Miércoles, 25 de Septiembre 2024
Martes, 26 de Enero del 2016

Funes City: Harto de que no le levanten la basura la lleva a otro barrio

<p>Tomó la decisión porque "jamás" le recolectaron los residuos. "Me siento ultrajado, estafado", dice Andrés. </p>

Construir ciudadanía está relacionado desde lo más intrínseco con los derechos y las obligaciones. Una relación dialéctica entre el Estado y el sujeto que se ve trunca cuando se rompen eslabones en las cadenas. Y una de esas conexiones entre el Municipio y los usuarios es la prestación de los servicios públicos.

Cuando no se consigue cumplir con los puntos del TGI que le llegan a cada una de las viviendas de los funenses, comienza la pérdida de la apropiación del espacio público, y la ausencia total de la necesidad de cumplir con las obligaciones. No nos podemos hacer cargo de aquello que el Estado municipal debería cumplir y no lo hace. Desde lo más básico -como en este caso recolectar la basura- hasta la prestación del sistema control y convivencia entre los vecinos, deben ser elementos fluidos y aceitados para lograr credibilidad desde los ciudadanos y cosechar cumplimiento de las ordenanzas y las normas por parte de ellos.

Hace 11 meses que vivo en Funes City. Es difícil encontrar un responsable puntual de la ausencia total de la prestación de los servicios en el barrio, es un hijo que se parió entre todos. Tanto la provincia habilitando el loteo, el Municipio a cargo de Rímini consiguiendo los avales, los distintos Concejos deliberantes otorgando prórrogas, el gobierno de Mónica Tomei no pudiendo hacerse cargo y esta nueva gestión -que lleva apenas un mes y medio de gestión- intentando hacerse cargo de un monstruo que pareciera no tener solución.

Hice 5 trámites para que me recolecten la basura. Notas, llamadas, visitas al obrador, charlas con funcionarios y hasta preguntas al camión de la basura que pasaba por otro barrio. No tuve eficacia en el reclamo. Jamás me recolectaron las bolsitas de basura que voy acumulando hasta que, al borde del hartazgo, las cargo en el baúl del auto y las tiro en la entrada del barrio. Tampoco tuve suerte con las bolsas negras llenas de pastos que voy sacando de mi parque. ¿Somos Funes? No lo sé.

Pago $300 (trecientos pesos) de TGI por mes, por un terreno de 570 metros cuadrados. Y de todos los ítems que describe la papeleta, solo se cumple el alumbrado, y -cada muerte de obispo- el corte de pastizales dignos de la selva amazónica. Repasando: no tenemos agua potable por ausencia de control del Estado municipal, no riegan las calles (jamás vi pasar a un camión hidrante por el barrio), no tenemos gas natural, no se señalizaron las calles y la policía no conoce sus nombres (40 minutos demoraron el día que me ingresaron a robar), no cortan los pastos y no recolectan la basura. Me siento ultrajado, estafado.

Retomando el análisis, me gustaría analizar esto en conjunto. Según Hannah Arendt, pensadora troncal del S XX, la propuesta de ciudadanía democrática es “establecer unos límites o condiciones de posibilidad para el ejercicio de la libertad política, considerando tanto los derechos (leyes) y las instituciones, como las responsabilidades y acciones (acción política) que han de desarrollar los seres humanos en el espacio público”. Con una lucidez que asombra, Arendt aclara de la mejor manera lo mencionado en el comienzo. Sin límites, sin espacio público y sin responsabilidades y acciones políticas, no hay ciudadanía.

Insisto, no encuentro responsables directos, pero múltiples co-autores de un proyecto que fracasó hasta hoy. Deposito mi confianza, como todos los funenses -por nacimiento o por adopción- en este nuevo gobierno municipal. Hoy, Funes tiene ciudadanos de primera, de segunda y de tercera. Ojalá, pronto solo seamos todos simples funenses.