Viernes, 19 de Abril 2024
Miércoles, 20 de Febrero del 2019

Tras 42 años de atención, cierra el tradicional kiosco de General Paz e Independencia

<p>Ir a “comprar de la Tucha” o “hasta lo de Luisito” serán expresiones que sólo quedarán en la memoria de la mayoría de los funenses. Cierra un emblema de la ciudad.</p>

“Se me vienen los viejos encima, fuimos tres generaciones las que pasamos por ahí, hasta mis hijos estuvieron trabajando este último tiempo” empieza emocionado Luisito.

 

“Mi viejo era ferroviario, y mi mamá en 1977, cuando yo tenía 6 años lo abre. En la época de la secundaria, como yo era un desastre dejé y me puse a laburar a full con mi vieja. Después me casé con Lorena, ella dejó su trabajo en YPF y entre los dos lo agrandamos y lo seguimos laburando”.

 

“Esas fueron unas épocas muy buenas, le agregamos cosas y hasta mi hermano y su familia vivieron del negocio. En un momento vivíamos todos del negocio, mi vieja, Guillermo y yo. Abríamos a las 7 de la mañana y cerrábamos a la 1 de la madrugada, sin cortar”.

 

“Siempre estuvo en esa cuadra el kiosco, primero le alquilábamos a Lili Pica, después a mitad de cuadra y finalmente con el retiro del ferrocarril de mi viejo compramos la esquina, donde estuvo hasta ayer”.

 

Toda una vida estuvo el kiosco vigente, y como todo, tuvo momentos de esplendor y otros que no. “En los mejores años, estuvieron trabajando en el kiosco Hilda y Maru, Hilda se jubiló con nosotros”. “Luego la falta de energía y dedicación que merecía el negocio, hizo que tengamos que seguir trabajándolo nosotros y no contratar a alguien más”.

 

Sobre el porqué de la decisión, Luisito reflexiona: “Últimamente, con la situación económica, el costo de vida y los impuestos se nos hacía difícil mantenerlo, nos sentamos con Lore y vimos que alquilarlo nos iba a dar el mismo dinero que lo que estábamos sacando hace meses”. “Con todo el dolor del mundo y llorando tomamos la decisión, se le sumó el cansancio de tantos años, nos íbamos a terminar enfermando sino”.

 

“Nos faltaba disfrutar un poco de la familia, Lore me dijo un sábado que no recordaba cuánto hacía que no nos sentábamos los cuatro juntos a almorzar, siempre estábamos en el negocio y hacía tiempo que no lo valía, eso te agota”.

 

Si bien uno podía observar la disminución en las ventas, la fidelidad de los clientes y del barrio Florida puntualmente, era innegable: “Lo de la gente es admirable, agradecido toda la vida, siempre respondió y acompañó. Fueron años”. “Siempre le compramos a proveedores del pueblo, agradecido con todos ellos también”.

 

La Tucha es de fierro, interminable. Tenemos miles de anécdotas de todos estos años. Ella también me venía diciendo hace años que lo alquilemos, que los chicos hagan otra cosa y bueno finalmente lo decidimos”.

 

“Te tiene que gustar, yo lo amo, pero por suerte Lore, la flaca, la tiene más clara, la piensa en frío, sabe lo que hay que hacer. Estuvo con Alejandra, la prima, estos último años, pero esta vez no daba para más, el bolsillo de la gente está flaco”.

 

Con respecto a las expectativas por el emblemático local, Luisito finaliza: “Ojalá que lo alquile un conocido con la energía que nosotros ya no tenemos y siga el rubro. Le mete mercadería, lo abre y le empieza a entrar gente, estoy seguro”.