Jueves, 28 de Marzo 2024
Jueves, 15 de Febrero del 2018

El ex concejal que cruzó la Cordillera de los Andes a caballo

<p>Un funense tras los pasos de San Martín. Federico Estella completó una travesía única en la que el clima es el gran desafío, pero la historia y los paisajes recompensaron cada paso.</p>

 

El viaje comenzó con un plan. Un grupo de amigos veterinarios, ex compañeros de estudios, decidieron sentarse a pensar el movimiento, “hacer algo distinto”. Federico Estella y sus amigos arrancaron el ambicioso proyecto: un viaje de casi una semana por la cordillera de los Andes, a caballo.

 

Así es como el grupo de amigos se sumó a una tropa de diez aventureros junto a tres guías, dos baqueanos, 16 caballos –uno de más por si algo ocurría- y tres mulas de carga. Así fue como comenzó la travesía. Fueron seis días de sol, viento y frío extremos, en el marco de uno de los paisajes más imponentes del mundo.

 

“El cruce de los Andes sanmartiniano tiene varios pasajes, de los cuales los dos más importantes son el de los Patos y el de Uspallata, que es por donde pasaron la mayor cantidad de tropas, y el recorrido que más tiene que ver con la libertad de nuestra país, de Chile y de Perú”, explica Federico, veterinario apasionado por los caballos, quien durante años se dedicó a la política local como concejal de Funes. “Hicimos la mitad del recorrido sanmartiniano, por donde pasaron las tropas del Teniente Coronel Freyre, y la otra mitad salimos totalmente de huella, hasta el límite con Chile. En total estuvimos en la montaña seis días y cinco noches”.

 

El sueño de pisar el recorrido histórico del libertador, hacerlo en compañía de amigos, todos apasionados por los equinos fue un motor para concretar el viaje. “El grupo humano fue fundamental. Las charlas, las noches y  los fogones fueron realmente fantásticos porque el grupo humano fue muy muy bueno”, confesó.

 

El grupo se trasladó durante casi una semana, cabalgando seis o siete horas diarias, atravesando ríos, valles y subiendo laderas empinadas. El sol asoló sus cabezas durante días: “No existía la sombra”, grafica Federico. El viento que soplaba a mayor o menor intensidad fue constante, y por la noche hacía sentir en los huesos las temperaturas bajo cero. El grupo de 15 personas recorrió durante seis días unos 90 kilómetros. De Mendoza a Chile ida y vuelta.

 

“La vida en la montaña fue bien rústica, dormíamos al aire libre, solamente con bolsa de dormir y una lona tapándonos, mirando las estrellas. Tuvimos frío, lluvia de por medio, mucho viento. La cordillera es plenamente ventosa. Como si hubiera un ventilador prendido las 24 horas, lo cual hace que ese sol tan terrible no sea tan agobiante. Pero creo que fue mi mayor enemigo, yo que soy gringo y bastante blanco: no existe la sombra en la cordillera, durante los seis días jamás existió la sombra”, contó sin salir aún de su asombro.

 

El veterinario igual insistió: “El frío de la noche, el viento que recrudece a la noche, el sol del día. Toso se olvida con la belleza del paisaje. Cuando empezás a pensar en la emoción de la historia, un paso en donde San Martín estuvo… la experiencia es realmente maravillosa, para recomendar a cualquiera. La emoción fue superior a cualquier dolor de espalda”.

 

Durante la cantidad de horas cabalgadas y kilómetros recorridos, Federico y sus compañeros pasaron por paisajes que no dejaban de conmoverlos. Cruzaron un montón de ríos, una vegetación muy breve, mucha piedra y “valles hermosos, muy bonitos”. El grupo, rodeados de caballos y mulas, simulaba por momentos una pequeña escala de la escena épica del cruce de San Martín. “Hacía pensar cómo debe haber sido semejante cruzada, con tantos hombres, tantos caballos, vacas para la alimentación, artillería”, cuenta sin tener que hacer mucho esfuerzo por imaginarse un viaje en el tiempo. En ese espacio ya estuvo.

 

El grupo depositó confianza en sí mismos, en sus propias mentes, en los vínculos que apuntalaban los miedos de otros, en la experticia de los guías, y -como buenos veterinarios- en los animales que los llevaban: “Hay senderos con barrancas de 100, 150 o 200 metros que nos tienen más de 45 centímetros de ancho, ahí dependes exclusivamente de la seguridad y de las características del caballo que te conduce”.

 

Alcanzaron más de 4.300 metros de altura y llegaron al cuarto día al límite con Chile. Luego de hacer cumbre, y lidiando contra el vértigo que se sumó al equipo contrario del sol y el viento, comenzaron el camino de vuelta. “Se vuelve por otro camino que también es maravilloso, donde pasamos por unas termas naturales de cobre, a 40 grados de temperatura en el medio de la nada hasta llegar al Valle de Las Leñas, con la alegría de haber logrado el objetivo”. Un cálido broche de cobre para la travesía del funense.