37 años atiende allí. 

Sostener tantos años en el tiempo un negocio manteniendo casi todas las características originales, su esencia intacta, es muy difícil de encontrar. “Algunas cosas fueron cambiando, por ejemplo mi suegro antes vendía muchas telas o juguetes y nosotros ya no. En su época Daniel estaba solo. Nosotros fuimos dejando de traer porque no tiene sentido competir con los negocios que se dedican un solo rubro” explica Ernesto. 

El negocio siempre se mantuvo dentro de la familia Aljanati, y varió su nombre tres veces en estos casi 90 años: primero se llamaba Aljanati, luego Aljanati Hermanos y finalmente Casa Aljanati. Nunca tuvieron que plantearse la posibilidad de cerrar y es ahí donde resaltan la figura de su clientela. 

“Estamos muy agradecidos porque la clientela es muy buena, responde, es fiel. Son familias enteras que nos eligen de toda la vida y clientes nuevos que se fueron sumando porque es raro encontrar un negocio que venda tantas cosas diferentes. De afuera no parece, pero cuando la gente entra ve que tenemos un poquito de todo”. 

Y así es, tienen un poquito de todo, en total superan los 6000 productos que ofrecen y de los cuales llevan un registro en lápiz y papel. “Desde una aguja hasta descartables. Tenemos cosas que no se consiguen en otros lugares, como por ejemplo la hoja de afeitar” cuenta orgullosa Cristina. 

El negocio, de 80 metros cuadrados, está ubicado en la calle principal de la ciudad, es una propiedad por demás de deseada por los inversores, “una vez vinieron a querer comprarnos el terreno para poner un hotel, pero yo tengo seis nietos y algo hay que dejarle” cuenta gracioso Ernesto mientras deja entrever por dónde pasan sus prioridades hoy en día. 

“Para nosotros la familia es lo más importante, la base de todo la tengo acá al lado mío –señalando a su esposo Ernesto- es él mi compañero, él me ha llevado adelante”. Por su parte Ernesto también quiso agregar: “Nosotros cumplimos el horario a raja tabla porque al medio día vamos a buscar a los nietos al colegio y si algún sábado por la tarde tenemos algún cumple de alguien de la familia, cerramos, lo principal es la familia”. 

Consultados sobre qué opinan sus hijos de su decisión de seguir al frente del negocio, Ernesto se apresura en contestar pícaro: “Sabrina que es la que trabaja acá, tiene que seguir sí o sí porque si no, no se va a jubilar, ella está anotada acá”. 

Y luego coinciden en que desean que hagan lo que sientan y que en el caso de continuar de seguro le darán un toque más moderno, “que uno que no sabe o no se adapta, somos duros para la tecnología, estamos chapados a la antigua, en su momento tuvimos más de 200 cuentas, hoy ya no tantas pero continuamos con esa metodología”. 

“Nuestra clientela es como nosotros, siempre digo que para negocios nuevos están los otros, para negocios viejos estamos nosotros. Acá entran y nos dicen que lindo este lugar, porque les recuerda a su infancia”.


Sentirse reconocidos 

Cristina y Ernesto, aseguran nunca haber dimensionado el afecto y el cariño que la gente de Funes tiene para con su familia y el lugar que ocupa Casa Aljanati en el recuerdo de muchos. 

“Me sentí muy halagada con el reconocimiento que nos hicieron por el día del comerciantes porque yo no me doy cuenta del cariño que nos tiene la gente, soy muy cerrada, no soy dada, lo reconozco; pero la verdad que fue una caricia saber que la gente nos tiene en cuenta y el negocio representa una parte de la historia de sus vidas” reflexiona emocionada Cristina. 

Y asegura haber heredado esa característica de Daniel, su papá. “Él también era muy cerrado, nunca fue de interesarle la historia de sus antepasados ni nada. La foto de 1930, la recuperó Ernesto, él es muy amoroso y le da un valor muy importante a la familia. Está siempre pendiente de mí, de nuestros hijos, de los yernos, de los nietos”. 

Toda esta declaración bajo la atenta y dulce mirada de su esposo, que no tarda en responder “Ella es mi compañera cien por ciento”, sin dejar lugar a dudas qué es lo que sostiene hoy en día al negocio emblema de la ciudad.

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