Viernes, 27 de Septiembre 2024
Martes, 07 de Febrero del 2017

Funes: el mito del Jardín

<p>El eslogan tiene más de 40 años y hasta hoy se fue impregnando en sus habitantes, quienes lo incorporaron sin cuestionamientos hasta naturalizarlo.</p>

Vanesa Fresno - InfoFunes

En el año 1975, Funes festejaba los 100 años de fundación y “autoridades y vecinos insistieron en agregar el nombre “Jardín de la provincia” al de Funes, hecho que el gobierno provincial sólo aceptó como fin de propaganda turística y no por otra causa”, describía un documento redactado por Omar Reinaldo Illari en el año 1988.

 

De esa manera, con la aceptación, se consolidaba lo que se venía dando: Funes como pueblo de descanso, esparcimiento y fin de semana. Florecían las casas quinta y empezaron a surgir los primeros loteos, donde la idea fuerza publicitaria era el jardín.

 

De aquella parte hasta acá, el pueblo se convirtió en ciudad, y la población creció y crece exponencialmente, al igual que las dificultades: ausencia de planificación, desorden vehicular, falta de infraestructura y servicios, acumulación de grandes cantidades de basura, déficit educativo, son alguno de ellos. Problemas que se potencian durante el verano cuando brota con más fuerza el eslogan y la prioridad se fija en el patio: jardines privados resplandecientes, gracias a la labor de individuos; ciudad desbordada, producto de la apatía público-colectiva. El lema no hace más que reforzar esa situación.

 

A su vez, el desembarco de nuevos habitantes que están entre 8 y 12 horas en Rosario reduce las posibilidades de construir pertenencia. Eso se traduce en ausencia de compromisos, conocimiento y sensibilidad urbana. El eslogan aquí también contribuye: cuando los nuevos funenses están en la ciudad, posan la mirada en sus hogares y/o jardines, postergando el afuera. Esto se complejiza en enero y febrero con el arribo de miles de rosarinos a la ciudad, superpoblándose, y transformándose aún más en lo que Marc Augé denominó no-lugar: lugar de paso, anónimo, de flujo constante y efímero, donde miles de personas pasan sus días, consumen, y festejan en los verdes patios, mientras la ciudad amortigua como puede.

 

“Jardín de la provincia” suena lindo. Se muestra apolítico y desidiologizado, connota positivo y es neutral, lo que aumenta su aceptación. ¿Quién se opondría a tener uno verde, colorido, prolijo y brillante? Difícil negarse. En esa bella ingenuidad se encuentra su forma normalizadora y, por qué no, sus amargos resultados.

 

El “Jardín de la provincia”, enunciado a priori insignificante que hoy se replica con satisfacción por propios y ajenos, se llevó la concentración y el trabajo exclusivamente al fondo.

 

Esa distracción ciudadana relajó a la dirigencia política que, salvo excepcionalidades, lejos estuvo de dar la talla que la ciudad necesitaba y necesita. La dispersión y el relajamiento llegaron a tal punto límite que Anita Martelli, concejala de escasa labor legislativa y dudosa idoneidad para el rol, es al momento de escribir esta nota la actual intendenta de Funes, debido a las ¿premeditadas? vacaciones del intendente. Mientras la población siga en sus edenes, ignorando la cosa pública, la ciudad permanecerá desprotegida y maltratada. Barreto es consecuencia y reflejo, y también causa, de esta situación que alcanzó márgenes alarmantes.

 

Roland Barthes en su libro Mitologías asegura que el mito es un habla despolitizada, que no construye mundo. De ese modo, el “Jardín de la provincia”, lejos de favorecer el compromiso humano por defender lo público, lo pierde de vista, disolviendo la complejidad de los actos humanos en beneficio del verde y hermoso césped privado, reparo de una felicidad individual.