“Nunca terminás de encontrar”: el museo itinerante de Arnaldo Viccari y Rosanna Colombero
De cómo la crisis del 2001 y el tristemente célebre "corralito" empujó a Arnaldo Viccari a invertir sus pesos en objetos comprados en remates para luego, junto a su mujer Rosanna Colombero, crear el Museo Itinerante de Mis Viejos Recuerdos, que recopila una gran cantidad de objetos del pasado y los pasea por las escuelas y calles de la ciudad.
"Esta historia empezó hace mucho tiempo con mis antepasados, que vinieron de Europa, mi viejo, mi vieja, mis abuelos. Y viste que los gringos se traen sus historias y algunas cositas que son recuerdos de familia, mi vieja me contó historias de su familia, de la guerra, de los parientes, de su tierra, de su lago, del pueblo donde vivía y todo eso. Y siempre lo tuve en mente", arranca diciendo Arnaldo Viccari, con voz penetrante, profunda, que en conjunto con su pelo rubio y su cara grande de rasgos gastados completan la fisonomía de un gringo pampeano.
Junto con su mujer, Rosanna Colombero, como todo equipo llevan adelante, con pasión y esfuerzo, el Museo Itinerante de Mis Viejos Recuerdos, que recopila una gran cantidad de objetos del pasado.
A ese incentivo primario -que viene casi desde la cuna, con el valor de recuperar huellas que devuelvan la historia de aquellos antepasados que enfrentaron el desarraigo- se le apareció un avatar de esos a los que nos acostumbró el país: "El corralito me jodió una guita que tenía en el banco y me dije que nunca más iba a poner un mango en el banco", dice Arnaldo. Esa marca de época hizo que su dinero comenzara a gastarse en objetos y para eso comenzó a recorrer remates por los pueblos de los alrededores.
Una situación fortuita desencadenó que se unieran todos esos hilos que subterráneamente estaban cada vez más cerca de cruzarse. Recién empezaban a salir con Rosanna y Arnaldo la invitó a comer un choripán y tomar una cerveza a un remate que se hacía en Fuentes. "Muy romántico", se ríe ella.
"Teníamos más o menos la misma onda, ella es docente, trabaja con los chicos, y ahí empezamos a coleccionar antigüedades. Después ella me decía <<¿Qué hacemos con todo esto, lo vemos nosotros solos? Lindo sería hacer un museo>>. Pero el museo no es fácil, entonces ella empezó con que te parece si a los chicos de las escuelas vamos y le hacemos muestras... y así arrancamos. El fundamento era mostrárselos a los chicos", explica entusiasmado.
A falta de un lugar físico el museo se convirtió en itinerante. Escuelas y calles de Funes lo han visto, incluso ha estado durante un mes en el Museo Cochet. Siempre lo que se ve es una selección de sus más de mil objetos. Hay de todo: muñecas de 1900, un rollo de pianola con el Himno Nacional de 1890, un órgano Farfisa de la década del 60 (muy usado por las bandas beatniks), cápsulas de cañones de la guerra del Chaco, otra que la madre de Arnaldo trajo de la Primer Guerra Mundial, bolsas de cemento hechas en tela, frascos de farmacia, títeres, autos de verdad, herramientas de trabajo. De todo se puede encontrar.
Reliquias de la historia de Funes también hay varias: un documento que anuncia un remate de loteos, una copia de un viejo pergamino que un grupo de albañiles dejó en el campanario de la iglesia en 1943, y una de las joyas: una fotografía a gran escala del frente del cementerio tomada en 1934. "Ese me lo regaló Silvia Cochet, que lo encontró atrás de una de las pinturas del abuelo, lo habían puesto como paspartú", cuenta. Parece mentira.
"Yo soy el charlatan, el narrador soy yo" dice Arnaldo. Apasionado por las historias de la gente, nunca deja de escuchar lo que le vienen a contar. Su tarea es como la de un historiador freelance. "Yo por ahí, como soy docente, llevo algunas cosas para que los chicos trabajen con esos objetos que se exponen", dice Rosanna.
"Nunca terminas de juntar, nunca terminas coleccionar, nunca terminás de encontrar", explica Arnaldo algo de la loca carrera por encontrar objetos de interés. Mientras siguen con su carrera sin fin esperan encontrar un sitio para establecer el museo y desempolvar la gran variedad de piezas que lo conforman.
"Siempre fui medio ciruja", dice, y eso explica esa manía suya de ir recolectando cosas. En su mayoría todas ellas conforman el museo.
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