Jueves, 16 de Mayo 2024
Jueves, 28 de Abril del 2016

Señor churrero

<p>Gabi pedalea Funes vendiendo churros, bolitas de fraile y rosquitas desde hace más de 30 años. Dice que “no hay mucho secreto” en el oficio.</p>

Falta poco para el Día Mundial de la Bicicleta, y lo fuimos a buscar a Gabi, que vive arriba de una. Llovía. Y el tipo ahí, firme, cubriéndose con una sombrilla adherida a su bicicleta. Al otro día, también llovía, y el tipo seguía ahí, de nuevo, como todas las tardes, siempre atento a que el azúcar no falte en ese cubículo de vidrio que contiene churros, bolas de fraile y rosquitas, sentado en su fiel compañera, la bicicleta. Él es Héctor Gabino Orellano, uno de los churreros con más trayectoria en Funes

 

“Yo soy de Rosario, pero siempre vendí en Funes, desde chiquito, desde los 14 y ahora tengo 45, van 31 años vendiendo”, cuenta Héctor, rememorando su historia. “Mi papá tenía churrería, fabricaba churros. Siempre veía a los muchachos, y yo era tímido, hasta que me empezaron a decir "¿por qué no vas a vender?", y yo no quería por vergonzoso. Hasta que me trajeron a vender helados a Funes, un verano, y ahí me quedé, me hice conocido. Empecé a vender cuando era todo campo, en la zona del club San Telmo vivía sólo el hombre que trabaja en el cementerio, y yo le llevaba churros. También le vendía a un gendarme que vivía en una casita rodante. Ahora tengo una clientela fija, tengo una trayectoria”, agrega.

 

Como hace más de tres décadas que pedalea el pueblo, Gabi ya se hizo conocido: “Siempre me gustó la tranquilidad de Funes, en el pueblo todos me conocen. Yo he tenido otros trabajos pero nunca dejé de vender, venía a la tarde, me venía en bici. Me compran un montón porque me conocen, vendo cuarenta docenas por día. Le vendo a chicas a las que les vendía cuando eran chiquitas y ahora son mamá, y les vendo a las hijas, el otro día vino gente de Estados Unidos y se sacaron fotos, vino una alemana a comer churros porque nunca había probado, y se sacaban fotos. Yo me dejo sacar fotos, me prendo, vienen los turistas y se sacan fotos”, dice, al punto que agrega que “yo vendo barato, no me gusta estafar a la gente. En otros lados son más caros, pero yo siempre tuve eso que vendo a precio bien, no me gusta estafar a la gente que es muy buena conmigo, me traen cosas, hay una chica que cinco y media de la tarde pasa, me ceba dos o tres mates y sigue caminando. El pueblo me adoptó, me conoce. Le agradezco a Funes porque me dio mucha felicidad”.

 

Una protagonista principal de la vida y del oficio de Orellano es su bicicleta, justo cuando estamos en la víspera del Día Mundial de la Bicicleta: “Esta bici tiene 25 años, mi abuela me la regaló cuando cumplí 20 años. Ese día la traje a Funes, y hace 25 años que anda en el pueblo, porque la dejo en una casa de familia acá en Funes, la dejo ahí todos los días, al otro día la busco y hacia todo el pueblo. Ahora me paro acá, en esta esquina, pero siempre anduve. Incluso cuando se me rompe la hago arreglar acá”, relata sobre su compañera, y agrega que “en esto no hay mucho secreto, siempre trato de echarle azúcar, de que esté todo bien limpio. Los churros los compro en una fábrica, en Rosario, compro por día para que esté fresco”.

 

“Yo agradezco mucho porque todo lo que tengo lo tengo gracias a esto”, dice Gabi, emocionado. “Económicamente no estoy mal, no soy un tirado, y es gracias a la gente y a la bicicleta. Yo me críe entre churros, y no puedo dejarlo. He intentado dejar y no puedo, me sale de adentro. Me críe en esto, gano bien, y voy a seguir. Por más que mi señora no quiera que siga, voy a seguir, estoy acostumbrado y lo llevo adentro”, cierra.