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Viernes, 17 de Agosto del 2018

Tiene 13 años, recibió una mano ortopédica y le cambió la vida

<p>Maite Mersko vive en Funes y es una de los cientos de chicos y chicas que recibieron una innovadora prótesis impresa en 3D. Nació sin su antebrazo derecho y aprendió a hacer todo: desde tocar el teclado y la batería, hasta hacer trabajos en porcelana con ínfimos detalles. Desde ahora también puede, por ejemplo, tomar un vaso de agua.</p>

Vanesa Fresno - InfoFunes

 

Maite Mersko tiene 13 años, vive en Funes desde hace un año y medio, y es una de los cientos de chicos y chicas que recibieron en el país una innovadora prótesis ortopédica impresa en 3D, creada por Atomic Lab. Un proyecto solidario que comenzó gracias al jovensísimo Gino Tubaro, un inventor que cruza fronteras ayudando con su conocimiento en ciencia y tecnología y que fue reconocido hasta por el ex presidente de Estados Unidos, Barack Obama.

 

Natalia Pettinari, mamá de Maite y de otros tres hijos más, conoció el proyecto de Gino cuando lanzó  Atomic Lab hace cuatro años. Fue en ese momento que se anotó en la web del emprendimiento y esperó su turno para recibir uno de los brazos ortopédicos de bajo costo hechos con impresiones 3D. Hace pocas semanas se produjo  el feliz desenlace con otra de las innovaciones del inventor con el que fortaleció  su proyecto solidario en cada punto del país: los embajadores.

 

Pablo Tasso es profesor de la escuela rosarina técnica 471. Cuando a principios de año el establecimiento adquirió una impresora 3D, lo primero que se propusieron fue ponerla a disposición de alguna invención “que aporte a la sociedad”. Atomic Lab ya había entregado en el país cientos de prótesis de manera gratuita, pero el emprendimiento ya llega a 35 países y los pedidos se acumulan de a miles. Es así como los embajadores se suman a colaborar con las impresiones de los chicos más cercanos; es así como el embajador vino a sumarse a un trabajo solidario que articula voluntades para replicarse a escalas inimaginables.

 

“Nos pusimos a investigar y encontramos esta ONG y me anoté como embajador. A las pocas semanas nos asignaron a Maite e inmediatamente nos pusimos a trabajar para dársela”, contó Pablo con orgullo. Maite por su parte, dijo maravillada: “La hizo rapidísimo, creo que se llevó la impresora a su casa para poder terminarla durante las vacaciones de invierno”.

 

Maite, alumna del colegio Nazaret, confiesa que está practicando con su nueva prótesis, un brazo mecánico muy liviano hecho con los colores que ella misma eligió -blanco y lila- y al que esperaba ansiosa. Ahora resta incorporarla a las tareas diarias en las que se desenvuelve con una destreza que sorprende. Ella nació sin su antebrazo derecho y aprendió a hacer todo: desde tocar el teclado y la batería, hasta hacer trabajos en porcelana con ínfimos detalles. Desde ahora también puede por ejemplo, tomar un vaso de agua.

 

Las prótesis impresas en 3D mejoraron la calidad de vida de unos mil chicos en el país y otros miles en el resto del mundo. Los archivos con escalas reales para la impresión de las prótesis fueron liberados por su inventor y se consiguen on line con libre descarga. Adquiridas por otro medio, esta prótesis puede costar unos 15 mil dólares, en cambio, mediante la impresión 3D el costo de material es de algunos cientos de pesos. Sin embargo, ninguno de los miles de personas que cuentan con una mano o brazo ortopédico de Atomic Lab puso un centavo.

 

Pablo, sus compañeros docentes y los directivos de la escuela 471, como embajadores de Atomic Lab, no solo pusieron la impresora a disposición. Costearon la compra del material necesario y pusieron su tiempo. El profe pasó los días de sus vacaciones de invierno diseñando dos prótesis para Maite. “Algunas de las piezas demoran varias horas en imprimir, por lo que me pasé algunas noches con el proyecto y lamentablemente el primero que le llevamos le quedó grande, así que adaptamos la escala y le hicimos otra a medida”, contó. El profe se había propuesto entregársela para contarles a sus alumnos el resultado y continuar con el verdadero desafío y nuevo proyecto pedagógico: que los mismos alumnos sean quienes las impriman.

 

“Fue una emoción tremenda, una alegría inolvidable”, contó Pablo, feliz de haber sido parte de esta cadena solidaria que en la vida de Maite resultó un antes y un después. “Ella ahora tiene que aprender a usarla, es un desafío no menor”, remarcó. Maite, por su parte, agradeció: “Gracias por darme una mano”. Nunca mejor dicho.