Viernes, 10 de Enero 2025
Domingo, 19 de Octubre del 2014

“No hay cosa más linda que ser mamá”

<p>Graciela Baiochi tiene cuatro hijos, pero durante varios años cobijó junto a su familia a una decena de bebés bajo la forma de hogar de tránsito. “Siempre cuando un bebé se va es difícil, pero una aprende a decir misión cumplida”.</p>

Foto: Vanesa Fresno-InfoFunes

Dicen que no hay alegría y amor más grande que dar vida. Esto es algo que seguramente experimentan madres y padres, desde las épocas más remotas. Sin embargo, la capacidad de amar y acompañar la vida desde sus primeros pasos, es un desafío que requiere atención y entrega, actitudes que en muchas ocasiones brillan por su ausencia en los tiempos que (nos) corren. 

Graciela Baiochi tiene cuatro hijos pero ha hecho de su hogar no sólo el espacio para que estos se desarrollen y crezcan, sino que también ha posibilitado, junto a su familia, que otros niños den sus primeros pasos en esta vida haciéndolo bajo la forma de “hogares de tránsito”. Entre el año 2000 y 2003, diez bebes -que contaban apenas sus primeros días- pasaron por su casa por un lapso que oscilaba entre los cuatro y los ocho meses hasta que una familia decidiera adoptarlos de forma definitiva. 

“La verdad yo no sabía ni que existían los hogares de tránsito. Una amiga de mi hermana lo hacía en Rosario; en un momento hacía falta una casa para una bebé; mi hermana lo planteó en su casa y no se podía, me lo comentó y me encantó”, cuenta Graciela, que sigue siendo la “tía postiza” de varios de los chicos a las que ella cobijó en el umbral de sus días.

Por supuesto, no faltó quien le haya dicho que eso de recibir criaturas no fuera una suerte de locura. “Una tiene que dejar de ser egoísta y no pensar únicamente en que lo va a extrañar”, apunta, a la vez que no duda en afirmar que “siempre cuando se va, es difícil, es como un duelo. Pero una aprende a decir ‘misión cumplida’ y bueno, en una etapa en la que el bebé nos necesitaba, estuvimos”.

Abriendo puertas.
El hijo más chico de Graciela, Máximo, de 12 años, tiene una disminución auditiva, bajo la forma de hipoacusia bilateral. El lidiar en varias ocasiones con distintas trabas institucionales o con la simple carencia de información a la hora de insertarse en diversos contextos, llevó a Graciela a ser pionera en la ONG “Sonríe”, donde junto a un grupo de madres crean un espacio de contención y de asesoramiento legal para aquellos familiares de personas con algún tipo de discapacidad que quiere luchar por sus derechos y no sepa a quién recurrir. “Estamos tratando de que la gente se pueda mover en Funes”, afirma la misión que la moviliza. 

Todos los días, el de la madre. 
“Para mi ser madre es todo, los hijos son el motor de mi vida”. No se podría esperar otra definición. O sí. “No hay cosa más linda que ser mamá”, declara, orgullosa, de “ese privilegio, especial y único”, que tienen las mujeres. Ser madre es acobijar y también dejar volar, pero es sobre todo, una cuestión de presencia. “Siempre estuve y lo sigo estando”, enfatiza Graciela, que seguramente este domingo festejará su día, aunque no muy diferente de todos los demás, donde su vida cobra sentido a través de su corazón de madre, generoso y abnegado.