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Viernes, 03 de Febrero del 2017

La mirada funense del Papa Francisco

<p>Mónica es una monja funense que vive en el Vaticano. De visita en la ciudad, celebra que el Papa entregue un estilo “de calidez humana, de cercanía”.</p>

Vanesa Fresno - InfoFunes

El 13 de marzo de 2013 el mundo habló de Argentina: Jorge Bergoglio se transformaba en el Papa Francisco. Mónica Menegusi estaba, de casualidad, en Funes junto a su familia, expectante sobre los destinos de la Iglesia Católica ante la elección de un nuevo Papa, en pocos días volvía a Roma, ciudad a la que se mudó hace más de una década, motorizada por su fé católica y la elección de la carrera religiosa como monja. “Volví y vi mucha apertura, mucha alegría. El Papa contagia, pide que seamos personas que atraen para promover la cultura de la paz, de la cultura del encuentro. En mi comunidad somos de los cinco continentes y todo el mundo lo mira con alegría, es un estilo totalmente distinto, propiamente latinoamericano, de calidez humana, de cercanía. Nadie pasa desapercibido delante de él”, recordó de ese momento. Así vive una funense el primer papado no europeo, latinoamericano y argentino, en los hombros de Francisco I.

 

Teológicamente hablando, según la Hermana Menegusi, hay una continuidad de la teología del Vaticano II, nacida con los indispensables estudios de los teólogos alemanes. La diferencia que impuso Francisco radica en que “las expresiones son distintas, las modalidades son distintas”. “¿el Papa Francisco qué hizo? La Iglesia en Latinoamérica fue haciendo un gran camino después del Vaticano II. Tal vez no era muy valorado por el resto del mundo, pero recordemos Medellín, Puebla, Santo Domingo, grandes acontecimientos en los que la Iglesia latinoamericana se encontró y fue dando directivas pastorales para inculturar el Vaticano II en América Latina. Francisco está aportando la riqueza de la reflexión y de la experiencia de América Latina al mundo”, explica.

 

“Francisco, lo que dice, lo manifiesta y lo expresa con gestos y con acciones”, ahonda la funense italianizada. “Este año no tocaba un año santo, y él hizo que sea año santo porque necesitamos mostrar el rostro de una Iglesia misericordiosa, no de un Iglesia que condena, que juzga, sino una Iglesia que va al encuentro del que sufre, del que está más necesitado, del marginado, del que nadie se acuerda. Y él sorpresivamente, un viernes al mes, sin avisar a nadie, se iba a una casa de chicos drogadependientes, otro viernes con los ancianos pobres, otro con enfermos terminales, otro con chicos abandonados”, agrega.

 

El papel político de Francisco a nivel mundial también es parte del análisis: “siempre lo hace desde un mensaje evangélico, porque no nos olvidemos que Francisco lo hacía cuando era Jorge Bergoglio. Él no calla, no tiene miedo de hablar dentro de la Iglesia con la verdad y de hablar fuera de la Iglesia, delante de las otras grandes religiones, con verdad pero con mucho respeto, sin avasallar a nadie”. En ese sentido, muchos son los rumores de que la batalla más álgida de Francisco es puertas adentro de la Iglesia: “es muy libre, tiene una libertad interior muy grande, y va adelante, no se pone en situación de enemigo, son sus colaboradores, las personas que están con él, que viven con él, no crea muros, distancia, al contrario, en algunos momentos tiene gestos de acercamiento, no se deja condicionar pero tampoco se pone en una actitud de ataque al que no piensa como él, lo respeta”, detalla la hermana.

 

La primera vez que Mónica pudo saludarlo fue en una audiencia (“fuimos, nos presentamos, nos saludó personalmente, nos dio la bendición, un saludo y nos fuimos, porque venían otras personas”), pero la más divertida, sin dudas, fue cuando acompañó a otra monja, prima de Francisco, a visitar al Santo Padre: “Llegamos y le dije que dejaba el auto ahí, me iba a caminar y nos encontrábamos ahí. Me fui a pasear por la plaza, di vueltas, en diciembre hace frío, oscurece temprano y como a las cinco de la tarde empecé a volver. Paso el primer control y me dicen `hermana, la están buscando`, y me mandaron para Santa Marta. Paso el control de Gendarmería Vaticana y me dicen "¡veloce veloce!", llego a Santa Marta, me anuncio en recepción y me dicen `es que cuando el Papa se enteró que su prima había venido con otra hermana le pidió que me fueran a buscar`. Ahí me demostró que está atento, en los detalles, una persona que tiene que atender al mundo también está en lo pequeño. Al final, sale el Papa, me levanto, lo saludo, se fue en el ascensor. Me hacen pasar a donde estaba la hermana, a los cinco minutos vuelve Francisco, y ahí como amigos, como si fuera de la familia”, recuerda.

 

La plaza de San Pedro, desde que Francisco es Papa, es casi una embajada argentina. “Ahora van mucho más argentinos, antes no encontraba tantos argentinos en la plaza. Vas caminando por Roma y sentís el lenguaje argentino”, cuenta Mónica riéndose. Claro que, del lado de adentro del Vaticano, la argentinidad también caló hondo: “Él toma mate, cada tanto le deben hacer asados. Nosotras cada vez que vamos le llevamos dulce de leche, yerba. Cuando fue la canonización del Cura Brochero nos mandaron una caja de alfajores cordobeses, se la mandamos, y nos mandó un agradecimiento. Ahora le llevamos dulce de leche”, cuenta.

 

Mónica dice que está “orgullosa, estoy contenta de vivir este momento y de vivirlo allí”. Allí es Roma, pero es un poco Argentina y eso ayuda a que el corazón no extrañe. El botón de muestra fue la canonización del Cura Brochero. “Había muchísimos argentinos, era un día de fiesta. Él cuida mucho a los curas y los acompaña, por eso también quiere mucho a Brochero, lo pone como modelo. Está muy cerca de los curas, veo después de las audiencias que se entretiene con ellos, habla, se toma un mate, charla, es uno más. Él no crea distancias”.