Domingo, 22 de Diciembre 2024
Viernes, 11 de Octubre del 2013

San Telmo querido

Cumple 70 años el club rojiblanco, que lo celebra mañana con una gran cena show. InfoFunes lo homenajea repasando su rica historia con uno de los históricos<br /> fundadores y presidente durante 25 largos años.

"¡Vamos San Telmo todavía, vamos San Telmo!". Los gritos del loco eran una fija. Cada vez que los muchachos de aquel barrio sin nombre, al noroeste del casco urbano de la ciudad, jugaban un partido de futbol desafiando a los demás barrios de Funes, Telmo Gómez aparecía montado a su caballo blanco. "¡Vamos San Telmo!". Sus gritos anunciaban su silueta de gaucho traspolado al siglo XX.

Nadie sabía bien a quién se dirigía ese grito ni a qué refería. Telmo era su nombre, sí, pero no se sabía -o al menos hoy quienes lo vivieron no lo recuerdan- si ese grito era una canonización antojadiza de sí mismo, o si San Telmo era el nombre con el que había bautizado a su compañero equino. Lo que sí se recuerda es que al loco Telmo le gustaba empinar el codo, y eso, a veces alcanza para explicar muchas cosas.

"Telmo era como Tito, un loco 'e mierda -dice Eduardo José Rodríguez, hoy de 88 años pero por aquel entonces uno de los pibes que fatigaba esa cancha lindante a un campo de frutales bajo la sombra de los eucaliptus-. No se dedicaba a nada, se iba con los perros galgos, se traía una liebre, se la comía. A lo mejor trabajaba en el pasto, con la horquilla, juntaba maíz....pero tenía más boliches que changas".

Con el tiempo, como si fuera la melodía del heladero durante la siesta de verano, el grito del loco Telmo se había transformado en una cadencia omnipresente en ese barrio de frutales que eran sistemáticamente saqueados por la muchachada de la década del 30. Un poco más de tiempo y el barrio empezó a identificarse con el nombre de San Telmo.

"Yo era inside izquierdo -dice José, acomodado en un sillón de su casa de General Paz y Suipacha, al lado de su esposa, Angela Samanek, juntos desde aquellas épocas doradas-. Inside izquierdo". Hace 70 años el futbol se jugaba distinto, "antes se jugaba más al futbol", dice el viejo de boina. Ok, las viejas formaciones tenían sólo dos defensores, tres mediocampistas y cinco delanteros, pero, inside izquierdo, ¿dónde jugaría ese?

Después de hacer un esquema en el cuaderno José explica qué lugar de la cancha ocupaba cada jugador y qué nombre inglés llevaba ese puesto. Abajo fullback izquierdo y derecho; al medio el centrojás (el 5, "era el principal hombre que dirigía el equipo, está allá, está acá, está abajo, está en todos lados", dice), a cada uno de sus costados los halfs ("aff", dice José a la vieja usanza); arriba, en cada extremo, los dos wines, más adentro los dos insides, y en el medio, molestando al arquero, el 9, el centroforward. "Los insides corrían, traían la pelota de abajo para arriba", dice. ¿Cómo hacían sólo dos defensores para arreglárselas contra cinco delanteros? "¡Había que correr!", dice entusiasmado mientras se acomoda los anteojos de pasta.

El club

En algún momento, a alguno de los muchachos del grupo, que no eran más de 30 y tenían entre 18 y 30 años, se le ocurrió que quizás podían formar un club. Durante un mes, quizás dos, se fue charlando la idea hasta que un día se reunieron en la casa de la familia Nardi, a metros de la estación de ferrocarril. "Ahí hicimos la primera reunión y metimos la primera comisión", cuenta José. En esa reunión se definió que el club llevaría el nombre del barrio y que los colores de la camiseta serían blanco y rojo. "Ya desde antes, de los años que jugábamos al futbol que se pensaba siempre en esos colores, no sé por qué", dice José, que no recuerda si aquel día sospechaba que terminaría siendo presidente del club por 25 años. Telmo no estuvo en la reunión; tampoco fue socio, aunque nadie podría siquiera osar negarle la entrada.


Al poco tiempo, para conmemorar la fundación, jugaron un partido contra un equipo de Fisherton, un domingo de sol. La cancha era prestada, un rincón del campo de Edreida. "Y se hizo muy popular, ganábamos siempre y todos querían jugar, estuvimos 45 partidos sin perder", dice José agrandándose con aquellos logros.

En cada partido había venta de rifas, también se organizaban bailes en el Club Colón. Con esos fondos alquilaron un terreno, pero sería algunos años después cuando comprarían dos terrenos en la manzana donde actualmente se levanta el club. Allí se forjaría el San Telmo que todos conocemos.

"Si habrá puesto plata", dice Ángela. "Mi señora no tenía para comprar bombachas y yo ponía plata. Nos sacrificamos, pero las cosas se hacían contento", dice José, que a sus cortos 25 años fue elegido presidente de la institución. Cumpliendo la tradición del rigor con el que su padre había domado a él y a sus 10 hermanos, José gobernó el club con sacrificio y mano dura. "Era un poquito medio hijo de puta a lo mejor, ¿no?", reconoce. "Vos sabés a los que echó del club", dice su mujer. "Desde chico con mi padre tenía que ser derechito porque si no tenía una guacha (una fusta) así… te daba lindo", explica de donde viene el férreo modo en que llevó las riendas del club.

"Fue todo una evolución San Telmo, tuvo hasta dos mil socios. Toda esa parte fue cuando el club se vino grande, pero fue por el gran sacrificio de la gente, todos se rompían el alma para colaborar, y uno le cumplía. Me acuerdo de la pileta, a veces iba a las 3 de la madrugada a trabajar de noche. Dios mío, lo que costó esa pileta", recuerda José.

Muchos años después, por los 90, como en un microcapítulo de la debacle que sufrió el país, administraciones fraudulentas (ver Info Funes #17) pusieron a San Telmo al borde de la desaparición. Afortunadamente el grupo de mujeres que agarró aquella papa hirviendo, retomó el sendero extraviado.

"Lo veo muy bien al club. Le voy a pasar una nota a la presidenta (Débora Edreira) por el aniversario, porque se interesa por el club, han venido presidentes que se la pasaban en cualquier lugar menos en el club. Y en un club hay que estar, hay que tener relaciones con toda la gente", dice José con el orgullo de saberse forjador de esta gloriosa institución de la ciudad.